Solo por el hecho de ser mujer, podría ser diagnosticada de cáncer dos años más tarde que un hombre con los mismos síntomas. Solo por el hecho de ser mujer, podría ser diagnosticada de diabetes cuatro años más tarde que un hombre con los mismos síntomas. Y así, solo por el hecho de ser mujer, con más de setecientas patologías. El sesgo de género en la atención médica existe. La infravaloración de sus síntomas, la falta de estudios específicos sobre sus enfermedades y la creencia de que sus dolencias son psicológicas, son algunos de los factores que contribuyen a un diagnóstico tardío.
A Carmen Castro casi la mata el hecho de ser mujer. Durante meses acudió al médico por dolores agudos en el pecho y una fatiga extrema. “Me decían que probablemente era estrés y que necesitaba descansar más. Nunca me tomaron en serio”, relata a Artículo14. Tras casi un año de consultas médicas infructuosas, finalmente le realizaron una prueba cardiovascular que reveló que padecía una enfermedad coronaria avanzada. “Fue un shock”, recuerda. “Viví durante meses con una afección grave que pudo haberme costado la vida, simplemente porque nadie se tomó el tiempo de investigarlo a fondo desde el principio”. Su caso no es aislado. Los infartos y las enfermedades coronarias presentan desafíos específicos. Se ha demostrado que los síntomas de los ataques cardíacos varían entre mujeres y hombres, pero apostamos a que solo conocen los más comunes en ellos: dolor intenso en el pecho, adormecimiento del brazo izquierdo… En nosotras, los síntomas suelen ser más sutiles: náuseas, dolor de espalda o fatiga.
Existe una realidad sin paliativos: este desconocimiento nos mata
“Enfocar la investigación solo en los hombres puede aumentar la mortalidad en mujeres. Tratarlas como si fueran hombres en términos de investigación y tratamiento ignora las diferencias fisiológicas y hormonales entre ambos sexos, lo que puede derivar en diagnósticos erróneos o tardíos”, afirma la Dra. Josefa Giménez-Bonafé, investigadora de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Barcelona”.
Invisibilizar a las mujeres tiene un impacto significativo en la salud pública. Lo que no se investiga, no avanza. Lo que no se contempla, no existe. “Históricamente, los estudios se han centrado en hombres, lo que puede derivar en tratamientos menos efectivos o incluso perjudiciales para nosotras. Es fundamental incluir a más mujeres en la investigación médica para garantizar que reciban la misma calidad de atención que los hombres”, afirma la Dra. Giménez-Bonafé.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya alertó en 2020 que muchas enfermedades que afectan predominantemente a las mujeres, como el lupus, la fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica, suelen ser mal diagnosticadas o subestimadas. Como resultado, muchas pacientes reciben diagnósticos tardíos o, lo que es peor, son tratadas con condescendencia, atribuyéndose sus síntomas a problemas emocionales o psicológicos.
Y otra realidad incontestable: casi todos nuestros síntomas terminan en el ‘cajón de sastre’ de la ansiedad. Un estudio publicado en el British Medical Journal reveló que las mujeres tenemos más probabilidades que los hombres de recibir diagnósticos psiquiátricos antes de que se investiguen de manera exhaustiva los síntomas físicos. Carla es un ejemplo de esa estadística: tiene 35 años y lleva más de un año sufriendo fuertes dolores abdominales y problemas digestivos, en un peregrinaje infructuoso por distintos especialistas que le sugirieron que su problema principal era estrés. “Me decían que estaba demasiado ansiosa y que probablemente eso afectaba mi sistema digestivo. No importaba cuántas veces insistiera en que no me sentía ansiosa, siempre era lo mismo: me recetaban un ansiolítico y me mandaban a casa”, relata resignada. Sin saberlo, estaba tratando una enfermedad inflamatoria intestinal crónica con ansiolíticos e infusiones de hierbas. “Perdí un año entero sufriendo y sintiéndome culpable porque me hicieron creer que el problema era mi salud mental”. El caso de Carla no es aislado. “Existe una tendencia a recetar más psicofármacos a las mujeres. Los estereotipos de género, la carga de trabajo no remunerado o la violencia de género influyen en la percepción médica, atribuyéndoles estrés o ansiedad por estos motivos, ignorando la patología subyacente”, explica Giménez-Bonafé.
El filósofo y científico Thomas Kuhn afirmó que la ciencia no es completamente objetiva, sino una construcción social. Por lo tanto, es responsabilidad de todos dirigir los esfuerzos hacia la mejora de la atención médica y la calidad de vida de las mujeres.
“La solución requiere un enfoque integral. Es fundamental que las agencias reguladoras implementen políticas que exijan la inclusión equitativa de mujeres en los ensayos clínicos. Además, los organismos de financiación deben priorizar estudios que investiguen las diferencias de género. La educación y concienciación de los profesionales de la salud sobre la importancia de incluir a mujeres en estas investigaciones es clave”, concluye Giménez-Bonafé.
El sesgo de género en la atención médica es una realidad innegable, una forma más de discriminación que las mujeres enfrentamos en nuestro día a día.