María Jesús Moreno, conocida como Maje, era una simpática enfermera con un carácter encantador. Antonio Navarro, un ingeniero discreto, trabajador y bueno. Cuando se conocieron surgió el flechazo y tras varios años de noviazgo contrajeron matrimonio en una idílica ceremonia. Ella tenía 27 años y él 36. Pero no todo en la pareja había sido un camino de rosas. Días antes de la boda Antonio se enteró de que su novia le había sido infiel y estuvo a punto de terminar la relación. Estaba muy enamorado y decidió perdonarle. Ella prometió que no volvería a pasar.
Pero como reza el dicho, la cabra tira al monte y Maje continuó manteniendo relaciones extramatrimoniales. No con un hombre, sino con cuatro al mismo tiempo: Tomás, José, Sergio y Salvador.
Salvador, el pagafantas
Salvador era celador del hospital donde Maje trabajaba como enfermera. Tenía 47 años y estaba casado con Inma, responsable de la cuarta planta del mismo hospital. Ambos tenían una hija de 19. Salvador era un hombre “vulnerable y débil”, atrapado en los encantos de Maje y de la que se enamoró locamente. Ella le enviaba cartas que no hacían sino alimentar su pasión. “Salva, esta carta es una declaración de amor. Te quiero por encima de cualquier obstáculo, de cualquier inconveniente. Te quiero porque me llenas de vida y me haces sentir la mujer más importante del mundo. Tu Maje, tu bruja, ¡tuya!”.
Salva está enamorado hasta las trancas. “Cuando habla con Maje se muestra entusiasta y jovial, en ocasiones rozando el ridículo”. Y es que muchos definían a Salva como “su pagafantas”. “Desde luego que ella no siente ningún tipo de afecto por él” afirmaban quienes la conocían bien.
Maje le había hecho creer a Salva que Antonio, su marido, le maltrataba. Su amante se convirtió en confidente de supuestos abusos, desprecios y malos tratos. Maje tejió una red de mentiras para pintar una inexistente situación a la que Salvador le quiso poner solución: ”Te juro que le voy a matar”.
El crimen
La noche del 15 de agosto de 2017 sería la última en la vida de Antonio. Durmió solo, pues Maje le dijo que tenía guardia. Ésta le envía un mensaje: ” Ya en el hospital. Goza esa empanada hecha con amor”. Pero Maje estaba pasando la noche con José, otro de sus amantes. Sabía que a su marido le quedaban horas de vida.
El 16 de agosto, a las 7.40 de la mañana, Antonio salió de su casa sin imaginar que sería su último día. Salvador, siguiendo el plan trazado por Maje, le esperó escondido en el garaje del edificio. Cuando llegó a su altura, le asestó 6 cuchilladas. Su muerte fue casi instantánea pero no fue encontrado en dicho garaje, por un vecino, hasta las 15.20 horas.
Transcurren las horas y Salvador y Maje – como si nada hubiera pasado – se citan. Él habla de un futuro juntos mientras ella envía un mensaje a José, su amante de la última noche, proponiéndole repetir otra noche de pasión.
Una viuda desconsolada…a ratos
El día del funeral, Maje habla ante el gran número de personas que asisten al entierro. Llora amargamente y lee una carta de amor a su marido. Durante semanas mostró gran dolor por la pérdida de su esposo, ganándose la simpatía de familiares y amigos.
Mientras tanto siguen las investigaciones, pero la policía no logra dar con el móvil del crimen. Maje deja caer en su declaración posibles culpables. “Hemos hecho reformas en casa y mi marido tuvo disputas con los albañiles”, “Tenía una compañera de trabajo que posiblemente era su amante”.
Hasta que la mejor amiga de la ahora viuda desvela que era Maje quien tenía un amante. Los interrogatorios a familiares y amigos no hicieron sino confirmar que la “apenada” enfermera llevaba una doble vida.
Los 4 amantes
Ya hemos hablado de Salvador, amante de Maje y protagonista del caso. Pero sabemos que había tres más.
Con Tomás, un fisioterapeuta, Maje mantuvo una relación hasta que le comunicó que no tenía intención de separarse de su marido. Todo ello a pesar de las numerosas ocasiones en las que le expresó su desprecio por Antonio: “Quiero que se muera, le deseo un mal”. Aunque terminaron la relación, siguieron viéndose para encuentros sexuales, citas que continuaron después del asesinato de Antonio.
