¿Se pueden evitar las DANAS? ¿Tienen relación probada con el cambio climático? ¿Empeorará este fatal fenómeno meteorológico que al cierre de estas líneas se había llevado más de 200 vidas? Los españoles deben estar cansados de escuchar lo que significa el acrónimo de Depresión Atmosférica en Niveles Altos, pero en Argentina, desde donde se escribe esta pieza, suena a novedad. No lo es, explicó Cindy Fernández, referente de comunicación del Servicio Meteorológico Nacional argentino, donde también se vivencian eventos así, “solo que tienen otro nombre, igual que pasa con los huracanes, tifones o ciclones tropicales; conceptos iguales que se nombran distinto según el país”.
Fernández tiene una habilidad especial para bajar a tierra los complejos fenómenos -físicos, meteorológicos, climatológicos y geográficos- que rodean este tipo de arranques ingobernables de la naturaleza. Cuando reina el caos, entre inundaciones, tormentas impías, vientos, rayos o la más árida sequía, ella dota el todo de una sistematización. No será sol, pero entender a veces suma tranquilidad.
Y sabe traer optimismo cuando amerita: “Una DANA puede ser más larga o más corta y de hecho puede durar varios días, pero un estudio local que justamente leía en estas horas señalaba que, aunque la DANA todavía continuaba este jueves, el promedio es que dure cinco a seis días. El problema en todo caso es definir cuándo la situación apaciguó lo suficiente como para no ser clasificada como DANA, algo que depende de la bibliografia”.
DANA, del caos atmosférico a la paz
El sentido de consultar a una especialista de Argentina tiene su razón. Con mayor superficie que España, los argentinos siempre se jactan de tener “todos los climas y geografías”, y de hecho aquí se han vivido experiencias meteorológicas extremas difíciles de olvidar.
Es el caso de la tremenda inundación que en 2013 dejó un saldo de 89 muertos en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. “Fue una DANA, o como se le dice acá, el resultado de un Sistema de Baja Presión Segregada, aunque los que hacemos meteorología les decimos simplemente ‘baja segregada’”, recordó Fernández.
¿Otra coincidencia? La DANA “es un fenómeno habitual en latitudes medias de la atmósfera, una situación que comparten tanto la Argentina como la Península Ibérica”.
Si hay un concepto clave para arrancar este ABC científico es que la DANA se produce por un desorden atmosférico, cuyo orden la naturaleza precisa restaurar. Podría ser un desorden menor, pero si los titulares hablan de “tsunami” es porque cuatro variables potenciaron la situación.
El ABC de la baja presión que define la DANA
Entender qué es la presión atmosférica es clave. Para decirlo de modo muy simple, “la baja presión atmosférica es una medida de la fuerza que ejerce toda la columna de aire que está sobre nuestra cabeza. Cuando hay baja presión, esa columna pesa menos”, repasó Fernández. Retenga este concepto y vayamos a otro.
Y es que “los sistemas de alta y baja presión (el que ahora afecta a Valencia tiene la superficie de toda España, estimó Fernández) son los que condicionan y ponen en movimiento los vientos, no solo a nivel horizontal sino vertical, provocando lluvias y otros fenómenos climatológicos”.
Todo el asunto se simplifica si -como sugiere Fernández- uno imagina esos movimientos de aire (gases) como si fueran líquidos. Para moverse, una corriente líquida debe desplazar a otra, dado que el lugar es limitado. Ahora bien, ¿por qué se mueven?
Volviendo a las bajas presiones (la columna de aire que, dijimos, pesa relativamente poco en nuestros hombros), la DANA es justamente eso: un sistema de baja presión, pero en altura, y por definición “los sistemas de baja presión suelen portar aire más bien frío. De ahí que en España se hable de que ‘viene la gota fría’”, apuntó.
Tenemos entonces el mencionado desorden: aire frío en altura, pero muchos sabrán que el aire que tiende a subir, no es frío sino caliente. Y el aire caliente tiene la capacidad de portar mayor humedad que el frío. ¿El resultado?
Una masa de aire frío en altura que tenderá a ubicarse debajo del caliente, y una masa de aire caliente, abajo, que tenderá a subir.
