‘Sharenting’: cuando los likes valen más que la privacidad infantil

La práctica de compartir la vida de los hijos en redes sociales no sólo afecta la percepción que los niños tienen de sí mismos, sino que también puede deteriorar la relación con sus padres

“¡Sonríe para TikTok!”, dice una madre mientras su hija de tres años, con la cara aún cubierta de papilla, tararea una canción viral. Hace unos años, las fotos familiares se quedaban guardadas en álbumes polvorientos; hoy, en cuestión de minutos, ese video puede acumular miles de vistas.

El fenómeno sharenting -la práctica de compartir la vida de los hijos en redes sociales- puede parecer inofensivo, pero va más allá de los likes y los filtros. Hay una discusión profunda sobre la privacidad, el consentimiento y las posibles consecuencias a largo plazo. “Los niños y niñas tienen derecho a su privacidad, y los padres no deberían tomar decisiones unilaterales sobre exponer detalles de sus vidas sin considerar los efectos que esto podría tener en su futuro. Estas decisiones afectan tanto su autonomía como su reputación en un mundo cada vez más digital,” explica Luis Torres, experto en ética digital.

Desde el punto de vista legal, varios países han comenzado a abordar el problema del sharenting y la protección de la privacidad infantil. En Francia, por ejemplo, se aprobó en 2024 una reforma legal que exige el consentimiento de ambos padres antes de compartir imágenes de sus hijos. Este paso busca dar más control a los padres sobre la exposición digital de sus hijos y proteger su intimidad.

Italia, por su parte, está considerando un proyecto de ley que obligaría a los padres a registrar el uso de las imágenes de sus hijos en la Autoridad Reguladora de Comunicaciones de Italia (AGCOM). Además, si los padres obtienen beneficios económicos directos de estas publicaciones, el dinero debe ser depositado en una cuenta bancaria a nombre del niño, la cual podrá acceder al cumplir 18 años. Este proyecto también plantea la posibilidad de que, al alcanzar los 14 años, los niños puedan ejercer su derecho al olvido y solicitar la eliminación de las imágenes de su infancia que hayan sido compartidas sin su consentimiento.

En España, las leyes de protección de datos permiten que los fiscales intervengan si las publicaciones vulneran los derechos de los menores. Sin embargo, las normativas actuales no siempre siguen el ritmo vertiginoso de los avances tecnológicos. Como señala la abogada de familia Carmen Varela: “Estamos entrando en un territorio nuevo, donde la legislación no puede seguir el ritmo de la tecnología.” Ante una legislación aún en desarrollo, resulta fundamental educar a los padres sobre los riesgos y los límites de compartir contenido en redes sociales, para proteger la privacidad de sus hijos y prevenir consecuencias a largo plazo. “El problema no es solo que los padres compartan sin pensar en las consecuencias; es que están creando una identidad digital para sus hijos, sin su consentimiento. Es un robo de autonomía, disfrazado de amor,” afirma Torres. Y añade: “Los padres deben preguntarse: ¿estamos creando recuerdos o robándoselos?” La reflexión plantea un desafío ético crucial sobre la privacidad infantil en la era digital.

Cristina, madre de un niño de seis años, tiene claro su enfoque: “Quiero que mi hijo sea quien decida cómo quiere aparecer en internet. Por eso, sólo comparto fotos temporales en grupos cerrados de WhatsApp”. En el otro extremo se encuentra Sandra, madre de dos pequeños, quien, aunque consciente de los riesgos, reconoce que le compensa: “Sé que hay riesgos, pero esto también me permite conectar con otras mamás. Intento ser responsable y no dar demasiada información”.

Los expertos coinciden en que el control sobre la información compartida en redes sociales se escapa fácilmente de las manos. Publicar datos como la ubicación o el nombre del colegio es comparable a entregar un mapa a personas con malas intenciones. Con sólo un par de publicaciones imprudentes, un menor puede quedar expuesto a riesgos graves. Aunque esta información pueda parecer inofensiva, puede ser utilizada de manera peligrosa, y las consecuencias, muchas veces, son difíciles de prever.

La huella digital que estamos dejando a nuestros hijos constituye un legado sin su consentimiento. Según un estudio reciente del Pew Research Center -institución estadounidense reconocida por realizar grandes investigaciones y análisis sobre temas sociales, políticos, tecnológicos y económicos- un 59% de los adolescentes ha experimentado acoso en internet, muchas veces relacionado con contenido personal compartido sin su permiso. Además, la llegada de la inteligencia artificial ha facilitado la manipulación de imágenes y videos con fines malintencionados. El informe State of Deepfakes (2023) revela que el uso de estas tecnologías para alterar imágenes o videos ha crecido un 400% en sólo un año, lo que aumenta los riesgos de que el contenido compartido de manera inocente sea utilizado de forma siniestra. Esta situación subraya la creciente amenaza de la invasión de la privacidad en un mundo digital cada vez más complejo.

Los depredadores que se esconden detrás de una IP y los casos de robo de identidad son amenazas crecientes en el mundo digital. Según un informe de la organización británica Internet Matters, las fotos de niños compartidas en redes sociales pueden ser utilizadas en foros de explotación infantil o incluso para crear perfiles falsos.

Pero hay más. A medida que los niños crecen, pueden comenzar a sentirse incómodos por la exposición pública de momentos privados de su vida. Juan Pablo, de 16 años, recuerda cómo unos compañeros de clase encontraron una foto suya de cuando tenía tres años disfrazado de unicornio. “Mi madre pensó que era gracioso, pero para mí fue humillante. Se burlaron de mí y me pusieron un mote que aún me persigue”, relata.

El sharenting tiene un impacto directo en la autoestima de los menores. “Es crucial que los niños se sientan respetados en su autonomía. Cuando los padres desoyen sus sentimientos sobre el sharenting, envían el mensaje de que su opinión no importa”, concluye Torres. Esta dinámica no sólo afecta la percepción que los niños tienen de sí mismos, sino que también puede deteriorar la relación con sus padres. Ante esta realidad, los expertos aconsejan a los padres que sean más conscientes y responsables al compartir contenido sobre sus hijos. Sólo así protegerán su bienestar emocional y garantizarán su privacidad en un entorno digital cada vez más salvaje.

Tips para un Sharenting responsable

Privacidad ante todo: Configura tu cuenta en redes sociales para limitar la visibilidad de tus publicaciones, asegurándote de que sólo familiares y amigos cercanos puedan verlas.

Descontextualiza las imágenes: Evita incluir detalles como nombres completos, direcciones, ubicaciones o rutinas diarias. Protege la identidad de tu hijo para evitar que terceros malintencionados usen esta información.

No al contenido embarazoso: Lo que puede parecer gracioso para ti hoy, podría ser humillante para tu hijo mañana. Piensa en el impacto que podría tener en su bienestar emocional en el futuro.

Piensa a largo plazo: Reflexiona sobre cómo una publicación puede afectar a tus hijos cuando crezcan. Lo que hoy se comparte como algo inofensivo, podría ser un motivo de vergüenza o acoso más adelante.

Consulta con tus hijos e hijas: Si tienen la edad suficiente, pregúntales antes de compartir fotos o videos de ellos. Respetar su consentimiento es fundamental para proteger su autonomía.

Recuerda: la discreción puede ser una de las mayores muestras de amor parental. Los recuerdos más valiosos no requieren validación externa; son patrimonio de quienes los viven, no de quienes los observan desde lejos.

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