Sergio es un atractivo guardia urbano, que definía a Maje como “una depredadora sexual”. Relató que “la noche que nos conocimos tuvimos sexo tres veces seguidas: en unas escaleras y en unos baños públicos”. Habían pasado 23 días del crimen.
Maje conoció a José en una discoteca, un publicista al que dijo que estaba soltera. La relación continuó hasta el asesinato de Antonio. Solo entonces, al saltar la noticia en la prensa, ésta tuvo que confesarle que la víctima era su esposo. A pesar de esta revelación siguieron juntos, incluso con planes de futuro: querían comprar una casa y formar una familia.
La trampa
La policía decide intervenir el teléfono de Maje. Y les llama la atención que cuando recibe llamadas de familiares les contesta desconsolada. Pero si quien lo hace es su íntima amiga Rocío, su actitud es alegre y entre risas. “Vamos a ser sinceras; a ti y a mi nos gusta la movida (el sexo). La movida con tíos buenos. Yo la movida con Antonio que en paz descanse no la quería. Y con éste (su amante), me va a f… como me f… en el baño”.
Además la policía escucha que planea irse a vivir con José; ya tienen al primer sospechoso.
Salvador también es investigado. La policía decide tender una trampa a Maje. Pide al hermano de Antonio que hable con la viuda “para informarle que estaban cerca de encontrar al culpable”. Maje llama de inmediato a Salva. En el transcurso de la conversación -desconociendo que era intervenida- Salva comete el error de incriminarse.
La detención
El 10 de enero del 2018 la policía detiene a los dos amantes. Al principio, Salvador confiesa el crimen y asume toda la responsabilidad, exonerando a su amante con una lealtad que rayaba en la obsesión. Pero, una vez en prisión, Maje no pierde el tiempo y mantiene relaciones con un recluso de Picassent. Cuando Salva se entera pide declarar ante el juez y confiesa que ambos trazaron el plan para acabar con Antonio. “Maje quería librarse de su marido sin pasar por un divorcio: esto le dejaría sin herencia, sin seguro de vida y sin pensión de viudedad”.
El juicio: mentiras y verdades
El juicio atrajo gran atención mediática. Maje y Salvador se sentaron en el banquillo de los acusados mientras una serie de impactantes testimonios desvelaron la profundidad de su conspiración.
Uno de los momentos más escalofriantes fue el testimonio del propio Salvador. Entre sollozos admitió haber asesinado a Antonio por amor. “Ella me lo pidió. Me comió la cabeza durante tres semanas. Me dijo cómo tenía que matarlo. Que era la única forma de salvarla”. Maje intentó desvincularse del crimen. “Yo jamás le pedí que matara a Antonio: todo fue idea suya”. Salva continúa: “Me pidió matarlo antes del primer aniversario de su boda. Quería pasar las vacaciones de verano sin él. Insistió en que no lo hiriese: tenía que matarle”.
El tribunal no tardó en desmontar las mentiras de Maje. Los mensajes de texto y las grabaciones telefónicas dejaron claro que ella había sido el cerebro que planeó el asesinato. Los 9 miembros del jurado popular les declararon culpables, tras 6 horas de deliberación. Maje fue condenada a 22 años de prisión como autora intelectual del crimen y Salvador a 17 años como ejecutor material.
Sexo entre rejas
Maje es una figura conocida entre las reclusas de Picassent, manteniendo una actitud seductora y manipuladora. Hasta el punto que la dirección del centro hizo un aviso a los funcionarios para que mantuvieran la distancia con ella. Al tratarse de un centro penitenciario mixto, está permitido las relaciones entre reos, aunque con ciertas condiciones. “Se concederá una comunicación íntima al mes como mínimo, cuya duración no será superior a tres horas ni inferior a una, salvo que razones de orden lo impidan”.
Maje hizo uso de esta ordenanza y mantuvo relaciones con tres presos. De su última conquista -encarcelado por matar a un hombre y arrojar su cadáver al Júcar- se quedó embarazada. Ha tenido al niño y Maje ha sido trasladada a otro centro.
Salvador vive marcado por la culpa, cumpliendo su condena en un ambiente de arrepentimiento constante. Entró a Picassent tan hundido que tuvo que ser ingresado en Enfermería. Sus abogados han declarado que ha solicitado ayuda psicológica para comprender cómo llegó a cometer un acto tan atroz. Quizás algún día llegue a entenderlo.