Madrid apaga los móviles y las tabletas en las aulas

El mensaje es claro: la escuela debe recuperar su papel de refugio libre de distracciones. Las expertas señalan que “los menores llegan a la escuela con una dependencia precoz de la estimulación digital”

La futura norma española exige a los operadores controles parentales que chocan con el Reglamento de Servicios Digitales de la UE. KiloyCuarto

Madrid y Cataluña, dos comunidades que rara vez comparten estrategias políticas, han encontrado un punto en común: la batalla contra las pantallas en la educación.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha ido más allá de la prohibición del móvil en las aulas. A partir del próximo curso, no sólo quedarán desterrados los teléfonos, sino también el uso individual de ordenadores y tabletas. Su presencia en clase se limitará a actividades grupales bajo estricta supervisión docente. Esta medida ya está en vigor en Cataluña, donde el gobierno autonómico planea ir aún más lejos el próximo curso: prohibir el uso de pantallas en todas las etapas educativas, desde Infantil hasta Bachillerato.

El mensaje es claro: la escuela debe recuperar el papel y, su papel, como refugio libre de distracciones digitales.

Cero pantallas antes de los 6 años

Los pediatras llevan años advirtiéndolo: el uso rutinario de dispositivos en menores de 6 años dificulta el desarrollo infantil. “Los menores llegan a la escuela con una capacidad de atención fragmentada, con dificultades para autorregular sus emociones y con una dependencia precoz de la estimulación digital”, apuntan desde la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Eva Martín, directora de la escuela Reggio, celebra la medida: “La tecnología ha invadido las escuelas. ¿Cuánta es realmente necesaria? Pues sinceramente una parte muy pequeña, quizá un 5%”, afirma.

Entre la adicción y la alfabetización digital

El 80% de los niños menores de dos años consumen pantallas de forma diaria. Esta sobreexposición digital altera la maduración de la corteza cerebral y reduce la memoria y la capacidad de autorregulación. Además, provoca insomnio, déficit de atención, aislamiento social y un preocupante aumento de la miopía. “Hay que proteger a los chavales”, insiste Eva Martín. Y añade: “Un niño no debería estar mirando una pantalla en el colegio, sobre todo porque la pantalla es rápida. Necesitamos pensar despacio para pensar bien. Necesitamos que dediquen tiempo al aprendizaje”.

La experiencia de Finlandia refuerza esta idea. Considerado uno de los mejores sistemas educativos del mundo, el país nórdico decidió en 2023 dar marcha atrás y volver al papel tras comprobar que los resultados académicos de sus alumnos habían caído en picado. Entre 2018 y 2022, años en los que apostaron por la digitalización masiva, los estudiantes finlandeses perdieron 30 puntos en lectura, 23 en matemáticas y 11 en ciencias.

No es solo un problema escolar

Los expertos coinciden en que la clave no está en demonizar la tecnología, sino en regular su uso con un plan digital familiar que establezca normas claras según la edad:

  • 0-6 años: Cero pantallas.
  • 6-12 años: Menos de una hora diaria, siempre con supervisión.
  • 12-16 años: Uso regulado, sin pantallas en dormitorios ni durante las comidas.
  • 16-18 años: Mayor autonomía, pero con límites claros.

“El niño necesita tocar, saborear, oler, percibir con todos los sentidos”, subraya Eva Martín. “Es fundamental que los alumnos aprendan a concentrarse, a enfocarse en lo que hacen. Que tengan la capacidad de mirarse a los ojos, de relacionarse y comunicarse cara a cara”.

Beatriz Ituero, psicóloga y orientadora educativa, coincide en la importancia del aprendizaje experiencial: “Los niños necesitan experiencias vivenciales, necesitan lo manipulativo y lo relacional”.

Sin embargo, estas medidas deben ir acompañadas de una educación digital responsable que enseñe a los niños y adolescentes a utilizar la tecnología con criterio y sentido crítico. Pero, sobre todo, es imprescindible que las familias asuman su parte de responsabilidad. Las escuelas pueden apagar los móviles en clase, pero si en casa siguen creciendo frente a una pantalla, estaremos perpetuando una generación de analfabetos emocionales.

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