“La muerte es un nuevo comienzo: la eternidad”

En uno de sus últimos textos el Papa, que hoy será enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, reflexionó sobre cómo afrontar el fin de la vida sin miedo porque "es el comienzo de algo"

Un detalle de los zapatos ligeramente desgastados del Papa Francisco en el ataúd mientras el cuerpo yace en el interior de la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano.
EFE/EPA/MASSIMO PERCOSSI

Cuando el por entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, entró al cónclave, no estaba en sus planes ser Papa. El encuentro para elegir al sucesor de Benedicto XVI tuvo lugar poco antes de Semana Santa, así que el arzobispo de Buenos Aires, sin tener idea de lo que ocurriría ni de cuánto duraría el cónclave, dejó preparadas sus homilías para este periodo. Trabajo adelantado que nunca pudo aprovechar. No estaba en sus planes ser Papa. Tampoco lo sospechaba. Ni siquiera cuando, poco antes de la votación que le llevaría al Trono de Pedro, un cardenal amigo le preguntó por cómo estaba de salud. Años después fue consciente de cómo se había corrido la voz entre los purpurados de que le faltaba un pulmón.

Papa
El Papa Francisco, ha muerto este lunes, en una foto reciente en el Vaticano
EFE/ Ettore Ferrari

No sospechaba entonces lo que estaba por venir, pero su elección cambió todos sus planes. Incluso los que tenían que ver con el fin de sus días. “No tengo miedo a la muerte y me la imagino en Roma”, le dijo en una entrevista a Nelson Castro que quedaría plasmada en el libro La salud de los papas: Medicina, complots y fe. Desde León XIII hasta Francisco. Ahora, parece que ese cambio de planes se ha cumplido: fallecido en Roma el pasado 21 de abril, el Papa continuó hasta el final sin ese miedo. Así lo confirmaba la semana pasada su médico, Sergio Alfieri, al hablar acerca de las últimas semanas del Pontífice en el Policlínico Gemelli de Roma: “Hubo momentos críticos en los que Francisco era consciente de que podía no sobrevivir”. Y, en todos ellos, “estuvo consciente”, además de “tranquilo”.

La silueta del papa Francisco se perfila a contraluz frente a una ventana tras recibir en audiencia al presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo (no aparece en la foto), en el Vaticano, en la Ciudad del Vaticano.
EFE/Max Rossi

A pesar de eso, Francisco fue un Papa que siempre reconoció la naturaleza y las debilidades humanas. “No se debe negar el derecho al llanto —tenemos que llorar en el luto—, también Jesús «se echó a llorar» y se «conmovió en su espíritu» por el grave luto de una familia que amaba”, dijo en una audiencia general en junio de 2015. Son millones de personas las que lloran la muerte de Francisco hoy. Y es la muerte, precisamente, la que vuelve a unirle con aquel cónclave de marzo de 2013, en el que su principal oponente, si es que puede llamarse así, fue el cardenal Angelo Scola. El destino –o la Providencia– les ha vuelto a unir en un libro que el purpurado italiano ha publicado este mismo jueves, “En espera de un nuevo comienzo. Reflexiones sobre la vejez” (Librería Editrice Vaticana). El prólogo: firmado por el papa Francisco. Tal como revelan medios vaticanos, el Pontífice escribió estas palabras el 7 de febrero, cuando ya empezaba con los primeros síntomas de la bronquitis que, una semana después, le llevarían a ingresar en el Gemelli.

El cuerpo del Papa Francisco llega al Vaticano
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“Con estas páginas en mis manos, me gustaría idealmente volver a hacer el mismo gesto que hice en cuanto me puse el hábito blanco del Papa, en la Capilla Sixtina: abrazar con gran estima y afecto al hermano Angelo, ahora, ambos más viejos que aquel día de marzo de 2013”, reconocía Francisco..

Las palabras que Angelo Scola dedica al tema del sufrimiento, que a menudo llega con la vejez y, en consecuencia, con la muerte, son preciosas gemas de fe y esperanza”, escribe el Papa.

“La conclusión misma de estas páginas de Angelo Scola, que son una confesión a corazón abierto de cómo se prepara para su encuentro final con Jesús, nos dan una certeza consoladora: la muerte no es el final de todo, sino el comienzo de algo”, continúa, convencido de que el fin de la vida es “un nuevo comienzo, como sabiamente señala el título, porque la vida eterna, que los que aman ya experimentan en la tierra dentro de sus ocupaciones cotidianas, es el comienzo de algo que no terminará”. Francisco concluía así su reflexión: “Precisamente por eso es un «nuevo» comienzo, porque experimentaremos algo que nunca hemos experimentado plenamente: la eternidad”.

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