A veces nos cuesta ver a las personas entre tanta gente. Por eso, miren la foto. Sí, esa que acompaña a la noticia, justo encima de estas líneas. Es probable que no se hayan fijado, pero en ella distinguimos con claridad a, al menos, 14 migrantes. Fíjense ahora en la voluntaria que carga con una niña en brazos. Es lo que más impactó a Antonio Sempere, el fotoperiodista colaborador de Artículo 14 que realizó el disparo. Una niña que ha logrado llegar a tierra viva y sola. Una niña muy pequeña con una historia que difícilmente conoceremos, pero que es dura. Eso seguro.
No piensen que es la foto de una excepción. De hecho es una imagen que refleja algo que cada vez pasa más y que preocupa a las autoridades. Niñas que llegan en cayucos sin nadie que las acompañe. Le preguntamos por ellas a Siham Khalifa, directora nacional adjunta del Área de Infancia y Familia de Fundación SAMU. “Conocemos varias historias. Las que han hecho la travesía solas, esperando una reagrupación en el país de acogida, o las que la han hecho con un referente adulto pero a nuestra red de acogida llegan solas. También las que han perdido el referente que las acompañaba en el tránsito migratorio”.
La crudeza de las cifras
Le pedimos hablar de cifras y los datos que nos facilita nos hacen reflexionar. Casi 200 niñas han llegado solas al archipiélago en lo que va de año. A ellas se suman las 280 menores que viven en los 13 centros habilitados en las Islas Canarias y las más de 50 que desde el pasado 10 de enero ha acogido la propia Fundación, con edades que van desde los 6 años hasta la preadolescencia. Están presentes con 9 centros en Gran Canaria, uno en Fuerteventura, 5 en Lanzarote y uno de día, también en esta isla. Conocen de primera mano lo que está pasando. “El aumento de la migración de las niñas puede ser atribuido a varios factores pero siempre ha sido una migración más invisibilizada”, asevera Siham Khalifa.
Estas pequeñas llegan a España a través de la ruta de África Occidental. “Es una ruta dura y una ruta peligrosa”, nos dice Khalifa. “Como cualquier otra”, recalca. Cuando le pedimos que nos detalle esos peligros a los que se enfrentan por su condición, la lista que enumera parece interminable: “desamparo, soledad, miedo, hambre, frío, peligros reales…”.
Y es que, si el viaje es duro, para ellas lo es más.”Psicológicamente llegan bastante dañadas emocionalmente”, continúa. “Obviamente, una experiencia traumática deja huella en la vida de una niña, máxime en este contexto”.
Al centro de menores
Una vez que han logrado llegar, si no hay ningún familiar que las reclame, su destino es acabar en un centro de menores pero solo hasta los 18 años. Después, tendrán que empezar, de nuevo, a buscarse la vida solas.
Hablemos claro. Son niñas . Niñas que, en muchos casos, son perseguidas, huyen de abusos, de malos tratos en el hogar, de matrimonios forzosos… Niñas que quieren prosperar. Niñas que llegan a un país en el que nada es conocido: ni la gente, ni el paisaje, ni la comida, ni las costumbres ni, por supuesto, el idioma. Son niñas. Niñas que a veces recorren cientos o miles de kilómetros a pie para montarse en un cayuco en el que pondrán su vida y su suerte en manos del mar.