¿Qué se juega la Iglesia en este cónclave?

Serán necesarios 89 votos para que surja el nombre del nuevo Papa, que tendrá en su mano el dar o no continuidad a la Iglesia de Francisco

Vista de una silla vacía en la basílica de San Pedro, donde se espera que se trasladen los restos mortales del papa Francisco este miércoles desde la capilla de la Casa Santa Marta, en Roma, Italia.
EFE/ Giuseppe Lami

133 cardenales se preparan, estos días, –134 si contamos las reivindicaciones de Angelo Becciu– para vivir uno de los momentos más decisivos de la historia contemporánea de la Iglesia: el cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, cuyo pontificado ha impulsado una ‘Iglesia en salida’ y que ha sido capaz de integrar la justicia social y la ecología en la doctrina. Todo ello, además, salpicado por unos procesos sinodales que han suscitado diversas reflexiones sobre el ministerio episcopal, pero, también, sobre el papel del laicado.

89 votos serán los necesarios para que surja el nombre del nuevo Papa, que tendrá en su mano el dar o no continuidad a la Iglesia de Francisco, sobre todo en lo que se refiere a su postura ante determinados asuntos sociales. Por ejemplo, ¿continuará el nuevo Papa con la apertura hacia los divorciados vueltos a casar? ¿Retomará el debate sobre el diaconado femenino? ¿Continuará el camino de Francisco en lo que se refiere al diálogo con otras religiones? Sin olvidar que un cambio de estilo diplomático repercutirá de forma directa en asuntos como la protección de minorías cristianas en Medio Oriente, Cuba o China, así como en la política internacional sobre migración y derechos humanos. Del mismo modo, el nuevo Papa deberá coger el testigo de la gestión de la crisis de los abusos en la Iglesia, tema capital en el pontificado de Francisco.

Los portadores llevan el ataúd que contiene el cuerpo del Papa Francisco durante el funeral del pontífice en la Plaza de San Pedro, en el atrio de la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano, el 26 de abril de 2025.
EFE/EPA/ETTORE FERRARI

Por todo ello, la elección no será fácil. Y es que no solo el colegio cardenalicio carece, actualmente, de una personalidad tan carismática como la de Francisco, sino que, además, es el cónclave al que más cardenales están convocados: en los últimos cónclaves (1978, 2005, 2013) los colegios oscilaban entre 111 y 118 electores, y las elecciones se resolvieron entre 4 y 8 votaciones, lo que se traducía en un plazo de 1 a 3 días. Con un número ligeramente superior en 2025, y con cardenales llegados a Roma desde los cuatro puntos cardinales, es posible que la elección se alargue unos días.

Además, juegan con el factor de que, a estas alturas, la mayor parte de los cardenales pueden identificarse muy alineados con la sinodalidad de Francisco, su apuesta por la justicia social y apertura pastoral; o como conservadores, es decir, los que ponen su mirada en la disciplina de los sacramentos y la liturgia. Entre estos dos grupos se dividirán los primeros votos. Hay cardenales de economías fragilizadas en África y Asia que añoran la opción preferencial por los pobres; obispos de Europa y América Latina que aplauden la sinodalidad; prelados de Estados Unidos y Polonia que piden un endurecimiento moral y litúrgico. Ahora bien, ¿se inclinará la balanza? Lo más probable es que ningún candidato extremo se lleve la mayoría, por lo que, después de varias votaciones, es más que posible que se busque el consenso con un candidato más moderado.

Los cardenales asisten a la misa funeral del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, el 26 de abril de 2025.
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La cuestión no es, entonces, si será un cónclave ágil o si se extenderán las votaciones si los cardenales son capaces de afinar rápidamente sus equilibrios, ya que, aunque cada bando tiene su propia corte de cardenales, ninguno presenta un candidato estrella con perfil global. Por este motivo el proceso previo al cónclave, el de las Congregaciones Generales, es fundamental: en ellas, los purpurados tienen la oportunidad de conocerse, de exponer su visión de la Iglesia y del mundo en los discursos que estos días están ofreciendo. Empiezan aquí las reflexiones y los pactos, así como las decisiones a tomar antes de entrar a la Capilla Sixtina.

Por tanto, aunque los cardenales deban afinar sus cálculos y quizá encaren hasta ocho escrutinios, no cabe esperar un cónclave interminable. Lo que es seguro es que será un proceso intenso, tejido de equilibrios entre tradición y reforma, entre periferias y curia, entre prisa institucional y latido espiritual. La Iglesia se juega aquí su credibilidad moral, su acento pastoral y su proyección internacional. Y cuando al fin suene el “Habemus Papam”, la Iglesia habrá decidido no solo un nombre, sino el pulso de su futuro.

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