Paula Gebara era una niña de apenas 4 años criada en el seno de un acomodado hogar de México. Su madre, Lizette, era hija de una influyente y rica familia de origen libanés. Su padre, Mauricio, un empresario de éxito. Paula era especial no solo por su alegría, sino también porque tenía una deficiencia motriz y trastorno del lenguaje que requerían cuidados especiales. La pequeña había nacido con 25 semanas de gestación. A pesar de su fragilidad, irradiaba alegría y quienes la conocieron la describían como una niña dulce y querida por todos.
El día 21 de marzo de 2010 Paula había paseado con su familia. Por la noche su madre le acostó junto a sus peluches. “Le di un beso, le tapé y le dije que le llevaría al colegio”. A la mañana siguiente, la empleada de hogar fue a despertar a la niña. No estaba. Fue buscada por toda la vivienda y no encontraron rastro de la pequeña. ¿Cómo podía desaparecer en su propia casa? ¿Se la habrían llevado? Las cerraduras de las puertas estaban intactas, así como las ventanas y accesos a la residencia. La urbanización tenía vigilancia pero nadie había visto nada.
La desaparición de la pequeña movilizó a familia, amigos y vecinos. Las calles, parques, ríos y alcantarillas del área fueron inspeccionados con minuciosidad. Perros rastreadores buscaron en la habitación, casa y vecindario. No había pistas de Paula. ¿Se había desvanecido sin más, como si se la hubiera tragado la tierra? Los medios de comunicación transmitían incansablemente el rostro de la pequeña y su caso se convirtió en un fenómeno mediático que conmovió al país.
La madre hizo un llamamiento al presunto secuestrador pidiendo que le devolvieran a su hija. Rogó que la dejaran en un centro comercial o un lugar abarrotado y aseguró que no habría represalias. La familia ofreció 500.000 dólares a quien trajera con vida a Paula.
Una madre muy entera
Sin embargo, conforme pasaban los días, las interrogantes se acumulaban. La conducta de los padres, Mauricio y Lizette, fue cuestionada. Sus entrevistas se analizaron minuciosamente y las redes sociales no tardaron en llenarse de teorías y rumores. Rubén Mendoza, periodista que entrevistó a la madre en la propia vivienda, recuerda lo siguiente. “Le estaba poniendo el micrófono y me dice: ¿qué debo hacer en la entrevista?, ¿puedo llorar?. Se giró a su amiga y le preguntó: ¿lloro para que se vea más real o mejor no lo hago?”. El reportero añadió un detalle espeluznante. “Yo estuve en la habitación. Registré la cama. Nunca la vi”.
En otro reportaje televisivo, el equipo de producción oyó a la madre hacer un comentario fuera de lugar: “estoy pensando que se la llevó un OVNI”.
Paula es encontrada sin vida
Nueve días después de su desaparición, uno de los peritos que buscaba pruebas en el domicilio familiar, sintió un fuerte olor proveniente de la habitación de Paula. Entró al cuarto para revisarlo. Y encontró el cuerpo de la niña en un lugar incomprensible: su propia cama. Envuelto en las sábanas y en el espacio entre el colchón y la estructura de la cama. ¿Cómo es posible que nadie la escuchara? ¿Por qué no fue encontrada antes? En la habitación de la chiquilla se habían hecho entrevistas; expertos de la policía y guías caninos habían estado en el lugar.
Los sospechosos
Amanda, amiga de la familia, durmió 4 noches en la cama sin percatarse del cuerpo. Fue detenida como sospechosa del crimen. Posteriormente, la niñera: aseguró que acostó a Paula la noche de su desaparición pero la madre negó que fuera así. Y por último, los padres. De esa detención ya salieron distanciados. No había suficientes pruebas y todos quedaron en libertad. Mauricio y Lyzette fueron llamados nuevamente a declarar, esta vez por separado. Sus testimonios fueron una muestra de la guerra familiar. Lizette aseguraba que su marido le culpaba de la muerte de Paula. Mauricio estaba convencido de que no podía haber sido un accidente y dejó trascender que “no ponía las manos en el fuego por mi esposa”.
La autopsia
El caso de Paula sigue creando controversia y su fallecimiento nunca se ha aclarado del todo. La entonces periodista y hoy senadora Lilly Téllez declaró que “el cuerpo de Paula fue puesto ahí; metido con fuerza, ya rígido y descompuesto en ese minúsculo espacio en donde era físicamente imposible que hubiera quedado atrapada mientras dormía”. Y añade: “Estuve sobre esa cama cuando llevaba 5 días muerta. La revisé, ayudé a Lizette a colocar las mantas y no había olor alguno”.
Lizette y Amanda, desde pequeñas íntimas amigas, dejaron de hablarse cuando ésta publicó su libro ¿Dónde está Paula? Netflix realizó una serie con el título Historia de un crimen: la búsqueda. El fiscal dimitió por las deficiencias con las que se llevó la investigación. Los padres se divorciaron. La madre pidió al Gobierno de México una indemnización de 25 millones de euros por “mancillar su honor” que le fue denegada. Ahora vive con su otra hija, que en una ocasión le dijo: “mamá, la gente me pregunta si no me da miedo vivir contigo después de matar a mi hermana. Pero yo no creo que lo hicieras”.
Aunque las autoridades cerraron el caso, en la memoria colectiva persiste como uno de los enigmas más intrigantes y desgarradores de México. “Todos sabemos que a Paula la mataron sus padres; se avergonzaban de ella. La niñera fue la única que lloró de verdad”.