Porque ser feliz es urgente

Las heroínas históricas han sido las mujeres Trans y lesbianas que iniciaron la lucha

Antes era en Chueca, ahora es en todo Madrid. La libertad para ser lo que cada uno quiera, en los últimos años, ha traspasado las fronteras del barrio que llamaban de “chisperos” para hacerse fuerte en cada plaza, en cada calle, en cada hogar. Toda España es hoy un inmenso ejemplo de respeto a la diversidad. Y, esto, gracias a la mayoría de una sociedad que siempre ha visto que nada hay que importe tanto como el amor. Y no me refiero, o no solo, al amor entre iguales, ni al amor romántico, no. Hablo del amor a los demás. Del respeto por las circunstancias, características y gustos de cualquiera.

Esto de ser “marica”, como nos llamaban a tantos en el patio del colegio, hasta hace no tanto era considerado una anomalía, una enfermedad y una vergüenza absoluta. Eso nos decían. En 1969, en un bar como tantos de Nueva York, pero con público LGTB, los abusos por parte de quienes se consideraban normales y más fuertes hacia los que eran de verdad normales y más fuertes que ellos, pero por resilientes, se convirtió en el inicio de una lucha que nos ha traído hasta aquí, cuando seguimos reivindicando la normalización de lo que simplemente es normal. El bar se llamaba Stonewall, los malos eran policías corruptos. Las heroínas mujeres Trans y lesbianas que dijeron basta e iniciaron la lucha.

Mujeres valientes como las que en el “mayo de 1968” en París, cosieron a sus pancartas verdades inmensas sobre la liberación de quienes simplemente queremos a iguales. Que digo yo que, si Dios nos creó a todos iguales, y a su imagen y semejanza, lo de amar a un igual se da por supuesto. ¿No? Además, en el amor todo vale y todos los amores valen lo mismo. Incluso los de una noche. Feministas que no dudaron en entreverar sus reivindicaciones, todas importantes, con las nuestras. Feministas a las que no podemos dejar de dar las gracias. Mujeres que, habiendo o no nacido mujeres, desde 1969, junto a hombres de todo tipo, lo que siguen reivindicando, por lo que seguimos alzando la voz, es por el derecho de cualquiera a ser precisamente eso, lo que quiera. Siempre.

En occidente toca bailar porque claro que se ha conseguido la igualdad. O casi. Porque en democracia siempre andamos a un casi de conseguirlo todo. Pero ni podemos dejar de mimar todo aquello que costó tanto, ni nos podemos permitir que se dé ni un paso atrás. Además, quienes hemos nacido en lugares tranquilos, en tiempos de paz, con casi todo regalado, tenemos la obligación de, al menos, convertirnos en espejo para que otros se puedan mirar, en refugio de abrazos para que puedan soñar. Todavía hay muchos países en los que lo mío, lo nuestro, porque defender la libertad nos interpela a todos, es delito y sinónimo de escándalo y muerte. Por eso atravesar Madrid, París o Nueva York es importante y necesario. Porque es un símbolo. Y los símbolos no se queman. Ni se tiran a papeleras. Y si, además, se puede hacer bailando, mejor. Porque ser feliz es urgente. Y bailar un antídoto contra la melancolía. Ames a quien ames. Quieras lo que quieras.

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