El fallecimiento del Papa Francisco a los 88 años ha marcado el inicio de un proceso litúrgico e institucional que moviliza no solo al Vaticano, sino también a mandatarios, casas reales y fieles de todo el mundo.
Jorge Mario Bergoglio, primer papa latinoamericano y figura clave de la Iglesia en el siglo XXI, será despedido con una ceremonia solemne que rompe con algunas tradiciones centenarias, en consonancia con su carácter austero y su visión renovadora del papado.
Desde la Santa Sede se ha decretado un periodo oficial de luto de nueve días. Durante este tiempo se celebrarán misas diarias en su honor, en un clima de recogimiento y homenaje. El cuerpo del Pontífice será velado en la Capilla de Santa Marta, donde será trasladado con ornamentos litúrgicos, en un féretro sencillo, acorde a sus últimas voluntades. Los fieles podrán acudir a rendirle homenaje antes del funeral oficial.
Ceremonia con alto perfil internacional
Como es tradición en los funerales de un papa en ejercicio, la Plaza de San Pedro acogerá el acto central. La misa será presidida por el Decano del Colegio Cardenalicio y se espera la presencia de numerosos jefes de Estado, representantes de las principales religiones y líderes políticos. Entre las figuras destacadas que asistirán se encuentran los Reyes de España, Felipe VI y Letizia, quienes ya acompañaron al Papa en su misa inaugural en 2013 y lo recibieron en audiencia privada en 2014. También se espera la presencia del rey Guillermo de los Países Bajos y otros dignatarios europeos y latinoamericanos.
Esta ceremonia se diferenciará bastante de la de su predecesor Benedicto XVI, quien al haber renunciado al cargo fue despedido como papa emérito. En cambio, Francisco será honrado como pontífice en funciones, lo que implica un protocolo de mayor envergadura.
Una liturgia adaptada a su legado
La misa de exequias seguirá el ritual romano, con oraciones en latín y griego, cantos tradicionales como el Subvenite Sancti Dei y una homilía centrada en su legado de cercanía, justicia social y diálogo interreligioso. Sin embargo, Francisco dejó instrucciones específicas para que su despedida rompiera con la pompa de épocas pasadas.
No habrá triple ataúd como solía ser habitual (ciprés, zinc y roble), sino un único féretro de madera sin grandes ornamentos. Tampoco será expuesto en catafalco, sino directamente en su ataúd abierto, respetando su deseo de una ceremonia sencilla y profundamente espiritual.
Una sepultura distinta a la de sus predecesores
Otra de las decisiones que marca un cambio respecto a la tradición papal es su lugar de entierro. Francisco no será sepultado en la cripta de San Pedro, donde reposan muchos de sus antecesores, sino en la basílica de Santa María la Mayor. Esta iglesia romana, que alberga el icono de la Salus Populi Romani, ha sido un lugar muy especial para el Pontífice desde antes de ser elegido. La visitaba antes y después de cada viaje apostólico, y siempre mostró una devoción profunda por la Virgen que allí se venera.
Un final coherente con una vida sencilla
El funeral del Papa Francisco será recordado como una despedida fiel a su forma de entender el mundo y la Iglesia: sin excesos, centrada en la fe, el servicio y el pueblo. Con este acto solemne pero íntimo, se pone fin a un pontificado marcado por la humildad, el compromiso con los más desfavorecidos y la voluntad de tender puentes en tiempos de división.
Mientras el Vaticano se prepara para el cónclave que elegirá a su sucesor, la comunidad católica global rinde tributo a un Papa que cambió el curso de la Iglesia en el siglo XXI.