Pilar Moreno era una mujer menuda de 68 años que vivía en un piso de la calle Oca, en Carabanchel. No había tenido una vida fácil. Era huérfana de padre y su madre tuvo que sacar adelante a sus cuatro hijos. La familia llegó a Madrid en busca de una oportunidad y se instalaron en una chabola. Pilar logró labrarse una vida y con su trabajo adquirió la vivienda donde residía sola, ahora disfrutando de la jubilación.
Desde hacía unos días su familia estaba preocupada pues no conseguía contactar con ella. El tiempo pasaba y era como si se la hubiera tragado la tierra. Su sobrino Adolfo decide escribir en redes sociales el siguiente mensaje: “Twitter haz tu magia. Mi tía Pilar ha desaparecido. En su casa está la cartera, el móvil, las luces encendidas y encima de la cama la ropa que se iba a poner. La puerta cerrada, pero no como lo hace ella. Zona Carabanchel, metro Vista Alegre”.
Familia, vecinos y policía rastrean las calles. Pero no tienen ninguna pista: era lúcida, no tenía enemigos, llevaba una vida sencilla. Hasta que uno de los vecinos les cuenta que era la presidenta de la comunidad. “Es una persona recta. Se preocupa de que todo funcione correctamente. Últimamente está centrada en los propietarios que tenían deudas. Uno de los morosos vive en su mismo rellano. Se llama Marta y no hay forma de que pague”.
Se trataba de Marta, de 32 años, que vivía de alquiler en el tercer piso. La policía averiguó que había falsificado los recibos adeudados para simular su abono. El banco lo detectó y alertó a Pilar. Marta se encontraba en un verdadero aprieto. Debía dinero que no quería o no podía pagar y además le habían pillado en falsificación documental. Pilar no le deja tranquila y Marta decide quedar “para ir juntas al banco y regularizar la situación”. Pero nada más lejos de la realidad.
Cómo borrar un crimen
Acorralada, Marta comenzó a buscar una solución extrema. Pasó horas investigando en internet, buscando cómo borrar cualquier rastro del crimen que aún no había cometido. Su historial del buscador reflejó entradas del siguiente tenor: “cómo quemar un cadáver para impedir su identificación”, “saber el posicionamiento de un teléfono móvil” y “usar el teléfono como una lámpara ultravioleta para detectar restos de sangre».
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Imagen del rellano
Ideó un plan para que, un viernes, Pilar entrara en su casa sin sospechar nada. La policía cree que fue allí donde cometió el crimen. Tuvo la sangre fría de pasar el fin de semana con el cadáver hasta que el domingo se decidió a deshacerse del cuerpo. Lo introdujo en una maleta: no le fue difícil pues Pilar medía 1,47 metros y pesaba 45 kilos. Saludó al conserje al salir. Introdujo el equipaje en el maletero de su vehículo y se dirigió a la localidad toledana Las Ventas con Peña Aguilera.
De camino a Toledo hizo una parada para entregar su currículum en una residencia de ancianos. Quería trabajar como auxiliar de geriatría. Cuando llegó al pueblo, echó varios bidones de gasolina en la maleta y le prendió fuego. Metió en un saco lo que quedó de la pira funeraria y lo tiró en un solar de su familia, que hacía las veces de escombrera.
Lo que dijo en el juicio
Marta defendió en el juicio que “Pilar se resbaló en el baño y se golpeó la cabeza. Tras intentar levantarla, al ver la gravedad del golpe, la solté involuntariamente y se cayó de nuevo. Tenía que haberla auxiliado pero no lo hice y regresé a mi casa”.
La acusada relató que trató de limpiar la escena con una mopa y agua pero no era suficiente; fue al Lidl a comprar lejía. “La había matado y no sabía cómo limpiar aquello”. Los agentes hallaron abundantes restos de sangre en suelo y paredes, lo que choca con la tesis de muerte por un golpe en la cabeza.
Los padres y pareja de la asesina emitieron el siguiente comunicado: “Estamos consternados. La persona que conocíamos nos ha estado engañando. Sabemos que es culpable y a pesar de lo mucho que la queremos, deberá asumir las consecuencias de sus actos”.
La comunidad le costó la vida
El abogado de la familia de la fallecida pide que se le condene a veinticinco años de prisión por asesinato, tres años por falsedad documental y a cinco meses por delito de profanación de cadáver. “Se tomó las cosas de su comunidad de vecinos muy en serio y eso le ha costado la vida”.
Un jurado popular tiene en sus manos el destino de Marta Carrera, cuya decisión de acabar con la vida de Pilar Moreno la llevará a enfrentar la justicia.