Catarroja es uno de los últimos pueblos afectados por la DANA más alejado de Valencia. La ruta que muchos voluntarios suelen hacer andando comienza en La Torre para después pasar a Benetúser o a Sedaví para continuar en Masanasa. El siguiente pueblo en cuestión sería Catarroja y después Albal. Sin embargo, como los voluntarios ven que su ayuda ya se necesita en las primeras pedanías, apenas llega nadie hasta las últimas, que denuncian sentirse abandonados.
Artículo14 acudió a Catarroja el pasado miércoles, ocho días después de la DANA, y aunque hay voluntarios, llegan muchos menos que al resto de pueblos. Catarroja, además tiene una complicación añadida, y es que sus calles son muy estrechas y principalmente peatonales por lo que es muy difícil acceder a ellas con furgonetas llenas de comida o con camiones y grúas que ayuden a despejar todo.
La ruta por la que optan los voluntarios para entrar directamente en Catarroja consiste en aparcar en el polígono industrial para cruzar las vías del tren andando. Al poco de llegar al casco antiguo de la pedanía, Concha se acerca a nosotras. Su cara de cansancio lo dice todo.
Nos señala un túnel cercano y nos asegura que de él “han sacado cuatro muertos. El tercer día ya empezó a oler, pero eso no se cuenta”, explica indignada. También denuncia que por la noche, se han producido robos: “No podemos dormir”.
Abandono, basura y ratas
“Mirad cómo estamos. Mirad las alcantarillas. El otro día empezó a llover de nuevo y flipamos. Estábamos todos en la ventana mirando. Tienen que desatascar”. Además de la lluvia, hay otra cosa que le preocupa a Concha, “cuando el barro se ponga duro vamos a flipar”.
Catarroja es una pedanía en la que principalmente viven ancianos, muchos de ellos solos. Es por eso que Concha tuvo que ayudar a sus vecinos antes de ponerse a limpiar su propia casa. “Aquí estamos abandonados a la hora de limpiar“, explica. “Comida nos traen los jóvenes, pero nada más”.
Concha asegura que los ánimos “van a peor” una semana después del paso de la DANA. “Esa señora, Loli, hoy ya no quería salir. Estaba en la cama llorando y he subido a pedirle que bajase. Las depresiones van a más. No vemos avance. No sabemos en qué día vivimos“.
La vecina asegura haber visto ya ratas por la zona. “Vienen atraídas por la basura que todos los vecinos tiran a las puertas de sus casas”. Una situación que, aunque no es la idónea, se produce en todas las pedanías ante la falta de cubos de basura suficientes o lugares concretos destinados a ello.
Pese a la situación vivida, Concha agradece profundamente la labor de los voluntarios y de efectivos de otras comunidades autónomas: “Aquí han venido bomberos de Córdoba que se habían pedido vacaciones para venir a ayudar”. Eso sí, no comprende cómo los bomberos de Valencia aun no han pasado por allí. “Gracias a los chavales podemos andar”.
Entre las calles de Catarroja, nos cruzamos con un grupo de hombres migrantes que nos explican que han venido desde Barcelona solo para ayudar. Se animan entre sí y trabajan sin parar. Cuando sacamos la cámara, sonríen orgullosos de la ayuda que están dando a los vecinos valencianos.
Anular las fallas
A los pocos días de producirse la DANA, Concha recuerda haber leído una noticia en la que se proponía anular las fallas de 2025 tras lo ocurrido. Una decisión que la vecina de Catarroja no puede entender dado que para los valencianos estas fiestas son tradición, alegría y hermandad.
“Para rematar que se están ríendo en nuestra cara, leo una noticia de que igual nos anulan las fallas. ¿Perdona? Aquí hay gente mayor muerta que no has venido a quitarla ¿y me dices que vas a quitar las fallas? ¿Estamos locos o qué? ¿Y me vas a anular las fallas?”, se preguntaba Concha resignada.
Recuerdos entre el lodo
Pese a haberlo perdido todo, los hay que todavía consiguen emitir una pequeña sonrisa. Sobre todo las madres coraje que no se pueden hundir delante de sus hijos pequeños. Uno de ellos nos muestra a cámara orgulloso el ColaCao que le acaba de regalar uno de los voluntarios, mientras que el más pequeño aun está asustado por todo lo ocurrido.
Entre las calles de Catarroja también nos encontramos a Tere, que busca entre los enseres personales tirados enfrente de su casa, ropa interior para ella y para su hija. Nos explica que se ha quedado sin nada y va a intentar lavarlas. En esta búsqueda también encontramos una esclava de oro que Tere nos agradece profundamente.
Siguiendo nuestro camino, nos fijamos en fotografías personales que descansan sobre el barro. En ellas se ve un bebé fallero, una comida familiar y un retrato de una persona mayor que seguro alguien guardaría con cariño.