¿Por qué El Vaticano es considerado un país?

El Vaticano es el país más pequeño del mundo, además de tener mucho poder, es reconocido por los países más importantes del mundo

Vaticano - Internacional
Una emblemática fotografía del Vaticano
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Situado en el corazón de Roma y con menos de medio kilómetro cuadrado de superficie, la Ciudad del Vaticano es el Estado independiente más pequeño del mundo. A pesar de su tamaño, cuenta con todos los elementos que definen a una nación, como son: territorio, gobierno, población —aunque reducida— y soberanía. Por eso mismo es a todos los efectos un país reconocido por la comunidad internacional. Pero vamos a profundizar más en ello, porque hay muchos detalles que hacen grande a este pequeño territorio.

El Vaticano es el país más pequeño del mundo, pero es reconocido como tal, además de recoger mucho poder dentro de sus fronteras.

¿Cómo nació el Estado del Vaticano?

La existencia del Vaticano como país es relativamente reciente. Se estableció oficialmente en 1929 con la firma del Tratado de Letrán entre la Santa Sede y el Reino de Italia. Este acuerdo puso fin a un largo conflicto surgido tras la unificación italiana, cuando los Estados Pontificios quedaron absorbidos por el nuevo Estado italiano. Con los pactos, el Papa renunció a sus antiguos dominios a cambio del reconocimiento de un territorio propio, donde pudiera ejercer su liderazgo espiritual y político con total independencia.

De hecho, el Vaticano es una monarquía absoluta de carácter teocrático. El Papa, como jefe del Estado, concentra el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Gobierna no solo sobre el territorio vaticano, sino también sobre la Santa Sede, que es la entidad jurídica que representa al gobierno central de la Iglesia Católica en todo el mundo. La elección del Papa está en manos del Colegio Cardenalicio. Mediante un cónclave secreto como el que tendrá lugar para sustituir a Francisco I, los cardenales votan hasta alcanzar una mayoría de dos tercios. Esta figura no solo lidera a los católicos, sino también a un país soberano con voz propia en la arena internacional.

Al ser una ciudad-Estado, el Vaticano no tiene subdivisiones administrativas ni necesita designar una capital formal: todo su territorio es, de facto, su centro político, religioso y cultural. Monumentos como la Basílica de San Pedro, los Museos Vaticanos o la Capilla Sixtina no solo tienen valor artístico y espiritual, sino también institucional.

Relaciones diplomáticas activas

Estados Unidos y otros países reconocen al Vaticano como un Estado soberano. Desde 1984, Washington mantiene relaciones diplomáticas plenas con la Santa Sede, con las que coopera en temas globales como libertad religiosa, derechos humanos o lucha contra la trata de personas.

A pesar de no contar con una economía productiva convencional, el Vaticano mantiene su soberanía gracias a su capacidad de actuar en la esfera internacional. Emite pasaportes, firma tratados, tiene una guardia armada propia (la Guardia Suiza) y una red de embajadas bajo la figura de nunciaturas apostólicas.

Un Estado con propósito espiritual

Más allá de la política, el Vaticano cumple una función única: servir como centro espiritual del catolicismo. Su existencia independiente garantiza la autonomía de la Iglesia para actuar libre de injerencias externas, desarrollar su obra caritativa y ofrecer un lugar de peregrinación para millones de fieles.

Este estatus también fortalece el rol del Papa como mediador en conflictos internacionales, voz en foros globales y referente moral en temas de paz, justicia y derechos humanos. Por eso mismo la figura del papa tiene tanto poder y es tan vital su elección acertada.

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