Pagos por adelantado, cientos de llamadas, diez metros cuadrados, mes de honorarios a la inmobiliaria, pagar por visitar el piso… ¿Qué hay de cierto en todo esto? ¿Cómo es buscar piso en Madrid? En Artículo14 os contamos la experiencia en primera persona. Hay quien dice que las miles de personas que se manifestaron este fin de semana contra los precios abusivos de la vivienda no tienen motivo. Pero nada más lejos de la realidad.
Solo en el último año, los alquileres en grandes ciudades como Madrid han aumentado más de un 15%. Esto supone que jóvenes e incluso familias enteras tengan que buscar una vivienda fuera de la capital, mudándose al extrarradio (quien lo consigue) y con largos trayectos en transporte público todos los días para llegar al trabajo.
Mi primer alquiler en Madrid: Parla
Esta fue mi experiencia. Cuando a principios del año pasado me propongo mudarme a Madrid con mi pareja, la primera gran barrera a superar fue la vivienda. Contaba con el apoyo de mi madre que me ayudaba a llamar a decenas de inmobiliarias cada día. De un día para otro, casi sin planearlo, le confirmaron tres visitas un mismo día, por lo que bajamos corriendo a Madrid desde el norte de España. Tras conseguir visitar siete u ocho pisos por el sur de Madrid, (Getafe, Parla, Ensanche de Vallecas, Fuenlabrada y Alcorcón), decidimos dejar la señal en un bajo de una habitación con terraza de Getafe que costaba 800 euros sin garaje ni trastero. Pero el piso todavía no era nuestro, debíamos pasar el seguro de impagos que solo superas según los ingresos.
En aquel momento ya habíamos vuelto de Madrid, y aunque siempre pensé que nos habían dicho que ‘no’ por tener mascota, ellos alegaron que no habíamos pasado el seguro de impagos cuando por ingresos sí lo superábamos. Rechazados del bajo de Getafe, tuvimos que hacer una segunda ronda de viviendas en Madrid. Después de ver otros cuatro o cinco nos decidimos por un piso de tres habitaciones, dos baños y un amplio salón en Parla, con garaje y trastero por 750 euros. Además, permitían a nuestro perro. Mes de agencia, más mes de fianza, más mes en curso. Todo un chollo, pensarán algunos.
Sin embargo, el verdadero reto llegó para llegar al trabajo en el centro de Madrid: tranvía, cercanías, transbordo en Atocha y otra parada en otra línea. Una hora y media si no había problemas en Renfe. El día que más tardé en llegar fueron cerca de dos horas y media. Es decir, tres horas al día perdidas en transporte público. No obstante, la zona residencial y el piso tan grande que teníamos merecían la pena cada día que quería bajar a Madrid.
A principios de este año, el casero nos comunica que quiere vender el piso porque los intereses de su hipoteca han subido mucho. Al año de estar allí, nos quiso echar. Negociamos para que nos dejara quedarnos hasta junio, cuando nos fuimos.
Como no sabíamos qué hacer y podíamos teletrabajar, decidimos pasar el verano en mi ciudad natal y, de vuelta en septiembre, volver a bajar para buscar piso. Qué gran error. Y cómo cambió todo de un año para otro.
Mi segundo alquiler en Madrid: Villaverde Bajo
Para que os situéis, os hablo de este verano. Decidimos dejar la gran parte de nuestras cosas en un trastero que alquilamos para no tener que hacer la mudanza dos veces. En verano, por redes sociales, ya veía vídeos de gente quejándose de lo difícil que era encontrar un piso medio decente en Madrid sin gastarte toda la nómina.
Esta situación cada vez me aterraba más por lo que solo posponía el momento de ponerme a buscar piso. Hasta que llegó agosto y sabía que si en septiembre quería volver a la oficina, debía ponerme a buscar ya. Un primer vistazo en Idealista que no duró ni dos minutos. Pisos de 20 metros cuadrados (si es que a eso se le puede llamar piso) por 1.000 euros. Si utilizabas los filtros de zona, precio máximo y metros cuadrados mínimos, te quedabas sin opciones. Más aun cuando señalabas que tenías mascota.
Después de no encontrar nada en Idealista, pasamos al plan B: las inmobiliarias. Sin embargo, no esperaba que todo hubiera cambiado tanto de un año para otro. Mientras que a principios del año pasado las inmobiliarias tenían decenas de pisos para alquilar, podías escoger e incluso “negociar” el precio, este año era todo lo contrario. Poco menos que la jungla. No solo no había pisos sino que los pocos que había eran reservados (con su correspondiente fianza de un mes) sin verlos por personas que estaban desesperadas por encontrar un hogar.
¿La razón? La Ley de Vivienda que se aprobó el año pasado recogía que a partir de ese momento el mes de honorarios de la agencia debía pagarlo el propietario y no el futuro inquilino. Con esta norma, los propietarios dejaron de publicitar su piso en agencias, publicándolos por su lado en portales de viviendas como Idealista y poniendo las condiciones y el precio que ellos querían. Puede ser este uno de los motivos también por el que se haya incrementado el alquiler. Dado que lo ponen en alquiler sin asesoramiento y con el precio que a ellos les conviene.
