Un contrato indefinido en una multinacional en Madrid con 23 años. Si se lo digo así, ustedes pensarán que Carla Rivas Faro había triunfado muy pronto. Les invito a que esta decisión la tomen al acabar de leer este texto. Porque quizá cambie su perspectiva de lo que es el éxito.
Si empezamos la historia por el principio, Carla se crió en Almuniente, un pueblo con poco más de 500 habitantes censados, a unos veinticinco minutos en coche de Huesca. Un lugar tan pequeño que no tiene colegio. Por eso tuvo que estudiar la primaria en Grañén (unos 1500 habitantes), ESO y Bachiller en Huesca y, finalmente, el Grado de Economía y Negocios Internacionales en Alcalá de Henares, ya en Madrid. Hasta aquí, pocas sorpresas. Si no fuera porque esta historia no habla de su camino de ida, sino del de vuelta. Y es que Carla está ahora mismo haciendo la mudanza para volver a casa, para volver al pueblo. Y ojo, no es ningún fracaso. Simplemente, su idea del éxito no es la que nos han vendido.
“Me di cuenta de que ese estilo de vida de oficina, de Madrid, una ciudad tan grande con desplazamientos tan largos no me gustaba. Además, la encontré también muy solitaria y yo siempre he tenido un muy buen ambiente en el pueblo, unas relaciones muy bonitas y las echaba muchísimo de menos”. Eso nos dice. Les recuerdo: 23 años. Pero Carla suena segura, convencida. “Al irte te das cuenta de lo que te falta”, reflexiona en voz alta.
@carlarivasfaro Se viene una nueva etapa ❤️🩹
Tuvo suerte. Su familia estuvo ahí para decirle que apostara por vivir la vida que ella quiere. Y esa, no estaba entre las paredes de su oficina. “Yo estaba trabajando en un contrato de 40 horas. Se supone que no se puede aspirar a trabajar más horas en un trabajo cualificado en una oficina. Es decir, yo tenía todo lo que puedes imaginar que puedes conseguir”, afirma. Y, sin embargo… “Me llevé bastante chasco al darme cuenta de que yo ganaba un salario y que, de ahí, casi un 50% se iba a pagar el alquiler de una habitación de un piso compartido con tres personas, te tienes que pagar (obviamente) la comida, te tienes que pagar los transportes, el gimnasio … todos esos gastos iban haciendo que no tuviera capacidad de ahorro. Y veía que al menos iba a tener esta situación por contrato durante tres años. Incluso tenía que depender un poco de mis padres”. Nos ha pasado a todas “las de provincias” que vinimos a triunfar “a la gran ciudad” . Hablar con Carla es intuir que hubo una encrucijada en el camino en la que, en lugar de decidir, decidimos poner el piloto automático. Y donde la mayoría acelera, Carla redujo y pensó.
La ciudad no es para mí
¿Quién no recuerda a Paco Martínez Soria cargado con una maleta, un retrato de su mujer y una cesta con dos pollos caminando por el centro de Madrid? Hasta Carla, nuestra protagonista, que nació 36 años después del estreno de la película dirigida por Pedro Lazaga tiene la imagen en la cabeza. La historia arranca con un ritmo frenético de imágenes en blanco y negro y con datos, muchos datos. El locutor habla, por ejemplo, de una ciudad con 2.647.253 habitantes. El uno de enero de 2024 esa cifra había ascendido hasta las 3.460.491 personas solo en la capital, según el Ayuntamiento. Casi nada. Muchos más habitantes que hacen aún más evidentes algunas dificultades de vivir en un hormiguero. “Vamos a Madrid deslumbrados por las oportunidades que nos promete, pero se ha convertido en un sitio bastante hostil”.
Nos habla de trayectos eternos, de la falacia del ocio eterno para el que nunca hay tiempo, de carestía de la vida pero, sobre todo, nos habla de soledad. Algo que en el pueblo no sentía. “En un pueblo, al ser una comunidad, por mucho que haya personas que no son tu familia, sí que sientes ese cariño hacia los otros, quieres que estén bien”. Nos habla de fijarse en que la vecina no ha subido la persiana en dos días y preocuparse. De ir a ver al hospital a ese vecino mayor ingresado.”Hay un sentimiento de comunidad, de que lo que le pasa a uno del pueblo, más allá del cotilleo, te importa porque eres como una gran familia que te has visto desde que eres un bebé hasta que eres un anciano. En una ciudad, si me pasa algo y me quedo en el piso, ninguno de mis vecinos se va a dar cuenta”.
Por todo esto, Carla vuelve a su pueblo.
Y aquí llega (nos es traidora quien avisa) el temido momento de plantearse qué es el éxito. Trabajar más para ganar más en una ciudad en la que todo cuesta mucho, ya sea en euros o en horas… o volver al pueblo donde todos te conocen y donde vivir no pasa tanta factura.
Carla lo tiene claro. De momento ha empezado a crear contenido sobre el mundo rural y sobre su decisión. Gracias a eso pudimos conocerla. También estudia sociología en la UNED. Y quiere emprender. Lejos de rendirse, Carla parece querer comerse el mundo. Pero, eso sí, sin salir de Almuniente.