Los dolores de parto anunciaban la inminente llegada del bebé de María del Mar Cano el 28 de octubre de 1981. Sabía que nacería un varón, para el que aún no había elegido nombre como consecuencia de un embarazo inesperado, fruto de una enamoramiento de juventud, con un noviazgo infeliz que terminó de romperse cuando la futura madre anunció que iban a ser padres y ella aún era menor de edad.
La familia de María del Mar había llegado desde Granada hacía unos años primero a San Sebastián, y luego a Irún, como consecuencia del traslado de su padrastro, militar de profesión. Estamos en los primeros años de la democracia española y muchas cosas habían empezado a cambiar, pero por aquel entonces ser madre soltera seguía siendo motivo de vergüenza familiar y de señalamiento social.
La joven futura mamá, de tan solo 17 años, sabe que el alumbramiento está próximo. Junto a su madre llaman al doctor que había realizado el seguimiento del embarazo y ponen rumbo al antiguo Hospital Militar de Irún, donde empezaría la pesadilla de aquella adolescente.
La mentira y el llanto
María del Mar recuerda que tras el ingreso, continuamente procedieron a inyectarle sustancias que la mantenían semiinconsciente. Entraba, salían gente de aquella habitación hasta que escuchó la palabra cesárea. Al despertar de la intervención su hijo no estaba en el cuarto, comenzaron las preguntas y las mentiras.
Su madre le explicó que su hijo había nacido muerto y que debido a las malformaciones con las que venía, habían decidido que no viera el cuerpo inerte del bebé. Las lágrimas, el dolor más punzante en el corazón superaban con creces al de la herida provocada por la histerotomía.
Pasado el primer impacto de la noticia, las horas y los días transcurrieron en aquella habitación donde empezó a preguntarse por qué permanecía encerrada con llave. De repente, entre medicación y medicación, la visita de una mujer irrumpe en la estancia. Alguien que jamás había visto antes le dice que esté tranquila, que su hijo está en buenas manos y se marchó. María del Mar no entendía nada, ¿quién era aquella mujer? y ¿por qué le decía que su hijo quedaba a buen recaudo? Solo había preguntas, desesperación y ninguna respuesta.
Conforme se iba recuperando, una enfermera le acompaña al pasillo desde donde se escucha el llanto de un recién nacido. En aquel momento, los remordimiento y la conciencia pesan sobre la sanitaria que le confiesa que está oyendo a su hijo. Desde 1981 hasta la actualidad, esa breve llantina es lo único que guardaba María del Mar como prueba de la existencia vital de su hijo.
De regreso a casa, la familia hace las maletas y vuelven a instalarse en Granada. Un manto de silencio, de ocultación lo cubre todo. No hay respuestas porque no hay lugar para las preguntas, solo el olvido, la negación.
Noticias de bebés robados
La vida trascurre, los años pasan y no es hasta 2012 cuando las noticias sobre bebés robados irrumpen con fuerza en los medios de comunicación. “Ahí caigo en la cuenta de que mi verdad no es única, reconozco mi historia y la de aquellas mujeres que denunciaban en televisión que les habían arrancado a sus hijos y que los estaban buscando” cuanta María del Mar.
Carmen Llorente es la presidenta de la asociación ‘Sevilla bebés robados’, una de las más activas en la búsqueda de aquellos neonatos víctimas de la separación de sus madres biológicas. El patrón, aunque no único, es la vulnerabilidad de aquellas jóvenes de las que se aprovechaba un sistema de poder que operaba al margen de la moralidad, sentenciando quién debía o no ser madre.
“La época franquista amparó con mayor facilidad estás irregularidades”, afirma el abogado que colabora con la asociación, Juan de Dios Ramírez. Sin embargo, los criminales existen en todas las épocas, incluso ya en el periodo democrático y el caso de la señora Cano es palmario.
Desde el bufete tienen acreditado que en la época preconstitucional algunas instituciones religiosas y médicos operaban sistemáticamente apartando bebés de sus madres, tienen documentado el caso un doctor al que le imputan hasta siete recién nacidos hurtados.
Frustración judicial, actuación policial
La desesperación con la que llegó María del Mar hasta Carmen Llorente y Juan de Dios Ramírez hizo que una vez más se pusieran a trabajar de manera coordinada para ayudar a aliviar la falta de esperanza. “Llegué hecha un guiñapo”, nos confiesa la protagonista de esta historia, tras darse de bruces una y otra vez con el archivo de su causa en los juzgados andaluces. Era el momento de empezar a tirar del hilo desde otra hebra.
Y eso es lo que hizo el letrado Ramírez en colaboración con su colega guipuzcoano Manuel Soto Maeztu. A su favor jugaba la experiencia, la posibilidad de contrastar documentación a través de sistemas propios de investigación puestos en marcha en otros casos para empezar a desenmarañar el pasado.
Dos vías, la de las personas cercanas, familiares y sus testimonios absolutamente imprescindibles como lo fueron la declaración de Lola, hermana de María del Mar y la enfermera que alivió su conciencia con la joven madre. Por otro lado, tanto la jueza de Irún, como la fiscalía, así como la investigación de le Ertzaintza hicieron posible lo que hasta entonces no era más que un callejón sin salida.
Se ha podido localizar el expediente del nacimiento del niño de María del Mar contrastando todos los alumbramientos que se inscribieron sobre la fecha del parto. Un arduo trabajo que ha llevado a la localización del joven, hoy de 43 años en Oviedo, Asturias.
Cerrar un capítulo vital
La alegría por conocer el paradero de su hijo contrasta con el grito de auxilio que reconoce María del Mar al hacer pública toda su historia. Tras la euforia por su hallazgo “mi única aspiración es explicarle a mi hijo que yo no le abandoné, que me lo arrancaron”. No obstante, hace dos años le escribió una carta exponiéndole lo acontecido, así también como su intención de respetar sus deseos.
“Solo quiero contarle lo que pasó, los dos somos víctimas de aquello, los dos somos víctimas de alguien que decidió por nosotros”, sentencia. La misiva no ha recibido respuesta. De aquí surge este mensaje de una madre que no puede cerrar un capítulo vital que no está completo hasta que sea escuchada.
María del Mar tiene otros dos hijos, David de 38 años y Alejandro de 34, así como dos nietos que dan alegría a la abuela. “Toda mi familia me ha apoyado, mis hijos estarían encantados de saber de su hermano” nos revela. Aunque tiene un gran sustento familiar, el corazón le sigue reclamando la ausencia de su primogénito.
Los casos asistidos por la asociación, del mismo modo que el abogado Juan de Dios Ramírez, realizan de una manera altruista esta labor, motivados por la reparación moral de la que se ha privado a tantas madres. Ramírez no solicita indemnización, ni reclama cuantificar el daño ejercido del que dice que es incuantificable. “Ojalá todos los jueces y fiscalía hubiesen trabajado y creído en las líneas de investigación como en el caso del bebé de Mar” se lamenta Ramírez.
En la actualidad su bufete tiene abierta la indagación sobre el paradero de 100 niños robados, hasta el momento han podido encontrar a tres y creen que pronto podrán anunciar el hallazgo de un cuarto en la provincia de Sevilla.