Los hijos de donantes de semen y óvulos exigen conocer su origen

Nacieron por donación de esperma y ahora, gracias a una asociación de personas como ellos, tratan de buscar sus orígenes

David Valls

María, Antonio y David no saben de dónde vienen. Su historia tiene varias páginas en blanco que desean -y necesitan- completar. “No se trata de establecer un vínculo emocional, sino de conocer nuestro origen y nuestras raíces, que son una pieza fundamental en la construcción de quiénes somos hoy, y tenemos derecho a conocerlo”, reivindican.

Nacieron por donación de esperma y ahora, gracias a una asociación de personas como ellos, tratan de buscar sus orígenes. Antonio (nombre ficticio), de 24 años, es el único hijo nacido por reproducción asistida en España que lo ha conseguido. “Por una vía no convencional y burlando todo el sistema”, confiesa.

De los dos padres que tuvo David Valls, sólo conoció a uno, al segundo, con el que creció. Ahora busca al primero: a un hombre anónimo que, hace más de 30 años, donó su esperma en una clínica y le dio parte de su carga genética. Quién sabe si también sus ojos. “Es complejo vivir con la incertidumbre de cuáles son tus raíces y tus orígenes. Me da la sensación de que tengo una vida llena de incógnitas”, relata.

Antonio las despejó el año pasado, una década después de que su madre le confesara “que se había sometido a un tratamiento de fecundación in vitro porque mi padre era estéril”, explica. Creció asumiendo que nunca podría saber quién era su padre biológico. “Mi madre me dijo que las donaciones eran anónimas, que no podríamos saberlo nunca, que seguramente el donante era un estudiante de medicina. Punto”. Y aparte… hasta que vio un documental, y quiso saber. “Me hice una prueba de ADN y salió que soy un 40% británico”, cuenta. En paralelo, preguntó a la clínica de fertilidad los datos no identificativos del donante, que están obligados a facilitar. “Me dieron algunos datos, como su nacionalidad. Era inglés y, en el momento de la donación, trabajaba como profesor de idiomas. Encaja lo que me dice la clínica con el test de ADN”, relata. Pero quiso saber más, y subió el test a MyHeritage, la mayor plataforma genealógica del mundo. “E hice match con la prima de mi padre biológico, que me confirmó todos los datos que tenía”. Y ahí encaja su puzzle, porque Antonio tuvo la suerte de descubrir mucho. “Ahora me siento mucho más en paz”, confiesa. “Tengo hasta datos que nunca hubiese imaginado, como el árbol genealógico por parte paterna desde el siglo XXI, porque a la prima de mi padre le gusta la genealogía”.

David recibió la noticia, la de ese segundo padre, con cierto shock. “Pero no cambió nada. He nacido en una familia en la que mi madre me crió con amor y sin ninguna carencia emocional”, explica. No fue hasta que su madre falleció cuando empezó a indagar. “Porque siempre ha sido una verdad que ha estado en el fondo, y aunque nunca me ha causado ansiedad, en ese momento necesité y quise saber”.

Como Antonio, se hizo un test que sitúa sus raíces entre Valencia y Murcia, pero David sigue esperando un match. “Sólo sé una parte de mi libro y falta la otra. Y son capítulos fundamentales de mi identidad, de saber por qué soy como soy. Es un derecho fundamental conocer nuestras raíces”, reivindica.

María Sellés y su madre forman una familia monomarental. Desde muy pequeña supo que era fruto de una donación anónima. Un dato que, en su caso, siempre ha formado parte de la narrativa de su vida. “Pero que estuviera siempre ahí no significa que lo entendiera”, matiza. “El cerebro de una personas de dos o tres años no es lo suficientemente maduro como para entender ideas tan complejas como el origen de la vida”.

María Sellés

No fue hasta primero de ESO, cuando le explicaron la reproducción humana, que entendió que esa ”semillita”, ese espermatozoide del que siempre le habían hablado, venía de otra persona. Y eso la alivió. “Porque vi que no era tan diferente al resto”, explica. Automáticamente se preguntó: ¿y quién es esa persona?

Y del alivio, al deseo de saber. “Empecé a obsesionarme con la idea, a preguntarme si tendría hermanos…”. Y del deseo, al enfado. “Por tener que lidiar con un discurso super romantizado y nada crítico… Hemos sido concebidos como objetos de consumo y deseo. La realidad es que alguien decidió por nosotros”, sentencia.

De ahí su lucha, junto a otras personas como ella, para que la donación de esperma y óvulos deje de ser anónima en España. “No pedimos que sea retroactivo. Nuestra lucha es por los que vienen. Para que no se sigan vulnerando derechos”. E insiste: “No buscamos un padre. Buscamos nuestros orígenes, y ellos son la puerta que nos lleva a toda esa información que nos falta”. Abrirla, urge.

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