Jorge Bergoglio ha sido uno de los papas más comunicativos de la historia de la Iglesia y eso ha permitido que el mundo conociese en profundidad, no solo la historia de su vida, sino también algunas reflexiones y anécdotas sorprendentes. En su última autobiografía, Esperanza, publicada a inicios de este año, confesaba sentirse aún un niño melancólico o solo si pensaba que de toda su familia solo le quedaba prácticamente su hermana María Elena.
Bergoglio dejó Buenos Aires a inicios de 2013 para dirigirse a Roma sin grandes expectativas. Su última homilía en la capital argentina había sido el 13 de febrero en la catedral de la ciudad. Francisco se preparaba para retirarse, sentía que había cumplido con su deber y contó en varias ocasiones que pensaba dimitir como arzobispo de Buenos Aires. Hasta que supo que tenía que volar a Roma para participar en el Cónclave que daría al mundo un nuevo Pontífice. Muchos cuentan que dejó su ciudad sin grandes expectativas. Pero nunca volvió, el destino le tenía preparado convertirse en el papa de la libertad y de los cambios, con alma de sacerdote de barrio.
Su hermana, su abuela, su prima
Allí en Buenos Aires se quedó su única hermana aún viva, María Elena, que tiene doce años menos que Bergoglio. Durante estos años ha vivido en Ituaingó, cerca de la capital argentina, pero ha tenido que aceptar la distancia que el cargo de Sumo Pontífice impuso a su hermano. De hecho durante todo este tiempo han existido algunos rumores sobre su posible visita de María Elena, de manera secreta, al Vaticano, pero de manera oficial nunca volvieron a verse.
Aunque todas las mujeres de su familia le dejaron una indudable huella, aquella a la que dedicaba más recuerdos era su abuela paterna, Rosa. En la biografía de 2023, Life, habla con dulzura de ella. Dice que su abuela paterna, que había emigrado desde Piemonte a Buenos Aires, hablaba en dialecto en casa y así pudo conocer la lengua italiana, la que Francisco definió “el idioma de sus recuerdos”. Hablaban durnate horas y bebían mate. En aquella imagen se encierra la niñez del Pontífice. El piemontese, de hecho, era su primera lengua madre. De hecho allí tenía aún a una prima, Carla Rabezzana, que el Pontífice fue a visitar en noviembre de 2022 para celebrar los 90 años de ella.
Esther, la formidable
Rosa había emigrado en el año 1929 desde Italia junto a su marido Giovanni y a su hijo Mario, el padre del Pontífice, a Buenos Aires. Aquella historia familiar, de hecho su madre, Regina Sivori, también era hija de inmigrantes de origen italiano, modifica para siempre su visión del mundo. El origen de su familia determina para siempre su personalidad, aspecto que lo llevará durante todo su papado a defender los derechos de las personas migrantes y a pedir que no se vulnerasen sus derechos. Pero volviendo a su abuela Rosa, fue importante, sobre todo, por ser su gran inspiración espiritual.
Pero al margen de lo estrictamente religioso, otra de las mujeres que han formado parte de la vida del Pontífice argentino, quizás por la que demuestra más respeto y admiración en sus respectivas autobiografías, es Esther. Era la jefa del laboratorio en el que trabajó siendo joven antes de ser cura. En su libro Life, la define como “una mujer formidable, a la que le debo tanto”. Además explica que ella le enseñó política, que era comunista y que de mayor se entregó a fundar la asociación de madres de la plaza de mayo en Buenos Aires. Era además, una persona extremadamente precisa en el trabajo que le enseñó la disciplina.
Su novia de joven
Aunque pueda sonar sorprendente, durante su vida precedente al sacerdocio, cuando papa Francisco era aún Jorge Bergoglio, tuvo dos pequeños enamoramientos que recordó en sus libros. Cuenta de hecho en Life que había ya tenido una pequeña novia en el pasado, pero que durante su tiempo en el seminario fue a la boda de uno de sus tíos y se quedó completamente impresionado con una chica. Durante una semana no pudo dejar de pensar en ella porque era “guapa e inteligente”, pero, añadía el Pontífice, por fortuna para él ese pensamiento se desvaneció y se dedicó completamente a su vocación religiosa. Una vocación que nunca podría haber imaginado que lo hubiese llevado a ser Papa.
El ejemplo de su madre, Regina, fue también central en su vida, sobre todo si pensamos que su padre, Mario, murió cuando el Pontífice, que era el hermano mayor, tenía 23 años, dejando huérfanos a sus cinco hijos. En el relato de su vida, que trasciende de los libros que el propio Papa escribió durante estos años, trasciende una anécdota sobre sus primeros años en el seminario. Bergoglio no quería decepcionar a su madre y se inventó que estudiaría medicina pero, un día, mientras su madre limpiaba encontró sus libros de teología y filosofía. En aquel momento el Pontífice le respondió: “Estoy estudiando la medicina del alma”, según relató él mismo.