“Abi, pero hemos avanzado mucho”, dice Paula. “Bueno, bueno, queda mucho por hacer”, le responde su abuela. Tres mujeres charlan sobre feminismo. Son madre, hija y nieta, tres generaciones marcadas por el género: María José, de 83 años; Marga, de 55; y Paula, de 22. A través de sus experiencias, analizaremos qué ha cambiado en España en las últimas décadas y cómo el concepto social de mujer ha influido en sus trayectorias vitales.

María José, Marga y Paula se consideran feministas
No han gozado de los mismos derechos, y para Paula, la idea de que María José no pudiera abrir una cuenta corriente o que, cuando su padre le regaló un piso, lo pusiera a nombre de su marido “porque yo era la niña”, le explota la cabeza. No lo concibe.
Se entendía que las mujeres no tenían que estudiar
Lo mismo ocurre con uno de las grandes frustraciones de su abuela: que nadie considerase importante que estudiase. “‘¿Para qué?’ me decían. Si hubiese sido chico, mi familia me hubiese empujado a tener una carrera, pero les parecía suficiente con que aprendiese francés y buscase un marido”. De ahí el empeño por transmitir a sus hijas la importancia de labrarse un futuro y no depender económicamente de un hombre. Una idea con la que Marga creció y que no le hizo falta inculcar a Paula porque siempre lo dio por hecho.

María José se queja de que no la empujaron a estudiar una carrera
“Me hubiese gustado jugar al fútbol”
María José y Marga estudiaron en colegios de monjas donde no tenían compañeros de pupitre. Paula no puedo parar de levantar las cejas y mostrarse sorprendida por la segregación, no la entiende. Marga, por su parte, se queja de que el uniforme escolar consistía en una falda que la impedía hacer el pino, por ejemplo, que le encantaba y lamenta que los roles estereotipados la alejasen del deporte. “Os puede parecer raro, pero me hubiese gustado jugar al fútbol”, comenta. En cambio, daba costura y tenía una asignatura que se llamaba “hogar”. Su hija se echa las manos a la cabeza, literalmente. Porque de las palabras de su madre se desprende “cómo te guiaban hacia la maternidad y a ser ama de casa”, lo que a Paula le resulta inverosímil.
¿Han cambiado sus aspiraciones?
María José recuerda que, en algún momento, pensó en ser monja. Marga quiso ser profesora. Paula soñaba con ser bióloga o psicóloga, y lo ha conseguido: hoy ejerce como terapeuta.
“Me horroriza pensar que mi abuela se casó con 19 años”
Otro de las grandes diferencias de estas tres mujeres es cómo han enfocado las relaciones de pareja y el sexo. María José se casó muy joven. A Paula le parece una barbaridad: “Me horroriza pensar que mi abuela se casó con 19 años”. Marga cree que, aunque vivió en una época distinta y se casó bastante más tarde que su madre, sí que se buscaba una pareja o un marido a futuro, algo que Paula ni se plantea y que a ella le da cierta envidia. “A veces le pregunto a mis hijas, ‘¿Pero es que no salís con nadie que os guste de más?’ y ellas me responden que no y que están fenomenal solas. Siempre me ha gustado lo salir, lo de tener novio o estar en pareja, ahora es verdad que pienso que me hubiera apetecido hacer más vida con mis amigas o hacer un Erasmus“, se lamenta.