Las cuatro claves de la DANA
Lo dicho recién da lugar a “condiciones de inestabilidad, ya que la atmósfera está -podría decirse- desacomodada; el aire frío suele estar abajo. Si se provocan tormentas y lluvias es porque el aire cálido, al tener mayor humedad, termina condensando a medida que sube”, recalcó.
Los humanos no podemos hacer mucho con esto; nada de lo que compete a la definición básica de un sistema como el de la gigantesca DANA valenciana puede evitarse. Pero veamos qué pasa con los cuatro fenómenos que hicieron que se magnificara al extremo esta situación.
“Aunque estos sistemas de baja presión se asocian a mal tiempo, no todos generan los mismos fenómenos ni con la misma intensidad. En parte, hay ingredientes que vienen del entorno”, dijo Fernández, y destacó algo central: “Si estamos en una zona con poca humedad, el evento no va a tener el mismo combustible para generar este tipo de situaciones”.
Ese combustible es la humedad. De los cuatro fenómenos que destacó la especialista argentina, quizás el más crítico sea uno que a España le atañe especialmente: el mar Mediterráneo.
La DANA y un caldo de combustible a fuego lento
“Hay una situación en el Mediterráneo que es bastante crítica: hace seis meses venimos viendo temperaturas récord, muy por encima de lo normal y durante muchos meses seguidos”, señaló.
Ese calor es una fuente de energía en potencia, precisamente por lo explicado arriba: el calor sube y “pasa a la atmósfera” y “cuanto más caliente está la masa de aire, más humedad hay y se potencian las lluvias”.
La segunda variable fue definida por Fernández como una “inyeccción” a lo anterior: “Este sistema de baja presión en altura coincidió con que cerca de la superficie terrestre hubiera una circulación de aire desde zonas tropicales, que se inyectó a la zona donde pasaba la DANA”.
Esta suerte de push-up sumó más humedad, todos “ingredientes que incrementan y dieron continuidad de manera persistente a las lluvias”.
“El tercer factor no es atmosférico sino geográfico y también potenció el desastre”, aclaró. Y es que “todo coincidió con que las lluvias intensas en realidad no se dieron en las zonas de mayor catástrofe sino en una zona de relieve montañoso”.
En concreto, “si uno mira los registros -dónde llovió y dónde no- lo que se ve es que las precipitaciones de 400 o 500 milímetros no ocurrieron en las zonas urbanas”. El agua bajó desde las montañas.
Todo, por una razón física, y es que el aire caliente y húmedo del que venimos hablando, se movió desde el Mediterráneo y chocó con la barrera de la cordillera prelitoral. Acumulado, el aire caliente subió mucho más “agrupado”, podría decirse, y entonces el aire frío -con lluvias- bajó también de manera agrupada. “Todo junto, en una superficie menor y sobre las montañas”, enfatizó Fernández.
Lo que sigue se puede deducir: “De esas montañas nacen muchísimos ríos y arroyos que pasan por las ciudades. Aunque en ellas llovía, no era una lluvia extraordinaria, pero al haber llovido muchísimo en la cordillera, las ciudades se inundaron; no por las precipitaciones sino por la famosa ‘riada’”.
La DANA, el cambio climático y los humanos
Fernández sumó un cuarto elemento, en absoluto meteorológico sino social: la planificación urbana.
“Se sabe que el cambio climático puede generar lluvias fuera de lo normal y que cada vez son más frecuentes que antes, pero todo esto ocurre en ciudades cuyas obras de contención ante las precipitaciones no fueron pensadas para esta época sino hace 200 o 300 años. No actualizar esas obras, potencia este tipo desastres”, subrayó la especialista.
Entonces, ¿hasta qué punto se puede decir que la descomunal DANA de Valencia fue producto pleno del cambio climático? Fernández se mostró cautelosa.
“Para asegurar que esto se debe al cambio climático, hay que hacer estudios que llevan meses; no se puede aseverar tan fácilmente. Hay que realizar lo que se conoce como ‘estudios de atribución’, que evalúan qué tan probable es que la situación se generara con o sin cambio climático”, explicó.
“Sin embargo, hay cosas que sí sabemos”, matizó, en alusión a los efectos del calentamiento global, que por cierto está fuertemente acelerado por la acción humana.