Amanece en Paiporta con amenaza de lluvias. La Aemet ha elevado a naranja la alerta y aunque las lluvias aún son tímidas, se espera una gran descarga de agua a lo largo de este miércoles.
En la céntrica calle Benlliure, pasado el barranco, una vecina que lo ha perdido todo observa todas las alcantarillas de su calle abiertas. Abiertas, pero inmóviles: el agua no cruza los metros de barro que se han quedado encajados en los conductos.
En la misma calle hay dos ramos de flores colgados en las verjas: han fallecido dos personas. La hija de una de ellas arrastra los pies mientras vuelve a casa desde un punto de voluntarios cargada con garrafas de agua.
“La casa está empapada y no la podemos secar. Estas casas no tienen calefacción, y no tenemos gas, o sea que tampoco tenemos agua caliente. Ahora mismo hemos conseguido tener luz pero saltan los plomos en seguida”, nos explica una vecina.
Entre voluntarios y militares
En la plaza central, los voluntarios de World Central Kitchen se apresuran a repartir comidas. “¡Dad comida, cena y desayuno! No se puede salir más de casa”, grita Eva García, responsable de este punto de reparto. La cola de la vuelta a la plaza Mayor.
En el cruce de Primer de Maig con C. S. Ramón más de diez militares se afanan en quitar el barro. “Estamos vaciando las alcantarillas. En este punto confluye el agua de cuatro calles y está completamente atascado”, explica uno de los efectivos a Artículo14. “Necesitamos una ‘chupona’ (una cuba desaguadora) para sacar toda el agua de este punto”.
El puente que une las dos zonas de Paiporta, con casas destruidas y bomberos trabajando contrarreloj, empieza a ser peligroso. La recomendación es encerrarse en casa, en los pisos superiores, y no salir hasta que amaine. Las lluvias no van a ser tan intensas, pero el sistema de alcantarillado es incapaz de asumir más caudal.
“Nos estamos encerrando en nosotros mismos. Aunque caigan cuatro gotas, hemos cogido miedo al agua. Yo no puedo salir de casa, es un trauma que creo que voy a tener para siempre”, asevera una vecina que tiene otra casa en Utiel. “Había gestionado al perito para que fuera a evaluar los daños de aquella casa pero estoy aquí cuidando a mis padres. Al explicarle la situación y cancelarle la cita, se ha enfadado. Vivo en una frustración constante”.
La comunidad local colabora en todo lo que puede, pero persisten los temores. “La gente tiene miedo de que cuando nos vayamos de aquí se quede todo igual”, explica un bombero que se h desplazado como voluntario. La maquinaria pesada y las bombas de extracción de agua y barro están ayudando, pero el proceso es lento, y cada paso avanza con un gran esfuerzo. En zonas donde no se puede acceder con maquinaria, el barro se saca a mano, con capazos, creando una cadena humana, en colaboración con el ejército, para trasladarlo al barranco. La situación es realmente alarmante.