A Marga le hubiera gustado jugar al fútbol
Jugaban con muñecas y todas sabían que querían ser madres
A pesar de la diferencia generacional, Marga y Paula jugaron con muñecas en su infancia. María José, en cambio, creció en un pueblo y recuerda una infancia más salvaje en el campo. Los juegos infantiles no parecen haber cambiado tanto.
Las tres tuvieron claro que querían y quieren ser madres. También reconocen que, cuando una amiga tenía distintas relaciones con hombres, eso les pasaba y les pasa factura, porque eran y siguen siendo “las guarras”. Eso no ha cambiado.
Paula incluso cuenta que escucha a los jóvenes de su generación hablar del “kilometraje“ para referirse a la cantidad de relaciones que ha tenido una mujer. Explica la perversa idea de que existen mujeres para casarse (“las que no se maquillan, no se operan y tienen pocas parejas”) y otras solo para pasar el rato.
Han sufrido mansplaining
A las tres los hombres les han explicado cosas: “Me encanta porque mi hija habla de padrear y de eso yo no me daba cuenta”. “Qué es padrear?”, pregunta María José. “Cuando un chico te empieza a explicar todo”, le responden. “¡Ah! Claro, eso siempre”, coincide la abuela. El mansplaining sigue a la orden del día.
El terror sexual ha atravesados sus vidas
El terror sexual también ha marcado y marca la vida de estas mujeres. María José se quedaba sentada en la cama esperando que volvieran a casa sus cinco hijas por la noche y pedía que las acompañase algún amigo si era posible. Recuerda sentir pánico. Idéntica sensación a la que siente Marga con Paula y su hermana cada vez que salen. Si acaso el miedo se ha extendido, ya no solo temen a ese desconocido que te acecha en la calle oscura, ahora Marga y Paula también desconfían de conocidos. “Le digo a mi hija que si quedas con un chico que sus amigas sepan dónde está porque no te puedes fiar de nadie”. Paula asegura que vive con la alarma puesta y está atenta a cualquier cosa. “Ves, eso no se quita nunca”, sentencia la abuela y a la nieta esa realidad “le da pena”.

Creen que el feminismo incomoda a las hombres
Ante la pregunta si creen que los hombres se sienten incómodos con el feminismo. Paula sentencia: “Están cagados de miedo, ya os lo digo”. Su madre cree que se han dado cuenta de que han hecho cosas mal, pero teme que se cansen. “Me da igual que se cansen, yo estoy harta de nos maten“, salta Paula, aunque reconoce que les necesitamos para conseguir la igualdad. De hecho ella sabe que conseguir los mismos derechos que ellos supone una pérdida de privilegios y por eso intenta transmitirles que esa idea estereotipada de la masculinidad, el no poder llorar, ser el más fuerte, les hace vivir frustrados si no alcanzan ciertas metas. Una táctica que a María José le encanta: “Me gusta ese enfoque”, le dice a su nieta.

Paula conoce de cerca varios casos de violencia de género
Paula tiene amigas que han sufrido violencia de género
La violencia de género en el ámbito de las parejas o exparejas les cambia la cara. Paula tiene varias amigas que la han sufrido y está aprendiendo a cómo intervenir y ayudar sin que las víctimas se sientan cuestionadas y se alejen. Ha sido testigo de cómo han maltratado a alguna amiga desde que era adolescente y piensa que falta mucho por recorrer en ese sentido. Llama la atención y, quizá ahí radique el cambio generacional, que sabe y tiene perfectamente identificado cómo funciona la violencia y qué comportamientos son inaceptables.
Rabia por el interrogatorio de Carretero
Se muestran muy enfadadas con el interrogatorio del juez Carretero a Elisa Mouliaá. “Me da mucha rabia no entiendo cómo se puede permitir, debería estar legislado”, se queja Paula, a lo que su madre le contesta: “lo está”.
A favor de las leyes Trans y solo sí e sí y en contra de los vientres de alquiler
Las tres mujeres apoyan la Ley Trans porque creen que “no se puede negar la identidad de las personas” y defienden la Ley del “solo sí es sí“, aunque consideran que “se tendría que haber explicado mejor”. También son abolicionistas de la prostitución y están en contra de los vientres de alquiler.
“Queda mucho por hacer”
Creen que se ha avanzado en igualdad, pero que queda mucho por hacer. “Soy la más optimista, pero si no tenemos ánimo de cambio, mal vamos. Todas mis amigas han sufrido algún abuso, existe una brecha salarial evidente, sin embargo, la gente de mi entorno tampoco está tan concienciada. Además, nos siguen enfrentando entre nosotras”, explica Paula.
El sábado acudieron juntas a la manifestación por el Día de la Mujer en Madrid, como llevan haciendo desde hace años. Porque saben reconocer las desigualdades y son conscientes de que la lucha continúa. Y ellas la siguen juntas. En familia. Una familia de mujeres feministas.