Testimonio

Transfobia y xenofobia en la administración: la historia de Angelita

Hasta que la persona migrante no consiga regularizar su situación en España, las instituciones seguirán refiriéndose a él por su antiguo nombre aunque ella se sienta una mujer y luzca como tal

Ángela Bravo, también conocida como Angelita, tuvo que superar muchos obstáculos desde que decidió emigrar de su país Javier Cuadrado

La vida de las personas migrantes no es una historia sencilla. Dejan atrás todo lo que conocen, a sus seres queridos, su rutina, su trabajo, costumbres y hogar. Lo dejan todo con el propósito de empezar una vida mejor en un nuevo país. Sin embargo, cuando llegan, las dificultades y los obstáculos se acumulan por decenas. Y lo que pensaron que iría a mejor, a veces, ocurre igual que en su país, de aquello de lo que venían huyendo.

Esto es lo que le ocurrió a Ángela Bravo, también conocida como Angelita. Esta mujer trans llegó a España solo hace nueve meses escapando de un gobierno en Nicaragua que no le permitía ser como en realidad se sentía. “Es un país muy discriminatorio con las personas trans y con la comunidad”, recuerda. Ella solo quería vestir con falda y tacones. Una mujer que quería que le llamasen Ángela y no por su nombre en masculino, el cual no le gusta nombrar ni recordar. “Algunos pudimos emigrar y vinimos para España”.

Angelita ahora es feliz en Madrid

La llamaron por su nombre masculino en dos ocasiones

Sin embargo, cuando llegó a nuestro país, la bienvenida no fue como esperaba. “Una va descubriendo cómo son las cosas en realidad“, cuenta Angelita. Y se dio de bruces con la administración. “Vine con necesidad de obtener los papeles de residencia para poder realizar una vida aquí pero me encontré con que todavía existe mucho retraso e incluso xenofobia y homofobia”.

Son palabras duras las de Angelita, pero es lo que a ella le tocó vivir. Cuando llegó a la institución pública (de la cual prefiere no decir el nombre), le pidió a la persona encargada de llamar a los que estaban en la sala de espera que le llamase por sus apellidos y no por su nombre en masculino como constaba en su pasaporte. “La sala estaba llena cuando escucho que me llaman por mi nombre antiguo. La gente miraba porque nadie se levantaba. Y es que decidí no levantarme hasta que se fueran todos“, explica. Finalmente, Angelita consiguió los papeles que necesitaba, pero aquel día sufrió una gran vergüenza y desasosiego por sentir que se repetía la historia de la que ella venía huyendo.

Pero es que esto le volvió a ocurrir una segunda vez cuando fue al médico. “Me volvieron a llamar por el nombre en masculino, pero como era un anciano me levanté y fui y le dije ‘soy yo, pero me llamo Ángela‘. Él me respondió que en el documento aparecía el otro nombre y continuó dirigiéndose a mí por el otro nombre“.

Angelita sigue sin entender por qué la tratan como un varón solo porque es el nombre que consta en el pasaporte si ella se identifica como una mujer y luce como tal. “Marché de Nicaragua huyendo de eso y en España me encuentro con que ocurre lo mismo“. Situación por la que piensa que está “retrocediendo en vez de ir para adelante”. Sin embargo, para ella, solo se trata de “una cuestión de educación. A mí me enseñaron que se debe tratar a una persona como ella es”.

No obstante, la legislación, a veces, no es muy humana. Lo cuenta Pablo Bracons, abogado de la asociación In Género en la sede de Madrid: “Huyen de países que no aceptan ese cambio de nombre y cuando llegan a España, les tratan por el nombre que consta en el registro”. Un cambio que tampoco puede hacer hasta que no consiga la nacionalidad. Pero además, este cambio de nombre supone un problema más grave: “Si deciden retornar a su país, no lo podrán hacer con la nueva documentación donde conste su nuevo nombre. Le prohibirán la entrada“.

Ahora, meses después de haber llegado a España, Angelita ya ha podido regularizar su situación gracias al apoyo del colectivo y de muchas amigas trans que ha hecho por el camino. En su nueva documentación ya aparece su nuevo nombre: Ángela Bravo.