La Experta

Rocío Lacasa: “El concepto `carpe diem´ ha cobrado una nueva dimensión”

La psicóloga Rocío Lacasa reflexiona sobre el cambio social que hemos experimentado tras cumplirse cinco años del confinamiento

El confinamiento redujo nuestro mundo a las paredes de nuestros hogares durante más de 75 días. El 14 de marzo la situación de pandemia nos obligó a recluirnos en nuestras casas, para salir sólo a lo estrictamente necesario. Cuando se cumplen cinco años de una situación que marcó la historia mundial, Rocío Lacasa (Madrid, 1982) psicóloga especializada en ansiedad y estrés, con centro privado , y creadora de diversos sistemas digitales de meditación y psicología nos sitúa de qué manera nos ha cambiado el COVID.

¿En qué nos ha cambiado más el haber pasado por una pandemia?

La pandemia de COVID-19 ha dejado una huella profunda en nuestra psique colectiva e individual. Los efectos psicológicos han sido multifacéticos, con un aumento de la ansiedad, el estrés postraumático y la depresión, pero también con un fortalecimiento de la resiliencia y una mayor conciencia sobre la importancia de la salud integral. El aislamiento, la incertidumbre y el cambio en nuestras relaciones interpersonales han alterado nuestras formas de pensar y sentir, empujándonos a adaptarnos a nuevas realidades, por ejemplo, a través de la digitalización. El resultado final es una sociedad más consciente de sus vulnerabilidades psicológicas, pero también más capaz de buscar soluciones flexibles encontrar un propósito en medio de la adversidad.

Quiero resaltar que la diferencia en cómo las personas enfrentaron la pandemia y desarrollaron resiliencia o no, radica en una combinación de factores psicológicos, sociales y contextuales, más que en una cuestión de “falta de actitud” o debilidad. Aquellos que desarrollaron resiliencia, en muchos casos, contaron con un entorno de apoyo, ya sea emocional, familiar o social, que les permitió procesar y afrontar los retos con mayor facilidad. Además, factores como el acceso a recursos psicológicos y una visión positiva de la vida también influyeron. En contraste, quienes no lograron superar las secuelas con la misma facilidad enfrentaron mayores desafíos: falta de redes de apoyo, condiciones económicas precarias, tener determinadas profesiones o antecedentes de salud mental ya vulnerables. La pandemia, al igual que otras crisis, afectó de manera diferente a cada individuo, y la capacidad de adaptación no depende sólo de la fuerza personal, sino de un entramado complejo de circunstancias, momentos vitales y experiencias previas.

¿Somos más “disfrutones”, queremos aprovechar más el tiempo, se ha instaurado el carpe diem?

Podríamos decir que el concepto de “carpe diem” ha cobrado una nueva dimensión. La fragilidad de la vida, expuesta por la crisis sanitaria, llevó a algunos a buscar intensamente el disfrute inmediato, priorizando hobbies, viajes o tiempo con la familia. Sin embargo, este impulso hedonista no fue universal. Mientras algunos se lanzaron a vivir al máximo, otros optaron por simplificar sus vidas, reevaluando sus prioridades y buscando un significado más profundo, a través de por ejemplo, actividades de autorreflexión o contribuciones altruistas. El miedo a la muerte y la incertidumbre también impulsaron una reflexión sobre lo que realmente importa y una tendencia a valorar y disfrutar de aspectos de la vida que antes dábamos por hecho.

Pero no todos respondieron de la misma manera. Para algunas personas, la pandemia pasó sin dejar huella. Simplemente continuaron con su rutina diaria, sin alterar mucho su forma de vivir. Para ellos, el “carpe diem” fue una noción que no trascendió más allá del momento, sino un cambio fundamental en su forma de pensar o de actuar. En definitiva, mientras algunos encontraron un propósito más profundo, otros vivieron la pandemia sin mayores transformaciones, navegando por ella sin adentrarse en una reflexión significativa.

¿Mucha gente fue más consciente del valor del tiempo, del teletrabajo, de los vínculos emocionales?

