La monarquía como cura de las heridas políticas

Los Reyes Felipe VI y Letizia volvieron a dar la cara ante los ciudadanos dentro y fuera del templo mientras los cargos políticos entraron por la puerta trasera al funeral por las víctimas de la DANA

La Catedral de Valencia fue testigo de un cambio de paradigma en la sociedad española. La iglesia catedral-basílica metropolitana de la Asunción de Nuestra Señora de Valencia acogió este lunes, 9 de diciembre, la misa funeral por las víctimas de la DANA que azotó la región el pasado 29 de octubre. El homenaje presidido por el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, reunió a cientos de familiares y allegados de los más de 220 fallecidos. Al acto asistieron multitud de autoridades, como la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, y los ministros Diana Morant y Ángel Víctor Torres. También el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, entre otras. Sin embargo, su recibimiento siguió el patrón acogido desde que se desató la catástrofe. Una respuesta opuesta a la provocado por los Reyes Felipe VI y Letizia, que volvieron a a dar la cara mientras los cargos políticos entraron por la puerta trasera.

La seu se tiñó de negro, tensión, añoranza y silencio. Mientras, al otro lado de la puerta esperaban expectantes la prensa y otras personas que acudieron a ojear o mostrar sus respetos. El silencio no fue compartido en este luto debido a los gritos por parte de un grupo reducido de personas, menos de 10, que aseguraban ser familiares de uno de los fallecidos. Esta agrupación de manifestantes se acercó al final de la misa a abuchear a todos los políticos, además de gritar cánticos a favor de todos los movimientos negacionistas y bulos, en relación o no con lo sucedido. Algunos viandantes reclamaron al grupo que mostraran respeto y guardarán la compostura, ya que “en ese lugar no les iban a oír los políticos”. Cuya respuesta fue: “lo hacemos para salir en la tele, que nos graben los medios”.

Este clima de tensión provocó varios desacuerdos hasta que, al fin, elaboraron un cántico común: “Mazón culpable, Sánchez responsable”. Esta desafección política compartida por la mayoría de población une en el desacuerdo ante una certeza: “Solo en pueblo salva al pueblo”.

El homenaje duró más de lo esperado debido a la acogida de los reyes, que fueron deteniéndose con las familias de las víctimas que reclamaban su consuelo y cálido abrazo. Una dualidad opuesta a la frialdad de las autoridades políticas que aprovecharon ese momento para huir por la puerta trasera. Esta escena es una prueba definitiva de lo que podría ser un antes y un después en el panorama político español.

Un punto de inflexión en la política española

La gestión de la DANA ha sido percibida por muchos como la gota que colma el vaso de un largo período de frustración con la clase política. La lentitud en la respuesta institucional, las promesas vacías y la desconexión percibida entre las autoridades y las necesidades reales de los ciudadanos han alimentado las críticas.

En medio de esta tensión, los Reyes Felipe VI y Letizia han asumido un rol que ha sorprendido a muchos: el de portavoces de la esperanza. Su presencia en Paiporta, una de las zonas más afectadas por la tormenta, fue un momento clave. Allí, caminaron entre los vecinos, escucharon sus testimonios y resistieron incluso los gestos de rabia de algunos, como lanzamientos de barro. Frente al alejamiento de otros líderes, su actitud fue vista como un compromiso directo con el dolor de las personas afectadas.

Desde entonces, y de forma especialmente evidente durante el funeral celebrado en Valencia, los Reyes han comenzado a ser percibidos por muchos como la cara de la empatía en un momento crítico para el país. Este giro en la percepción pública podría marcar un punto de inflexión no solo en su papel como monarquía, sino también en el equilibrio entre las instituciones políticas y sociales en España. La DANA se ha convertido en un catalizador del descontento político acumulado durante años.

El contraste entre los aplausos a los Reyes y abucheos a los políticos subraya el papel creciente de los monarcas como figuras de empatía, valentía y cercanía desde su visita a Paiporta tras las inundaciones. A pesar de la brecha entre la ciudadanía y sus líderes políticos que crece sin frenos en medio del caos y la indignación, la monarquía ha reforzando esa percepción en el funeral.

Una sociedad en busca de representación y consuelo

Así, este último mes y medio ha revelado las fisuras de un sistema que, para muchos, lleva demasiado tiempo priorizando los intereses políticos por encima de las necesidades ciudadanas. El mismo arzobispo lanzó lo que podría ser una indirecta en su discurso: “La auténtica solidaridad es la de aquellos que ponen a las personas que sufren en el centro y se olvidan de sí mismos y de sus intereses“.

La pregunta que queda en el aire y el debate común es si esta tragedia se traducirá en un cambio real y sostenible para un país que reclama no solo palabras, sino acciones. En la búsqueda de un sistema político que defienda al pueblo solo queda no sucumbir a que “las diferencias se conviertan en divisiones”, reclamó el arzobispo.. Benavent recordó en su homilía: El dolor nunca tiene la última palabra”.