En el Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) de San Andrés, en la isla del Hierro, Jorge, subinspector de la Policía Nacional y subdirector de las instalaciones del Ministerio del Interior, se ha destacado por su trato humano y cercano hacia los migrantes que llegan al centro. Aunque su responsabilidad principal es garantizar la seguridad y el buen funcionamiento del lugar, Jorge va más allá de sus deberes profesionales al mostrar empatía y cuidado hacia las personas que, después de un largo y peligroso viaje en cayuco, llegan buscando un futuro mejor. Su comportamiento refleja una humanidad que trasciende las obligaciones formales, especialmente con los más vulnerables: los niños y las niñas.
El puerto de La Restinga, donde arriban muchos migrantes tras largas travesías en cayucos, ve llegar a familias completas, incluidos niños y niñas pequeñas que han enfrentado circunstancias extremas en su viaje. Al llegar, se encuentran desorientados y vulnerables. El policía observó a un niño que, tras su llegada al centro, miraba una bicicleta en el patio, sin atreverse a usarla. Aquel niño había atravesado el océano junto a su familia, en busca de un lugar seguro, y su corta edad no le había librado de vivir momentos de gran incertidumbre.
Jorge, guiado por su empatía, decidió enseñar al niño a montar en bicicleta. A pesar de las tensiones propias de su labor diaria, encontró un momento para estar con el pequeño, acompañándolo de cerca mientras este aprendía a pedalear. La sonrisa que se dibujó en el rostro del niño era la prueba de que, por un momento, había recuperado una parte de su infancia que el peligroso viaje le había arrebatado. Con su gesto, Jorge no solo cumplía con su función policial, sino que mostraba una faceta más profunda: su compromiso con las personas más vulnerables, los niños, que necesitan mucho más que seguridad física.
Este gesto, aunque simple, refleja lo que sucede diariamente dentro del CATE, donde se gestiona la llegada de migrantes en un contexto que a menudo es objeto de discusiones políticas. Mientras las autoridades debaten sobre competencias y responsabilidades en torno a la atención de los menores migrantes, lo que realmente marca la diferencia en el día a día es el trato humano que reciben. La actitud de Jorge va más allá de la gestión de las políticas migratorias, lo que importa es el cuidado y la empatía hacia quienes llegan en situaciones de extrema necesidad.
El trabajo de Jorge como subdirector del CATE pone de manifiesto que el verdadero servicio a los migrantes no se limita estrictamente a cumplir con protocolos, sino a brindar humanidad en momentos difíciles. En lugar de centrarse en disputas sobre qué administración debe encargarse de los menores migrantes, lo que realmente resuena en el centro es el lenguaje de la compasión, el único que estos niños y niñas comprenden.
Al enseñar a ese niño a montar en bicicleta, Jorge mostró que, frente a la crisis migratoria, lo más necesario no es una solución política, sino un acto de bondad que brinde un rayo de esperanza a quienes lo han perdido todo. Esta historia nos hace ver que la verdadera responsabilidad va más allá de lo administrativo y se centra en lo profundamente humano.