Definitivamente, la pandemia nos obligó a reevaluar muchas cosas, y el valor del tiempo se convirtió en una de las principales reflexiones. El teletrabajo, por ejemplo, permitió que muchas personas vieran que la productividad no necesariamente depende de estar en una oficina, sino de cómo se gestionan las horas y el bienestar personal. Sin las largas jornadas de desplazamiento, muchos redescubrieron la importancia de tener tiempo para sí mismos, para la familia o para hobbies que antes descuidaban. Sin embargo, este cambio también trajo nuevos desafíos, como la dificultad de separar lo personal de lo laboral, lo que generó estrés y agotamiento.

En cuanto a los vínculos emocionales, el distanciamiento social nos hizo más conscientes de lo esenciales que son las relaciones cercanas. La pandemia profundizó nuestra necesidad de conexión, haciendo que muchas personas valoraran más el tiempo con los seres queridos, mientras que otras enfrentaron el desafío del aislamiento social. Esto también evidenció la importancia de los lazos afectivos en la salud mental, y hoy en día, más que nunca, se reconoce que los vínculos no son sólo un aspecto importante de nuestras vidas, sino fundamentales para nuestro bienestar.

¿Hay más visitas a los psicólogos, tenemos más consciencia de la salud mental?

Sí, la pandemia ha tenido un impacto profundo en nuestra consciencia sobre la salud mental. El aumento de las visitas a los psicólogos refleja un cambio de paradigma en la percepción de la psicoterapia. La crisis sanitaria nos obligó a enfrentar nuestras emociones de manera más directa, lo que llevó a una mayor apertura para buscar ayuda profesional. La salud mental pasó a ser una prioridad. La normalización de la terapia y el autocuidado se convirtieron en tendencias, impulsadas por la necesidad de lidiar con la ansiedad y el estrés. Además, el entorno virtual permitió que más personas accedieran a apoyo, sin barreras geográficas. La pandemia dejó claro que la salud mental es un asunto personal y colectivo, y que no hay salud sin salud mental.

¿Cómo afectó el COVID a las relaciones de pareja?

El COVID-19 tuvo un impacto profundo en las relaciones de pareja, y sus efectos variaron según la situación de cada uno. Para las parejas que convivían, el confinamiento les obligó a pasar mucho más tiempo juntas, lo que, en muchos casos, fortaleció sus vínculos, pero también puso a prueba su capacidad para gestionar el estrés y la convivencia continua. Algunos aprovecharon este tiempo para conectar a un nivel más profundo, mientras que otros vieron cómo las tensiones acumuladas aumentaban, llevando a conflictos o, en algunos casos, a una ruptura.

En cuanto a las parejas que no convivían, el aislamiento las forzó a adaptarse a nuevas formas de comunicación, como las videollamadas, lo que, para algunos, fortaleció su conexión emocional. Sin embargo, también generó dificultades, como el sentimiento de desconexión física y la frustración por no poder compartir momentos cotidianos. En general, las parejas que pudieron adaptarse a la situación, manteniendo comunicación abierta y buscando nuevas formas de compartir tiempo, pudieron sobrevivir a la crisis con mayor éxito. Pero para muchas, el estrés y la incertidumbre fueron factores que impactaron directamente la calidad de la relación.

 ¿Crees que somos más felices ahora que hace cinco años?

La felicidad es una construcción subjetiva, pero la pandemia nos hizo replantearnos el concepto. Psicológicamente, aumentó la consciencia sobre lo efímera que puede ser la vida, lo que impulsó a algunas personas a reevaluar lo que realmente les hace felices. La gente comenzó a valorar más el tiempo con sus seres queridos, el tiempo para sí mismos y el equilibrio emocional, en lugar de la búsqueda frenética de logros o éxito material. Sin embargo, las tasas de ansiedad y depresión aumentaron significativamente, lo que muestra que, aunque hay un cambio en la forma en que percibimos la felicidad, también enfrentamos nuevos desafíos.

 ¿Qué hemos aprendido como sociedad?

Lo que hemos aprendido es que, como sociedad, somos mucho más vulnerables de lo que pensábamos, pero también increíblemente resilientes. La pandemia nos enseñó a ser más conscientes de nuestra salud mental y a aceptar la incertidumbre como parte de la vida. También se hizo evidente la importancia de la flexibilidad, la cooperación y el apoyo mutuo. Nos hizo cuestionar nuestra relación con el tiempo, la vida y el otro. Lo que está claro es que somos más interdependientes de lo que creíamos, y que, a pesar de la adversidad, la comunidad y la conexión son esenciales para nuestra supervivencia emocional.

TAGS DE ESTA NOTICIA