España lleva sin respiración una semana por el asesinato de Belén Cortés, la educadora social asesinada a manos, presuntamente, de tres menores que tutelaba. Tenía 35 años, toda la vida por delante. Una familia, pareja y amigos que la adoraban. Y una vocación infinita que jamás pensó la llevaría al peor desenlace.
Todo su entorno coincide: era una persona “fantástica, a la que querías tener cerca”. Belén siempre tuvo claro lo que quería en la vida: cuidar de los suyos y dedicarse a su pasión, la educación social. Y no paró hasta conseguirlo. “Trabajó en mil sitios, en la piscina municipal, de camarera, en todo lo que le salía, hasta que pudo dedicarse a lo que estudió”. Antonia, vecina de Castuera, pueblo en el que se ha criado Belén, que la ha visto crecer, la recuerda siempre “generosa, voluntariosa y, sobre todo, entregada a los demás”. Una entrega que siempre brindó a su familia, “muy conocida en el pueblo”.

Un centenar de educadores y educadoras se han concentrado a las puertas de la subdirección de Protección a la Infancia y Tutela en Zaragoza para expresar su condena por el asesinato este lunes en Badajoz de una profesional.
“Sigo sin creérmelo”. Son las palabras de Alicia, amiga de Belén, y una de las últimas personas que la vio con vida. “Estaba tranquila, feliz, cuando la vi la semana pasada”. Si tuviera que elegir un solo adjetivo para describirla sería: “admirable”. “Era especial, una niña encantadora. Trabajadora como ella sola y siempre consiguiendo todos los objetivos que se proponía”. Para Belén su profesión era un sueño cumplido, “su trabajo, que tanto le gustaba, estaba súper contenta y orgullosa de haberlo conseguido. Su trabajo coincidía con su forma de ser”.
Aunque trabajaba en Badajoz, a unos 150 kilómetros de Castuera, Belén iba con frecuencia. Le gustaba estar cerca de su familia. “Hay personas que nacen para cuidar y ella era una de ellas”. De ahí la carrera que eligió. Estudió Educación Social con empeño en la Universidad de Granada, donde la recuerdan con cariño pero con impotencia a raudales “la muerte de Belén es el resultado compartido de sus agresores y la dejadez administrativa que pone a los profesionales al límite del heroísmo”. Una rabia que también han manifestado durante estos días los trabajadores del sector bajo pancartas que rezan “en casa nos esperan” o “seguridad para todos, todos somos Belén” para poner el grito en el cielo: el sistema está fallando.

Exteriores del piso tutelado de Badajoz , ubicado en la calle Castillo de Benquerencia, donde una educadora de 35 años de un piso tutelado de Badajoz ha fallecido como consecuencia de una agresión mortal por parte de tres menores.
Su familia, a través de un comunicado, con un “dolor inconmensurable” ha manifestado que “seguirá adelante en la lucha para que su pérdida no sea una más en las estadísticas”. Ese es su objetivo ahora: “que su muerte no haya sido en vano, porque el mayor homenaje que podemos rendirle a Belén es trabajar juntos para que ninguna otra familia tenga que atravesar esta pesadilla”. La pesadilla de quien ha dado la vida por reconducir la de otros. “No le importaba arriesgar su propia vida, era una entrega increíble”. Creyó en su trabajo hasta el último momento. El pasado domingo su sonrisa se apagó para siempre, mientras ejercía el turno de noche en un piso tutelado de Badajoz. Apareció su cuerpo con signos de violencia y estrangulada con un cinturón. Raúl Montaño, el abogado de la familia de Belén, acusará a los menores de asesinato, al considerar que “lo tenían planificado”.