La reciente aprobación del Reglamento 2025/40 del Parlamento Europeo y del Consejo ha desatado una intensa controversia en el sector de la hostelería. Esta ley de bares y restaurantes, que entrará en vigor el próximo año en todos los países de la Unión Europea, promete transformar radicalmente los hábitos cotidianos de millones de europeos.
Lo que comenzó como una estrategia para reducir el impacto ambiental del plástico amenaza ahora con alterar uno de los ritos sociales más extendidos en España: el desayuno en una terraza.
La ley de bares y restaurantes prohíbe monodosis habituales
En virtud de esta nueva ley de bares y restaurantes, quedarán prohibidos muchos de los envases monodosis que se utilizan habitualmente en cafeterías, bares y restaurantes.
Entre ellos, los siguientes:
- Los populares sobres de azúcar
- Los envases individuales de leche
- Los tarritos de mermelada y mantequilla
- Las porciones de kétchup, aceite o vinagre
El objetivo es claro: reducir la presencia de envases de plástico y minimizar el riesgo de que estos productos acaben como microplásticos en el medio ambiente.
Sin embargo, el alcance práctico de esta ley de bares y restaurantes ha generado una ola de descontento tanto entre los profesionales del sector como entre los propios clientes. Para muchos, la eliminación de estos pequeños envases no solo complica la logística diaria de los establecimientos, también compromete cuestiones esenciales como la higiene y la comodidad del consumidor.
El desayuno, epicentro del malestar

La ley de bares y restaurantes afecta directamente a una de las experiencias más comunes y valoradas por los ciudadanos: el desayuno fuera de casa. En muchos casos, la preparación de un café con leche, una tostada con mermelada o simplemente un sobre de azúcar es parte de una rutina automatizada, casi ritual. Cambiar este sistema implicará un esfuerzo de adaptación que no todos están dispuestos a asumir con docilidad.
Los hosteleros se muestran preocupados por la implementación técnica de la norma. La retirada de envases individuales obligará a establecer sistemas alternativos, como recipientes comunes o dispensadores. Eso plantea serios retos en términos de limpieza, reposición y control de residuos. Según denuncian desde el sector, esta ley de bares y restaurantes no ha tenido en cuenta el día a día real de los negocios de hostelería. En particular, los más pequeños.
Uno de los argumentos más repetidos en contra de esta ley de bares y restaurantes es el riesgo que supone para la higiene en los establecimientos. Sustituir envases monodosis por recipientes compartidos genera inquietud entre muchos clientes, que temen un descenso en los estándares sanitarios.
El espíritu ecológico de la ley de bares y restaurantes es incuestionable. Sin embargo, los críticos consideran que se ha aplicado con una rigidez excesiva, sin evaluar adecuadamente sus efectos colaterales. El equilibrio entre sostenibilidad y salubridad parece, en este caso, inclinarse peligrosamente hacia el primero. A fin de cuentas, sacrifica parte de la experiencia del consumidor.
¿Más residuos, no menos?

Paradójicamente, algunos expertos señalan que la ley de bares y restaurantes podría derivar en un efecto contrario al deseado. La eliminación de envases pequeños obligará a utilizar otros más grandes que, si no se consumen por completo, contribuirán al desperdicio alimentario. En lugar de reducir los residuos, se estaría incentivando un tipo diferente de ineficiencia medioambiental.
Desde el medio polaco Polski Observator ya se han hecho eco de estas críticas. Muchos ciudadanos europeos dudan de que esta nueva ley de bares y restaurantes logre realmente sus objetivos medioambientales. Más bien, consideran que entorpece innecesariamente el funcionamiento de negocios que ya se encuentran sometidos a una enorme presión económica y organizativa.