“Mi esperanza de vida es de entre 3 y 5 años”. Empieza su historia por ahí y, justo después, hay un par de segundos de silencio. ¿Qué se le pregunta a alguien después de una afirmación así? No es el tono con el que lo dice el que hace que cueste encajar la frase. Es… es la frase en sí. Su significado. Y eso que Espe, Esperanza Fernández Sanz, no habla con pena. Lo que esta mujer transmite es, sobre todo, energía. A ver, es karateka, cinturón negro y eso… se nota.
Respiramos y le pedimos que empiece por el principio. Nos sumergimos con ella en lo que ha sido llegar hasta aquí. Desde que esta enfermera se notó el bulto un día después de entrenar ha pasado un año y medio. Es poco y mucho tiempo a la vez. Por eso decide comenzar hablando, precisamente, del tiempo: “El tiempo importa. El tiempo de espera, el tiempo entre pruebas, el tiempo hasta la cirugía, el tiempo de la recuperación… Todos esos tiempos son tiempos que no vuelven”.
Su enfermedad ha sido rápida pero con muchas paradas en diferentes médicos. En abril de 2023 se detectó un bulto “no en la mama, sino en el pectoral”. Lo primero que pensó fue que se había hecho daño en kárate, que era el típico nudo… pero el bulto no se iba. Al principio le dijeron que parecía un fibroma, que no era nada, pero tras un periplo médico, el 31 de mayo, llegó hasta una ginecóloga que la exploró en profundidad. “Le dije a la ginecóloga: ‘¿me tengo que preocupar?’ Y ella me dijo: ‘es un bulto que no debería estar ahí. Cuando lo estudiemos, hablamos. Me pareció muy sensata. Se pasó mucho rato explorándome’”.
Le dieron cita para una mamografía y una ecografía preferente para julio. Mucho más tiempo del que estipula la norma. “Yo intentaba no pensar en la posibilidad del cáncer. Seguía haciendo mi vida. Cada vez me iba doliendo más el bulto…” . Aquí hacemos una pausa. Porque una de las cosas que se nos repiten es que el cáncer no duele. “Duele. El cáncer puede doler. De hecho, a mí me estaba comprometiendo el pectoral y por eso me dolía. Y me parecía que había crecido. Que lo que parecía un guisantito ya era más bien un garbanzo”.
Y llegó el diagnóstico
Le hicieron la eco y la mamo. Y nadie le dio el resultado. “Doce días más tarde nadie me había llamado para decirme nada”. Se enteró de lo que le pasaba mirando su carpeta de paciente. “Digo, anda mira. Está colgado un PDF, el resultado. Si lo han cargado es que está bien. Y abro y no estaba bien. Ponía: ‘carcinoma ductal infiltrante grado 3’. Lo tuve que leer doce veces. Un paciente no se puede encontrar un resultado cargado tan grave. La humanización pasa por esto. Estuve fatal”. Es algo que le ha pasado un par de veces a lo largo de este proceso: encontrarse colgados los resultados de pruebas sin que un médico se los explique antes. Así se enteró también de que había algo raro en la otra mama: “lloré como una Magdalena. Yo ese día lloré lo que no está escrito”. El resultado de esa segunda biopsia, afortunadamente, no fue malo.
Le daban fecha para operarse en octubre. Con un tipo de cáncer que es el más agresivo, en grado 3. Logró que se adelantara al 13 de septiembre. Por protocolo, conservó la mama aunque ella hubiera preferido que no fuera así, para sentirse más segura. A lo largo de este camino, se ha encontrado errores, pero también, gente muy humana. Nos cuenta que nunca se ha reído tanto como con el personal de radiología del 12 de octubre. Destaca el papel, también, de la enfermera gestora: “Una humanidad, una empatía, tratando de agilizar todo, diciéndome qué tenía que comprarme… Para mí, uno de los momentos duros fue comprarme el sujetador que tenía que usar después. Porque, aunque era muy parecido a los que yo uso deportivos, en esta ocasión no era para hacer deporte. Era para comprimir una mama operada por un cáncer”.
Tras la operación, la quimio. Después, la radio. Y, en julio de 2024, la metástasis. Solo 5 meses después de haber acabado el tratamiento.
La metástasis: el gran marrón
No se vio antes en ninguna prueba, porque no las hubo. En su caso, según el protocolo, no estaban indicadas. Le decían que el cáncer no estaba, que tenía una medicación preventiva y que daba igual hacer pruebas. “Digo, pero ¿cómo va a dar igual ver una metástasis en unos primeros momentos que cuando la persona está invadida?”. Pero el protocolo es el protocolo y contra eso, poco se puede hacer. “Ven que la supervivencia es la misma haciendo un TAC que no. Quizá sea verdad cuantitativamente, pero no cualitativamente. Pero en los protocolos se ha colado un binomio: el binomio coste beneficio. Se habla de estadística pero la estadística es la lotería de las matemáticas. Yo no soy un número. Soy una tía importante. Le importo a mi madre, a mi padre, a mi pareja… Para alguien, soy lo más importante de la vida”.
Cuando en julio notó de nuevo un bulto en la mama operada, se hizo una ecografía y una mamografía. No se quedó tranquila y acudió a su médico de atención primaria que le hizo una biopsia de aguja fina. El resultado no era bueno: “Me cogió la mano y me dijo: ‘Siento dar malas noticias’”.
De nuevo, tratamiento. De nuevo, pendiente del cáncer. “Yo sé que mi esperanza de vida es de 3 a 5 años, pero sin inmunoterapia. Con inmunoterapia, lo cierto es que se me ha reducido el ganglio. Sé que mi vida, corta o larga, va a estar ligada a un tratamiento crónico. Cada 21 días tengo que ir a ponerme la inmunoterapia. A la semana, quimioterapia. Otra semana de descanso para recuperar las defensas y vuelta a empezar. Así el resto de mi vida”.
Y en eso está Espe ahora. Con un tratamiento de inmunoterapia que le ha dado ciertas esperanzas. “Hay 2 o 3 días al mes que son del cáncer. El resto no son del cáncer. Son míos. Y quiero elegir vivirlos al margen del cáncer”. Un consejo. Si se cruzan con ella, no la llamen campeona o guerrera. “Sé que su objetivo es que yo me sienta mejor. Pero a la hora de la verdad, cuando estoy mal…. No sé. Una persona puede sentirse presionada por todo eso. Pensar: no estoy llegando, no alcanzo el listón. ¡Joder, que ya bastante presión tenemos! Porque entonces, si yo me muero, ¿es porque no he luchado? Lo que me ayuda es que estén, que me traigan helado de chocolate, que me gusta. Llorar es sano. Expresar emociones es sano. Yo siempre digo lo mismo: Yo estoy asustada. Yo tengo miedo”.