Vivimos en una era digital donde todo, incluso un smoothie, queda retratado. Todo, menos nosotras. Le animo a que coja su smartphone y eche un vistazo a todas sus fotos familiares. Probablemente, no aparezca en ninguna de ellas, aunque también estuvo en esa playa, en ese cumpleaños y en ese encuentro familiar. Pero ya es tarde.
Las madres, a menudo, somos las fotógrafas oficiales de la familia. Pero aquí viene el plot twist: cuando somos nosotras las que sacamos las fotos, nos convertimos en las ausentes. Mientras nuestro objetivo enfoca la escena, nos quedamos fuera del encuadre. “Ese rol de cuidadoras que asumimos desde pequeñas nos saca a menudo del centro. Es un papel que tiende a invisibilizarnos en los momentos familiares, ya que muchas veces estamos más centradas en capturar los recuerdos de los demás, en asegurarnos de que todo esté en orden o en cumplir con las expectativas de cuidado”, explica la psicóloga Natalia Morales.
Este ADN social también se refleja en las fotos familiares en las que sí aparecemos: “A menudo noto que las mujeres, especialmente las madres, tienden a colocarse en posiciones de ‘cuidadoras’ dentro de las fotos familiares. Se sitúan detrás de sus hijos o de sus parejas, como si su papel principal fuera sostener a los demás, pero no necesariamente ser el centro de atención. Esto revela mucho sobre cómo, como sociedad, hemos asignado a las mujeres el rol de cuidadoras y facilitadoras, a veces relegando su propia identidad y presencia”, cuenta Rebeca López Noval, fotógrafa especializada en acompañamiento fotográfico para mujeres.
La presión de la apariencia, como un código no escrito, es otra de las razones que provoca que nunca nos sintamos lo suficientemente cómodas para ser fotografiadas. “A lo largo de nuestra vida, hemos sido condicionadas a pensar que nuestro valor está ligado a cómo nos vemos. Las mujeres enfrentamos presiones constantes para cumplir con estándares de belleza imposibles de alcanzar, lo que genera una relación compleja con nuestra imagen. No salir en las fotos a menudo tiene que ver más con el miedo a no encajar en esos moldes que con el acto de fotografiarse en sí mismo. Nos preocupa ser juzgadas, no solo por los demás, sino también por nosotras mismas”, señala López Noval.
Y es ahí cuando empiezan las evasivas. ‘No me veo bien’,’no estoy maquillada’, ‘tengo que perder peso’, ‘no soy fotogénica’… “Son excusas que provienen de una narrativa social que nos dice que solo ciertos cuerpos merecen ser fotografiados. Sin embargo, detrás de esas razones muchas veces se encuentra el miedo a ser vistas de verdad, a mostrarse sin máscaras”, explica la fotógrafa.
Porque las fotos son un legado visual. “Un registro de quiénes somos y de cómo nos sentimos en diferentes etapas de la vida. Muchas veces no apreciamos su valor en el momento presente, pero con el tiempo esas imágenes se convierten en recuerdos esenciales, no solo para nosotras, sino también para quienes nos rodean. Fotografiarte hoy es un regalo que te haces para el futuro”, sostiene López Noval.
En términos de salud mental, esta falta de representación en las fotografías puede provocar varios efectos en las mujeres. “Las fotos son un reflejo visual de la pertenencia y del valor dentro de la estructura familiar. Sentirse excluida o no ver reflejada su participación en la memoria familiar puede generar sentimientos de invisibilidad y falta de reconocimiento. Con el tiempo, esta ausencia visual puede afectar el sentido de pertenencia y la validación de su rol en la familia, lo que impacta negativamente en la autoestima”, añade Natalia Morales, psicóloga.
Rebajar las expectativas y la autoexigencia es el camino a seguir. “En mis sesiones fotográficas, el objetivo no es crear una versión ‘perfecta’, entendiendo ‘perfecta’ como el conjunto de cualidades que marcan el estándar. El objetivo es capturar la esencia, lo real, lo que hace a cada mujer única. Y eso, lejos de generar insatisfacción, trae consigo una sensación de empoderamiento”, apunta López Noval.
Es prioritario cambiar el enfoque y establecer nuevas dinámicas familiares que fomenten una mayor inclusión de las mujeres en las fotografías. “A nivel familiar, es crucial distribuir de manera más equitativa las responsabilidades durante los eventos, permitiendo que las mujeres también disfruten y sean protagonistas de esos momentos. También es útil que otros miembros de la familia, especialmente los hombres, sean conscientes de este fenómeno y, de manera proactiva, inviten a las mujeres a participar en las fotos”, concluye Morales.
Normalicemos la imperfección: las fotos no tienen que ser perfectas, sino reflejar la realidad y la esencia de los momentos compartidos. Las mujeres merecemos estar en esas imágenes. Así que, asegurémonos de que en el futuro no solo capturamos los momentos, sino también a las increíbles mujeres que los hacen posibles.
¿Ponemos el objetivo en nosotras? Enfócate y comparte tu foto en redes. Visibilicémonos. #CreadorasDeRecuerdos