Gordofobia: el 74% de la población sufre discriminación por su peso

Las personas con sobrepeso sufren un escrutinio constante y su salud, sus hábitos y su personalidad se juzgan en función del tamaño de sus cuerpos. Reciben discriminación y microagresiones de forma diaria

'Bridget Jones', ejemplo de gordofobia en la cultura, era considerada gorda pesando 60 kilos
'Bridget Jones', ejemplo de gordofobia en la cultura, era considerada gorda pesando 60 kilos

“Era demasiado gruesa” para ser una modelo normal y “demasiado delgada” para pertenecer a las tallas grandes, pero nunca se rindió. La australiana Bree Warren tenía una talla 42, era deportista y modelo, pero era considerada gorda. No entraba dentro de la normatividad, aunque sí cumplía cada uno del resto de cánones estéticos que se le presuponen. Ella, modelo internacional, me confesó lo que yo ya sabía: había sufrido discriminación por su corpulencia durante toda su vida.

Lo mismo le sucedió a Ashley Graham. Hoy, con la “revolución del body positive“, ha conseguido desfilar para algunas de las firmas más importantes de moda a nivel internacional. Pero en 2017 saltó a la palestra informativa por confesar que ninguna de las marcas que participaban en un reportaje había querido vestirla por tener una 44. “Nací curvy y nunca he sabido lo que es estar delgada. En realidad, sólo he sabido lo que es ser yo misma. Pero durante mucho tiempo me culpaba, y probé absolutamente todas las dietas: la de la alcachofa, la de la sopa de cebolla, la Atkins, la de la sangre… Pero en realidad sólo las hacía porque otros me decían que tenía que perder peso para tener éxito”. Ahora habla de empoderamiento femenino en las Naciones Unidas y firma contratos millonarios con las mismas firmas que no quisieron vestirla cuando empezaba.

Según la OMS, la obesidad afecta a una de cada ocho personas en el mundo. Ellas son modelos, pero la gordofobia, es decir, el odio, rechazo y violencia que experimentan las personas por tener sobrepeso afecta al 74 % de la población, un porcentaje que aumenta cuando se trata de mujeres. El sexo femenino crece con este odio interiorizado, hacia sí mismo (“No hay nada peor que estar gorda”, dicen en Bridget Jones, una de las películas que ha definido a toda una generación).

En España el problema no es menor. Mara Jiménez creció, como tantas personas, sabiendo que ser diferente iba a traerle problemas. Sufrió bullying en el colegio, su entorno familiar la puso a dieta y comenzó a recibir juicios constantes basados únicamente en su apariencia. “Empecé a recibir insultos por Messenger: “foca, vaca, gorda”; me decían que no querían ser mis amigos por gorda, mentían para que otros compañeros me dejaran de lado…”. Con el tiempo, desarrolló un TCA, un Trastorno de la Conducta Alimentaria que la llevaba a hacerse daño con el único objetivo que pensaba que le daría la felicidad: estar delgada.

Con el tiempo, y con mucha terapia, Mara Jiménez se convirtió en activista contra el mismo odio que ella había recibido, divulgando acerca de la experiencia de las personas gordas y de los problemas mentales derivados de ello, y decidió hacerlo desde el humor. “¿Tienes estudios de medicina o es solo tu opinión?”, “¿Te preocupa también la salud mental de esta persona o solo la física?”, “¿No quieres que una persona gorda se beneficie de la sanidad con tus impuestos porque es su culpa estar gorda?”, “¿Hay una persona gorda que se ha atrevido a llevar un color que no es el negro?”. A través de su Instagram, @croquetamente_, y de su TikTok, @madrecroquetas, esta joven catalana simula ser una teleoperadora que contesta todas las dudas (gordofóbicas) de la gente.

La gordofobia: un problema transversal

La gordofobia es estructural y sistémica. Las personas con sobrepeso se ven obligadas no sólo a un escrutinio constante de su vida, su aspecto, sus hábitos y su salud, sino a situaciones humillantes, a violencia médica e incluso a insultos, vejaciones e incluso agresiones físicas por el simple hecho de su peso. Es decir: puede llegar a ponerse en peligro su bienestar, a todos los niveles, en función del tamaño de su cuerpo.

Que la gordofobia sea sistémica implica que está integrada en el sistema. La podemos encontrar en todas partes, en todas las clases sociales, en todos los sexos y a todas las edades, y con diferentes niveles de estudios: funciona de forma automática, normalizada y sin ser cuestionada. Hallamos gordofobia en las instituciones sociales, en nuestras costumbres, en la política, en la cultura, en los equipos de salud (se habla de “estigma de peso” cuando se reducen todas las dolencias al mismo), en la ciencia, en las familias, entre los amigos, en las parejas sentimentales.

La propia OMS reconoce en sus informes que la gordofobia perjudica la salud y las vidas de quienes la sufren. “El sesgo por peso se define como actitudes y creencias negativas hacia los demás debido a su peso. Estas actitudes negativas se manifiestan en estereotipos y prejuicios hacia las personas con sobrepeso y obesidad. El estigma de la obesidad implica acciones que pueden conllevar exclusión y marginación y conducir a inequidades. Por ejemplo, cuando no reciben una atención médica adecuada o cuando son discriminadas en el lugar de trabajo o en entornos educativos”, señalaba en 2017 su texto Weight bias and obesity stigma: considerations for the WHO European Region (Sesgo por peso y la estigmatización de la obesidad: consideraciones para la región europea de la OMS).

