Orgullo

“Mamá, papá, tengo algo que contaros: Soy lesbiana y esta chica no es mi amiga, es mi pareja”

Ángela de Castro salió del armario con su familia por accidente después de llevar cuatro años con su pareja

Sufren una doble discriminación: ser mujer y lesbiana. La sociedad no se lo pone fácil para que salgan del armario en todos los ámbitos de su vida. Sin embargo, ellas se plantan aun teniendo la marea en contra. Esta es la historia de Ángela de Castro, una mujer que con mucha valentía hizo lo que sentía pese al pensamiento contrario de su familia.

Ser lesbiana sin cumplir los estereotipos

Ángela de Castro tenía todo para ser considerada la ‘Barbie’ de su instituto: rubia, alta, delgada y guapa. El canon que toda adolescente quería conseguir. Una chica así debía estar con el chico más popular del instituto. Sin embargo, Ángela sentía otras cosas. No obstante, antes de darse cuenta, experimentó con chicos, aunque ella sabía que había algo que no funcionaba bien: “Mis amigas compartían sus experiencias y yo quedaba con chicos y yo les decía que yo también me lo había pasado bien. Pero pensaba que todas estaban viviendo mi realidad. Creía que decíamos que había sido muy emocionante pero luego no nos gustaba“. La realidad era distinta, sus amigas si sentían esas mariposas en el estómago, pero ella no.

“Yo quería encajar, porque yo soy muy cursi, más femenina y muy romántica y lo que yo veía en las películas es que una chica así debía estar con un chico”, explica Ángela. Denuncia también no haber tenido mujeres referentes lesbianas en el cine o en la música. No fue hasta su llegada a la universidad cuando ella empezó a sentir esas cosquillas de enamorada. Le gustaba una chica y ahí se dio cuenta de que era lesbiana. Recuerda ese momento como un choque: “Me explotó mi mundo y mi cabeza. Yo a los 20 años me quedé sin guión. No me imaginaba mi futuro ni a lo que podría aspirar”.

Entre risas, Ángela confiesa que una de las cosas que pensó al principio fue cómo se iba a casar en una boda “con dos vestidos de novia”. La falta de referentes a ella le causó una gran inseguridad. “Ahora me duele haberme pensado que yo era la primera, la única y la solitaria lesbiana que existía”.

Después, comenzó a ir a Chueca y a chatear por Tinder y se dio cuenta de que la realidad era muy diferente. Cuando todavía estaba perdida, recuerda que en el colectivo se sintió “absolutamente acogida y aceptada”. Ahora forma parte de COGAM, desde donde lucha por la visibilidad LGTBIQ+.

En su casa, la realidad era distinta: “En mi casa nunca se dijo que estuviera mal, ni que estuviera bien, era algo que no existía la posibilidad simplemente“. De hecho, estuvo cuatro años en relación con una chica y a su familia se la presentó como una amiga. No sabía cómo decirlo. Pero no le quedó más remedio. Enseñándoles unas fotos de unas vacaciones a las que habían ido juntas, pasó una fotografía en la que ambas salían dándose un beso. Al final, lo tuvo que contar. Aunque su padre se lo tomó con mucha naturalidad. Ángela se echó a llorar y su padre asustado le preguntó porque lloraba: “Mamá, papá, tengo algo que contaros: Soy lesbiana y esta chica no es mi amiga, es mi pareja”.

Su padre, que estaba viendo la tele, simplemente le dijo que se sentara a su lado. Le preguntó por qué no se lo había contado antes y le dijo que “pase lo que pase, aquí vamos a estar”. Y una frase que Ángela siempre recordará de ese momento: “Ninguna hija mía ha nacido para no ser libre“.

No obstante, tampoco es oro todo lo que reluce. Ángela de Castro también explica que “han sido años de aprendizaje, de yo poder llegar y hablar de ciertas cosas con normalidad”. Una última y valiente reflexión: “Ante no entender, las familias tienen dos opciones: el miedo o el amor incondicional“.

Para que no pasen por lo mismo otras mujeres, Ángela de Castro, lucha por visibilizar el colectivo LGTBIQ+, a través de la campaña de Tinder y COGAM, ‘Hagamos visible, lo invisible’.

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