Desde mediados de agosto y hasta principios de septiembre, mi madre llamó a todas las inmobiliarias que le aparecían en el mapa. Nos daba igual la zona, siempre que estuviera dentro de la M-40. El presupuesto también lo fijamos en 1.000 euros. Las llamadas con las inmobiliarias eran rápidas (por lo que os contaba anteriormente). Cito conversación textual: “Hola, ¿qué tal? ¿Tienen algún piso en alquiler?”. Respuesta: “No, lo siento”. Fin de la llamada. Así llamaría a más de cien inmobiliarias (y sin exagerar). No había pisos. La conversación se podía alargar un poco más cuando respondían que sí, que tenían uno. Mi madre, ilusionada, preguntaba “¿y los dueños admitirían un perro pequeño que ya es mayor?” Respuesta: “No, lo siento”. Fin de la conversación de nuevo.
Así pasaron los días mientras yo merodeaba por internet sin encontrar nada. Tuve distintas conversaciones con propietarios en Idealista. Tenía puesta una alarma y cada vez que subían un piso nuevo a la plataforma dentro de mis parámetros, me saltaba automáticamente y yo llamaba. Este diálogo también era corto pero en este proceso me sorprendió muchísimo una cosa. La gente estaba tan desesperada que sin ver el piso físicamente, ni conocer al dueño, ya pedían el número de cuenta para ingresar la señal y así poder reservarlo. Y el propietario se lo pasaba encantado. Ahora me pregunto, ¿a dónde hemos llegado?
Eso no me pasó una vez, ni dos, fueron muchas más. Luego me lo confirmó la inmobiliaria del único piso que encontró mi madre para visitarlo. Estaba en Villaverde Bajo, en una zona residencial relativamente nueva. La agente me contó que muchas personas habían ofrecido dar el dinero de la señal sin ver el piso. Sin embargo, como inmobiliaria, no podían aceptar eso. Y mi madre tuvo la gran suerte de ser la primera en llamar a esa inmobiliaria cuando entró la vivienda. Por lo que yo era la primera en verlo y en mi poder estaba decidir si me lo quedaba o no.
Allí fui sin fotos y sin anuncio. La única información que sabía es que tenía una habitación, que costaba 800 euros y que era un segundo con ascensor. Y una breve descripción de la agente inmobiliario: “Es como el piso de Cuéntame”, lo cual ya os sugiere una idea. No habían hecho ni fotos al piso porque ya tenían cinco visitas agendadas de desesperados que, como mi madre, llamaban por si había suerte.
El piso no me convencía, era pequeño según a lo que yo estaba acostumbrada. Pero sólo tenía unas horas para decidirme. Yo fui a ver el piso a las 11h y a las 17h ya empezaba con el resto de visitas. La agente inmobiliario tenía claro que si no era yo, sería el siguiente. Pero sabía que ese mismo día lo alquilaría.
Propietarios y agencias también juegan con esto. Con la desesperación y la urgencia. En mi caso pregunté si era posible que quitaran algunos muebles antiguos de la casa y la respuesta fue un rotundo no porque si no lo quería yo con muebles, la siguiente visita lo alquilaría tal cual y sin protestar. Tal cual que hasta el piso sucio me encontré cuando llegamos el primer día.
Esa misma tarde dije que sí, que me lo quedaba. Al final, tenía que empezar a trabajar de forma presencial y no tenía más pisos para ver porque directamente no había. Aunque un mes después, lo siento, pero sigo sin estar convencida. De momento, tengo un año firmado de contrato.
Se ha llegado a una situación en la que el inquilino, a partir de la firma de contrato, ya no puede protestar por nada pues como no hay viviendas, en tu lugar entrarían decenas de familias más.
No sé qué debe cambiar. No tengo la fórmula mágica. Pero está claro que este sistema tal cual está no funciona bien. Juegan con la desesperación de los futuros inquilinos. El Gobierno aprobó la Ley de Vivienda para que esto mejorara. Prohibió que las inmobiliarias cobraran su mes de honorarios a los inquilinos (lo cual, por cierto, se sigue haciendo con sus trampas), pero al final, lo que ha resultado es que las personas dejan de anunciar sus pisos en las inmobiliarias y esto constituye un problema más grave de acceso a la vivienda.
A mí no me ha pasado que me pidan dinero solo por visitar pisos, aunque he escuchado a gente que sí. Por ejemplo, sí me han intentado cobrar el mes de honorarios en concepto de otros gastos y me han pedido más de un mes de fianza cuando la Comunidad de Madrid tampoco lo permite. En fin, esta ha sido mi experiencia. Y como poco, es para manifestarse y no parar de hacerlo porque al final, es lo de siempre. Solo unos pocos ganan mientras otros se empobrecen.