Cuando Monste nos cuenta la historia, no hay lirismo. Es práctica y clara. Encontró a un chaval de 17 años que necesitaba ayuda y le ayudó. “No sentí nada especial al verle. Un chico que pedía una dirección sin más. Pero como tonta no soy, me imaginé que había venido de África de una forma irregular y que a lo mejor tenía hambre. Se me ocurrió proponerle tomar algo en un bar y como supuse que era musulmán le compré un bocadillo de atún y ya está”.
“Y ya está”. Suena como si todas lo hiciéramos todos los días, pero la realidad es que no. Ousman Umar también recuerda ese encuentro. Recuerda que había dormido (otra vez) en la calle, en Barcelona, despertándose cada poco para intentar calentarse, saltando y volver a conciliar el sueño. “Ese día dormí en la calle Navas de Tolosa”, repite un par de veces.
“La perseguí, ella se dio cuenta de que alguien la estaba siguiendo, se giró y me cogió la mano”. Ese gesto para Ousman, lo cambió todo. “Te devuelve la humanidad… ¡Es que me cogió la mano!” -repite emocionado-. Eso es lo más sorprendente. Montse miró a Osusman y le vio. Le vio de verdad. “Le empecé a contar quién era. No me entendía, pero tenía ganas de saber qué le estaba diciendo. Llamó a su marido, que sí habla inglés y me pidió que le contara qué quería de ella. Me hizo entender que si no conseguía llegar, no volvería a dormir en la calle. Eso fue realmente lo que marcó la diferencia”.
Apenas un mes después, Montse, Armand y sus tres hijos acogieron a Ousman. Era el año 2005. “Ousman acabó siendo parte de mi familia de una forma inesperada, porque son cosas que no se planifican”, recalca ella. Sin duda, el buen carácter del joven y su simpatía fueron determinantes para que todo saliera bien. “Él, a donde iba, con su empatía, se ganaba la simpatía de todo el mundo. Es verdad que algunos me decían ¿cómo has podido? ¡Qué valiente! Pues es que no le veo yo la valentía por ningún sitio. Él no transmitía ningún peligro”.
La primera noche
“Por primera vez, sentí que ya no había que luchar”, nos cuenta Ousman sobre esa primera noche en la que sería su cama. También confiesa que lloró mucho y que no fue sencillo. Dice que pasó tiempo intentando entender qué había hecho mal para no haber recibido ayuda antes. “Llegué a la conclusión de que la pregunta no tiene que ser “por qué” sino “para qué”. Para dar voz a los que no llegaron y trabajar en origen para que otros niños no pasaran por lo mismo que yo. Y para eso, tenía que alimentarme la mente”. Dicho y hecho.
“Tenía unas ganas grandes de prosperar”, recuerda Montse. “Se apuntó a cursos de la UGT de planchista, informática, yesero, pintor, catalán…”. Pero la cosa no se quedó ahí. En un tiempo récord, Ousman Umar aprendió a leer, a escribir, catalán, castellano, sacó el bachillerato y entró en la universidad, se graduó en ADE, Relaciones Públicas y Márketing, hizo máster de dirección de ONG y está en el segundo año de otro máster ejecutivo.
Todo eso, sin descuidar a sus padres y hermanos. “Es increíble cuando viene a casa la alegría que nos transmite. Ver cómo ha evolucionado y también de su forma de ser…”, confiesa Montse. Y añade: “es un chico magnífico, nunca se enfada, siempre tiene una solución a cualquier problema que haya, te da consuelo… Muy a menudo me dice: no pasa nada, mamá. No pasa nada”.
Esta catalana nunca se ha arrepentido de su decisión. “Volvería a hacer lo mismo”, dice sin dudarlo ni un segundo. “No me planteé acogerle, sino que vino rodado. Teníamos oportunidad de ofrecerle vivienda, así que lo hicimos. Volvería a hacerlo, por qué no. Además, ha salido bien, no tengo ningún arrepentimiento. Al contrario. Claro que estoy orgullosa de lo que ha logrado, pero no yo sola porque no soy yo sola quien lo admitió. Quien fue realmente protagonista fue mi marido, que él considera su padre, porque él se implicó en ver cómo podíamos ayudarlo realmente, no solo acogerle”.
“Feeding minds”
Sin duda, uno de los mayores logros de Ousman (hasta el momento), fue fundar la ONG NASCO Feeding Minds para actuar, como dice su web, “en el origen del problema. Porque cuando los inmigrantes llegan al mar, la batalla está perdida.” Esta iniciativa ganó el premio Princesa de Girona Social en 2021. “Montse no solamente me dio a mí la mano, sino a 6000 niños a los que hemos ayudado en Ghana solo este año. Y llevo 12 años con los colegios. Tenemos 17 aulas informáticas y hay más de 50 colegios que las utilizan. Y sin recursos. No tenemos subvenciones”, afirma Ousman mientras nos explica su proyecto, que básicamente parte de la idea de que no hay que ayudar alimentando, sino educando. Todo gracias a su madre. “Ella solo me ayudó a mí. Solo me dio la mano y 10 minutos para escucharme”.
Un cambio radical para un chaval que llegó a Fuerteventura al segundo intento en una patera que construyó con sus manos. Que vio morir en el mar a su mejor amigo y a otros muchos en el camino. Que cruzó el desierto a pie en un peregrinaje guiado por las mafias en el que 46 partieron y solo 6 sobrevivieron. Un viaje largo con historia propia en el Osman Umar, antes de llegar a España y siendo solo un niño, comprobó que el mundo puede tratarte muy mal. Una vez aquí, tampoco encontró “el paraíso” que le habían vendido las mafias para embaucarle. Estaba solo, asustado, hambriento y viviendo en la calle. Hasta que Monste decidió pararse. “Aquel día aprendí que cuando dos personas quieren, se entienden. Montse y yo nos entendimos sin hablar el mismo idioma”, recalca Umar. Emocionadas por esta historia, nos despedimos de Montse, quien nos dice: “Mi historia es la normal…cuidando de mi familia y poniendo años”. Y entonces, sonríe.