Hoy para Paiporta no es un día cualquiera, como tampoco lo lleva siendo desde el 29 de octubre de 2024. Un día más el sol asoma radiante, pero la calima difumina el paisaje, ocultando el brillo nítido de un cielo invernal cercano a Navidad. Es polvo procedente del fango que aún tiñe las calles en diferentes estados. Barro seco, solidificado, que ya se concibe como parte de las aceras y el asfalto. También hay lodo que no llega a secarse debido a las labores de limpieza intensivas, a los camiones cisterna que arrojan aguas sucias de las zonas todavía inundadas, o a las alcantarillas obstruidas que desbordan con facilidad. El olor es fuerte, un poco amargo y el ambiente sobrio. Ha desaparecido el murmullo de la gente en las terrazas y los gritos de los niños en el parque, ahora solo se escucha el motor de los vehículos de emergencias y los pitidos de las máquinas que tratan de devolver la normalidad a un pueblo que ha sido devastado por la DANA.
Parece impensable, pero un mes después de la catalogada peor catástrofe humanitaria del siglo XXI en España, muchos vecinos siguen sin tener la oportunidad de haber vuelto a sus hogares. Es el caso de Sergio, quien salió de su casa para dejar el coche en buen recaudo esa misma tarde y ya no ha podido volver. Al principio porque una pila de coches bloqueaba la puerta de entrada al edificio y más tarde, porque los cuerpos de seguridad precintaron la finca. Ahora, el propietario del ático de tan solo ocho años de antigüedad, vive con la incertidumbre de que su edificio sea inhabitable porque ha estado inundado durante mucho tiempo. “No fue hasta el día veinte más o menos cuando los cuerpos de seguridad retiraron a las diez víctimas mortales de los sótanos y hasta la semana pasada cuando vaciaron toda el agua. A día de hoy la finca sigue precintada porque el barro se ha vuelto tóxico y contiene bacterias, además, un muro del sótano se ha visto afectado por estar tanto tiempo mojado.” Pero eso no es todo. Sergio lamenta que un profesional todavía no haya podido ir a valorar el edificio por una segunda inundación. “Cuando ya parecía que todo iba a tener una resolución, la visita del arquitecto que se iba a realizar esta semana, se ha tenido que posponer porque las tuberías del edificio han empezado a verter aguas residuales debido a una obstrucción ocasionada en las alcantarillas locales de la calle, y otra vez tenemos el sótano inundado”. A día de hoy Sergio vive en casa de sus padres fuera de Paiporta y va a trabajar a pie.
“Muy solos”
La falta de medios o la dilatación en los trámites por parte de las instituciones ha llevado a Tamara, otra joven de Paiporta que vive a tan solo 15 metros del barranco del Poyo en una casa a pie de calle, a llamar a un arquitecto por su cuenta para corroborar la habitabilidad de la vivienda en la que vive con sus padres de 69 y 72 años de edad. También a valerse por sí misma para encontrar los medicamentos que necesitaban durante los primeros días de incomunicación o a vigilar su casa de posibles saqueos que siguen ocurriendo a plena luz del día y de noche. “Nos hemos sentido muy solos. A mi vecina le han robado incluso los puntales que colocaron para que la estructura de la casa se mantuviera en pie y los cables de cobre de las instalaciones eléctricas. Nadie se ha puesto en contacto con nosotros, nadie nos intentó evacuar. En mi calle la media de edad es de 75 años, hay muchas personas con necesidades” explica. Por su parte Héctor, propietario de uno de los negocios locales afectados, en concreto del pub Thunders Lounge, a orilla del barranco, apunta “No había nadie al mando. La gente del ayuntamiento es gente afectada como nosotros y estaban desbordados. Necesitábamos a alguien a quien dirigirnos”. Es por ello que él y su socio decidieron habilitar por iniciativa propia un punto de recogida en su local para ayudar a los vecinos que vivían en la considerada parte alta del municipio. Aunque ahora la organización dice ser más efectiva, confiesa que durante las primeras semanas la supervivencia dependió de las acciones e iniciativas solidarias de la ciudadanía.
Un salvavidas necesario y urgente: las ayudas
La desconfianza hacia las ayudas prometidas es palpable entre los vecinos de Paiporta, quienes temen que la burocracia termine por dilatar aún más el proceso. Tamara, por ejemplo, ha creado una campaña en GoFundMe para sus padres, preocupada de que las ayudas lleguen demasiado tarde. “Mis padres son jubilados y con la edad que tienen no pueden hipotecarse”, lamenta. Héctor, con una visión más enfocada en la reactivación económica, también expresa su inquietud: “Nosotros vamos a reabrir pero costará volver a la normalidad. En la mayoría de locales estamos de alquiler y quieras que no la gestión es siempre más delicada. Todavía estamos esperando al perito para las ayudas relacionadas con los negocios y las de la Generalitat aún salieron ayer”. La lentitud en la gestión no solo prolonga la incertidumbre, sino que amenaza con frenar la recuperación de toda la población de Paiporta.
Lo que Paiporta necesita para sanar
En Paiporta, la recuperación tras el desastre avanza con lentitud, mientras las voces de vecinos como Sergio, Tamara y Héctor revelan las urgencias de una comunidad golpeada. “Necesitamos higiene, salir a la calle sin temor a infecciones respiratorias por el polvo, el barro aún presente y las aguas fecales”, explica Sergio, reflejando una de las mayores preocupaciones de los vecinos. Tamara, por su parte, destaca la importancia del apoyo humano: “Hace falta acompañamiento, que nos escuchen. Hay muchas personas mayores que no saben cómo tramitar las ayudas”.
Sin embargo, la recuperación no se limita al bienestar personal. La revitalización del pueblo pasa por la reapertura de comercios y la vuelta de la actividad a las calles. Héctor lo tiene claro: “Mucha gente joven, que creíamos atrapada en TikTok e Instagram, demostró que era momento de bajar al barro. Ahora les animo a dar un paso más y apostar por el negocio local”.