El sobrepeso y la violencia médica

El pasado 4 de marzo de 2022, fecha que la Organización Mundial de la Salud señala como Día Mundial de la Obesidad, más de 180 colectivos y activistas antigordofobia hicieron público un manifiesto reivindicando la resignificación de esa jornada como Día Mundial contra la Gordofobia. Cristina de Tena y Lara Gil son firmantes del manifiesto y creadoras de Nadie hablará de nosotras, “un podcast gordo, anticapitalista y feminista”, como ellas mismas lo definen.

En sus podcasts, explican que el problema no es la obesidad, sino la gordofobia, y que esta “tiene más que ver con nuestra mirada, nuestros prejuicios, nuestros desprecios y odios, que con pesos más o menos saludables (aunque sea la salud la justificación de la que se intenta revestir constantemente la gordofobia para legitimarse)”.

En el Manifiesto Colectivo del Día Mundial contra la Gordofobia, la definen como un sistema de opresión que pone a las personas gordas en una situación de desventaja, injusticia y exclusión. En cuanto a la relación con la salud, desmitifican que sea proporcional: “Perder peso no garantiza salud, en ocasiones es todo lo contrario; y hasta conlleva serios efectos secundarios. Hay muchos factores que determinan la salud, la mayoría no dependen de nosotros, y estos no se pueden medir con parámetros simplistas, ni mucho menos con una báscula. Hay personas gordas que gozan de salud y también pueden enfermar, como personas delgadas que gozan de salud y también pueden enfermar. La salud no es estática ni estética, aunque así lo diga el IMC (Índice de Masa Corporal)”.

Lo que defienden los activistas contra la gordofobia es que la gordura es parte de la diversidad humana. “No es un fallo moral, un problema de salud ni una decisión personal. Las personas gordas son merecedoras de recibir atención e intención de tratamiento médico, y son muchas personas gordas las que dejan de pedir ayuda porque no se creen merecedoras de recibirla o porque ya han recibido bastantes mensajes de que su peso o su cuerpo es la razón causante de todo malestar”, revela el manifiesto.

El estigma se convierte en social cuando la desaprobación o discriminación hacia el grupo (en este caso, las personas gordas) se realiza de manera generalizada en función de una característica percibida (en este caso, el peso o el tamaño del cuerpo). Cuando hay estigma social, se produce exclusión social; no es sólo un problema individual, sino colectivo. Y tristemente lo hemos podido ver en estos Juegos Olímpicos, cuando las personas más “sanas” del mundo, literalmente deportistas de competición, recibían el escrutinio mundial por la forma, el aspecto o el tamaño de sus cuerpos, lo que ha llevado a olímpicas, como la jugadora de rugby Ilona Maher, a alzar la voz contra la gordofobia.

 

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“Como otras formas de discriminación (por racismo, clasismo, capacitismo, machismo, LGTBIfobia…), el estigma de la obesidad se asocia con importantes efectos fisiológicos y psicológicos, incluyendo el aumento de la depresión y ansiedad, trastornos alimentarios y disminución de la autoestima. También puede afectar a la calidad de la atención sanitaria, lo que en última instancia conduce a un empeoramiento de la salud y al aumento del riesgo de mortalidad en esa población”, concluye la OMS.

La gordofobia también lleva a las personas a avergonzarse de su cuerpo. Los cánones estéticos han provocado que solo exista un modelo de cuerpo posible (si bien esto ha empezado a cambiar en los últimos años, gracias también al activismo y a la inclusividad de la cultura). Pero también ocurre lo contrario. En su artículo Body Norms and Fat Stigma in Global Perspective (Normas corporales y estigma de la gordura desde una perspectiva global), la antropóloga Alexandra Brewis afirma que el colonialismo primero y la globalización después han extendido el problema de la gordofobia a todos los territorios. En lugares como Níger, Belice, Jamaica, Puerto Rico o Fiji preferían cuerpos más grandes y voluminosos y que eran estos los que representaban éxito, generosidad, fertilidad, riqueza y belleza. Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron cómo esos valores han ido siendo sustituidos por la mirada occidental y actualmente esos cuerpos ya reciben también una valoración negativa, asociándose al fracaso, la pereza y falta de fuerza de voluntad.

Sistémica, estructural y permanente: la gordofobia afecta a todos. Pero como explica la activista y feminista Cristina Godina, “en la mujer se suma la cuestión de género con la cuestión del peso. La presión estética ha sido un continuo debate en el feminismo y una herramienta muy útil de dominación patriarcal”. Como sucede con el machismo, la gordofobia es un problema transversal, y ambos se dan la mano: “El capitalismo y el heteropatriarcado se dan la mano para someter nuestros físicos bajo la presión estética. A un hombre también se le exige un tipo de cuerpo y masculinidad pero mientras ellos son sujetos de poder nosotras somos objetos de deseo”. Una opresión más.

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