Aissatou no es para nada una recién llegada. De sus 49 años de vida, ha pasado 19 en Barcelona. Allí vive, allí trabaja, allí se casó y allí, también, se divorció. Hoy, su familia la componen ella, su hija y sus dos hijos. Hasta aquí, una historia tan normal como la de cualquiera. Pero ese hogar, el que forman los cuatro, está muy lejos del lugar donde Aissatou Diallo Ba nació, un pueblo llamado Donghol-Sigon, en Guinea-Conakry.
Cinco mil kilómetros que no son nada al lado de una distancia que la separa cada vez más de algunos de sus vecinos del barrio y que tiene un nombre: racismo. “El racismo existe. No había tanto antes. Ahora el racismo, el odio y la xenofobia existen muchísimo por cosas que publican: los africanos no saben nada, los africanos vienen para quitarles a los demás el trabajo… Si una mujer tiene piel negra, no la quieren en un trabajo aunque sepa trabajar bien. Ellos no saben que tú ya estabas preparada antes de llegar aquí. Es muy fuerte lo que sufren las mujeres”.
Aissatou lucha cada día contra ese sufrimiento. Cuando hablamos por última vez con ella, se está preparando para asistir a la manifestación feminista del 8M en Barcelona. Para esta superviviente de mutilación genital no es una opción perdérsela, pero confiesa que echa de menos una convocatoria específica para mujeres migrantes y racializadas. Aunque lleva ya dos décadas en España, siempre en Barcelona, siente que algo está cambiando y no para bien: “La xenofobia en Cataluña ha crecido bastante por los mensajes de odio. Nadie sale para decir la verdad, nadie sale para decir algo en contra de ese racismo y tampoco tenemos referentes. Por eso la xenofobia ha crecido. Es muy peligroso”. Nos cuenta que, incluso las mujeres que llegan a nuestro país con formación procedentes de África, acaban dedicándose a trabajos no cualificados: “ El 80% de mujeres viene del mundo rural. El resto viene con preparación, diplomas, estudios… Muchas vienen aquí y tienen miedo de sacar los diplomas. Los tienen bajo la cama o dentro de los armarios. Y trabajan de lo que les ofrecen. El racismo es muy preocupante”.
Sus hijos, en el colegio, también lo notan: “Los niños que nacen aquí y crecen aquí no acaban de ser de aquí, pero tampoco de allá. Están tan confusos que no saben ni cómo levantar la cabeza. Si tienes la piel un poco blanca, puedes sobrevivir, ya tienes algo ganado. Si eres más oscuro, más negro, hasta acabar los estudios es más complicado para ti. En las escuelas hay muchísimo racismo. Algunos profesores les dicen a los niños que no valen para nada. Y eso es muy triste. Cuando un niño está estudiando y le dices que no sirve para nada, psicológicamente le está tocando. Por eso muchos niños no acaban los estudios. Salen a buscar trabajo o a ayudar a la familia. Otros se van fuera de España a acabar los estudios”.
Según ella es fundamental para luchar contra la ultraderecha que las estrategias a seguir en materia migratoria se piensen, se planifiquen: “Tenemos miedo de la ultraderecha. Muchísimo miedo. Pero se puede superar acompañando a las mujeres migrantes. Hace falta una estrategia de trabajo muy bien diseñada para lograr cambiar esto. Los mensajes de odio son muy peligrosos”.
Un racismo que la política tiene que aprender a controlar, y que Aissatou percibe cada día en la mirada del otro: “Se ve que te observan con esa idea de pobrecita. Han creado otra mirada y no saben la mochila que llevamos de riqueza, de fortaleza… una mochila que puede cambiar la vida de los demás también”.
De momento no ve factible que esa idea de “remigración” llegue a importarse ni a España en general ni a Cataluña en particular, pero tampoco está contenta con el escenario actual. “No creo que puedan echar a mi familia. Las familias que estamos trabajando y cotizando tenemos los mismos derechos. Tendríamos que convivir conjuntamente. Si intentan echar a la gente, lo que va a hacer es refugiarse y hacer guetos, como pasa en París, por ejemplo.”