Por ser mujer, muchos le presuponen que entró en la Guardia Civil siguiendo los pasos de su padre o un hermano; en definitiva, de un hombre. Pero María Isabel García no es de las que cumplen patrones. De padres gallegos, con una madre que regresó a su tierra para dar a luz, creció sintiéndose inmigrante en el País Vasco de los años 80, cuando llevar uniforme verde y tricornio no estaba bien visto, hasta el punto de llegar a ocultarlo cuando entró: “Entonces no era prudente contarlo y perdí amigas porque nos alejamos, pero también hubo alguna que se enteró y que amablemente me dijo que encantada de conocerme, pero adiós”.
Tenía 19 años y estaba en Lérida estudiando Información y Turismo cuando un conocido de su cuñada se cruzó en su camino: “Ella se quejó de su trabajo y él, que era guardia civil, le dijo con cachondeo que se presentara a las pruebas; medía 1,50, con lo que nunca pasaría la prueba. Así que me dije, pues si ella no, yo sí me presento. Y aquí estoy. Fíjate lo que es la vida”. Treinta años después, es jefa del SEPRONA en Zamora. Antes estuvo en Salamanca, Intxaurrondo, Lugo, Soria… Sólo echa de menos no haber ejercido en el extranjero, pero no ha parado. Incluso estuvo un año destinada en Madrid, en comisión de servicio para el gabinete técnico de Igualdad de la Dirección General de la Guardia Civil: “Para mí fue un antes y un después poder trabajar con Silvia Gil y Dolores Jiménez, ambas teniente coronel, pioneras y referentes. Parecíamos un triunvirato”, ríe.
En su solapa luce tres estrellas de seis puntas. ”De capitana con a”, recalca, “porque lo que no se nombra no existe”. Los suyos, los que están a su cargo, la llaman Isabel o Isa o mi capitana. En cuatro años se presentará a comandante. Y, como mucho, se ve de teniente coronel. “Y ya me va bien. Yo siempre digo que soy jefecilla, no jefaza”.
¿Las mujeres mandan distinto?
“Creo que sí. Cada una con su estilo, pero sí. Aunque yo también soy como soy porque me dan la oportunidad de ejercer así, y lo hacen mis propios compañeros. Hace treinta años no tenían la misma sintonía con nosotras. Nos trataban de forma paternalista. La primera especialidad que pedí fue la de Tráfico, pero me la denegaron porque me decían que la moto pesaba mucho y me podía caer. Ahora es algo impensable escuchar algo así. ¡Y menos mal!”.
La capitana García es una de las 8.200 mujeres que trabajan en la institución y que en la actualidad conforman un 10 por ciento de la plantilla. Para la entrevista se presentó con uniforme de servicio, el de los eventos: “Tengo la opción de ir con falda o pantalón y siempre elijo lo primero. Antes esta era una profesión masculinizada y ahora hasta el uniforme de servicio es con pantalón adaptado. Una puede ser guardia civil y ser femenina”, destaca, reivindicándose como coqueta; de labios y uñas siempre pintadas, y lazo a juego con el uniforme, imprescindible.
Así se ha ganado a las audiencias más complicadas. “Sin duda, la más difícil fue la charla que di en la prisión de Zamora”, rememora, “estaba convencida de que me iba a boicotear alguien. Así que arranqué diciéndoles: ‘Hoy vengo vestida con mi mejor imagen. Soy guardia civil y feminista’. Y funcionó”, sonríe al recordar cómo luego se le acercó más de una interna para felicitarla. También les contó su particular tercera vía.
“Soy mujer y guardia civil, mujer y feminista, mujer y sepronera”. Porque su puesto en el SEPRONA no es casual. “Siempre me gustó la conservación e intervención en la naturaleza, como poder concienciar y sensibilizar. Hace 25 años se veía un vertido en el monte y la gente lo aceptaba sin más. Ahora doy charlas en los colegios donde les cuento a los peques que el planeta está enfermo y hay que cuidarlo”.
Uno de los peores momentos lo vivió hace tres años cuando vio arder la sierra zamorana de La Culebra: “Fue un antes y un después. Mira que venía de Lugo, pero no había visto cosa igual a ese fuego. Lo llaman de sexta generación. Se quemaban hectáreas y hectáreas, teníamos que desalojar diez, once pueblos a la vez… Pero me sorprendió enormemente la capacidad de respuesta de mis compañeros. Ahí es donde se demuestra la vocación”.
¿Su siguiente objetivo? “Quiero acabar mi carrera de Arte”, contesta rápida aún teniendo más frentes abiertos: un máster de Estudios de Género, otro de Medio Ambiente… “Sólo una persona con inquietudes folclóricas se mete en tantos saraos”, explica igual de risueña que cuando habla de su trabajo: “Te aseguro que yo siempre voy contenta”; o su veteranía: “Aunque aquí no sea tan bonito, que enseguida te dicen caimán”, aclara, “y eso ni la a de ‘caimana’ lo arregla”, remata entre carcajadas.