María sigue buscando desesperada a su padre. Perdió el contacto a las nueve de la noche del martes. “No sé si se lo llevó la corriente o alguien lo ha salvado”, explica tratando de mantener la calma. Residen en la localidad valenciana de Sendoví. Allí las lluvias no fueron tan intensas, pero la ruptura de una presa cercana provocó una tromba de agua que le alcanzó y arrastró mientras caminaba por la calle. Para protegerse, se cogió con fuerza a un árbol y contactó con su hija. “Sobre las dos de la madrugada, cuando pude salir, cogí unas cuerdas para atarme y salí a buscarle, pero llegué al sitio donde me dijo que estaba y ya no había nadie”, lamenta. María lleva 24 horas a base de ansiolíticos para tratar de mantener la calma.
A Miguel Ángel lo sacaron cuando bajó el agua después de tres horas esperando. “El caudal fue bajando y los servicios de emergencias fueron coche por coche, nos metieron encima de un camión y luego, con una cuerda, nos fueron llevando a un lugar seco. Ahí nos dieron unas cosas para hacernos vomitar el fango que habíamos tragado”, relata.
En Paiporta el caos empezó antes de las 19:00h. “En cuestión de minutos, el agua pasó de los tobillos a la cintura; los coches rodaban y los contenedores descendían a una velocidad brutal”, relata Carlos, quien critica la mala gestión de la emergencia: “La alerta llegó tardísimo”.
Andrea cuenta cómo desbordó el barranco del Poyo: “En sólo diez minutos el agua subió muchísimo, no sabíamos qué hacer. La gente flotaba por el agua. Fue horrible”. Junto a otros vecinos lanzaron, desde el primer piso del edificio en el que vive, un cable para atar a las personas que se llevaba la riada: “Una mujer se lo ató en la cintura, pudimos cogerla y la pasamos al balcón de al lado. A ella la pudimos rescatar, pero ¿y a los que no?”, pregunta entre sollozos. Confiesa que no logra borrar de su mente la imagen de hombres y mujeres que no pudieron salvar.
“Es un desastre brutal. Hemos perdido nuestras casas, no podemos salir del pueblo, todo está cubierto de fango… Ya no se trata de lo material, desgracias humanas ha habido muchísimas. Es una tragedia, y no entiendo cómo las autoridades no pudieron preverlo. Estamos indignados”, relata Ferran, quien añade que aún lleva el olor del fango impregnado en su mente.
Ana es enfermera en el Hospital La Fe de Valencia y estaba trabajando cuando llegó el temporal. “Se vive con mucha angustia, ansiedad e incertidumbre”, afirma.
“Esperanza, poca”, confiesa Ami. Ella, su marido y sus hijas están bien; el temporal los sorprendió mientras estaban de escapada familiar en Madrid. Sin embargo, no han tenido noticias de su suegra, vecina de Paiporta. “Llevamos desde ayer intentando contactarla, pero no hay señal. Llamamos a una vecina, pero tampoco ha logrado localizarla. La angustia es enorme, porque desde aquí no podemos hacer nada. Mi cuñado está en Valencia capital, pero con un hijo recién nacido tiene poco margen de maniobra, y nosotros estamos atrapados en Madrid, han anulado nuestro tren. Estamos en shock. No entendemos cómo esto no se pudo evitar”.
“Es eso que siempre ves en la tele y piensas que nunca te va a pasar”, resume Ferran, aislado en su casa. Su vida, al igual que la de María y su padre, la de Carlos, Andrea, Miguel Ángel, Ana, o Rosa, la suegra de Ami, continuó ayer sin preocupación por la lluvia, ya que hasta las 20:15 nadie recibió la alerta de Protección Civil advirtiendo del peligro por las fuertes lluvias en la zona. Nunca antes un mensaje habría tenido tanto poder para proteger a la población.