La mejor amiga del pontífice

Sor Geneviève, la monja viral: “El Papa Francisco nos transmitió la paz y la apertura a los pobres”

Sor Geneviève, la monja amiga del Papa Francisco, rompió el protocolo para rezar entre lágrimas junto a su tumba. “Nos ha dejado un don de vida grande”, dijo, rodeada por mujeres trans a las que ayudó a conocer al Pontífice

“Por favor, dejadme, dejadme”. Sor Geneviéve, la monja amiga del Papa Francisco que se hizo viral tras rezar junto a la tumba de su gran amigo Jorge María Bergoglio, saltándose las normas del protocolo y llorando la partida del pontífice, nos pedía con una sonrisa que por favor la dejáramos. Después de que sus imágenes dieran la vuelta al mundo, en el convento en el que vive, de las Hermanas de Jesús, le han pedido discreción, y ella tampoco es amiga de dar entrevistas.

Pero Sor Geneviève, aunque intentara replegarse, no pasaba desapercibida. Había llegado a la Plaza de San Pedro acompañada por una comitiva muy especial: sus amigas, las mujeres transexuales que viven en Ostia. Un total de setenta, aunque ese día solo algunas la acompañaban en la columnata de Bernini. “Yo soy Laura, la primera mujer transexual que conoció a Francisco”, cuenta una de ellas a Artículo14, orgullosa de formar parte de ese encuentro humano que el Papa supo tejer. Las rodeaba una mezcla de respeto, afecto y protección hacia la hermana, a quien ayudaban a traducir nuestras preguntas al francés.

Porque Sor Geneviève Jeanningros, a sus 82 años, no es una monja convencional. Desde hace más de medio siglo, vive en una caravana en Ostia, un suburbio costero de Roma, junto a su compañera, la hermana Anna Amelia. Allí, en el Luna Park, un parque de atracciones, ha dedicado su vida a acompañar a los olvidados: personas transgénero, trabajadoras sexuales, feriantes y artistas del circo. Su labor pastoral se inspira en el legado de Charles de Foucauld, buscando estar “donde la Iglesia le cuesta ir” .​

“¿Qué mensaje le dio el Papa Francisco?”, preguntamos. Sor Geneviève, visiblemente conmovida, respondió sin dudar: «La paz. La paz y la apertura a los pobres». Fue todo lo que pudo decir en ese instante de emoción contenida. Los fieles, reconociéndola, le gritaban: “¡La queremos mucho!”. Ella, abrumada pero agradecida, respondía lanzando besos y sonriendo con ternura.

Sor Geneviève, durante su entrevista con Artículo14
Sor Geneviève, durante su entrevista con Artículo14. Foto: María Serrano
María Serrano

“Un don de vida grande”

Había conocido al Papa Francisco mucho antes de que fuese elegido pontífice. “Lo conocía desde hace muchísimos años, de antes de que fuera Papa. También lo conocí en Argentina”, confiesa. Aquellos encuentros dejaron huella. “Fui a verle a Argentina en tres ocasiones. Al final nos conocimos mucho y acabamos siendo grandes amigos”, revela. Y ahora, en Roma, ese vínculo se había transformado en una presencia constante: en sus visitas al Vaticano, en las audiencias, en los encuentros con su comunidad de Ostia.

Francisco confió en ella para tender puentes con personas a quienes la Iglesia tradicionalmente ha dado la espalda. La monja vivía hasta hace un año en una caravana en el suburbio romano, donde atendía desde hacía décadas a colectivos en situación de exclusión. Cuando en los últimos años llevó a sus amigas trans a conocer al Papa, él las acogió con naturalidad y afecto. Aquellos gestos, que para algunos resultaban disruptivos, para Francisco eran coherencia evangélica. “Éramos muy amigos”, repite Geneviève, emocionada.

Laura, una de las mujeres transexuales de la comunidad de Ostia, amigas de Sor Geneviève y del Papa Francisco
Laura, una de las mujeres transexuales de la comunidad de Ostia, amigas de Sor Geneviève y del Papa Francisco. Foto: María Serrano
María Serrano

Cuando le mencionamos a sus viejos conocidos de Ostia, su rostro se ilumina. “Maurizio, Patrizia, don Giovanni… seguimos trabajando juntos y colaborando por el bien de los más necesitados”, responde, orgullosa de una red tejida en las periferias. En ese universo de vida itinerante, de realidades difíciles, Sor Geneviève ha consagrado su vocación, siguiendo la espiritualidad de Charles de Foucauld: vivir entre los más pobres, sin hacer ruido, sin imponerse.

“La Iglesia debe estar donde le cuesta estar”, dijo una vez, algo que repetía el Papa Francisco. Y eso es lo que ella ha hecho. Por eso él la admiraba, por eso la recibió tantas veces en privado, por eso la escuchaba. Porque en esa mujer pequeña de ojos vivaces veía encarnado el Evangelio sin adornos, sin retórica.

“El Papa Francisco nos ha transmitido un don de vida grande, de amistad, de relación, de apertura a todos”, repite hoy en San Pedro. Esas palabras resumen no solo su vínculo con él, sino el mensaje que desea prolongar ahora que él ya no está. Porque aunque Sor Geneviève no quiera hablar con la prensa, aunque prefiera refugiarse en la discreción de su caravana, su presencia, su testimonio y sus lágrimas hablan por sí solos.

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