El corte eléctrico masivo que este lunes dejó a oscuras a gran parte de España, Andorra y Portugal ha hecho inevitable la comparación con otro episodio histórico: el apagón total que afectó a Italia en septiembre de 2003, dejando sin luz a casi 56 millones de personas.
Italia, 2003: una cadena de fallos
En la madrugada del 28 de septiembre de 2003, una tormenta eléctrica en Suiza provocó la caída de un árbol sobre una línea de alta tensión cercana a Lucerna, desatando una serie de fallos técnicos. La línea afectada, conocida como Lukmanier, era clave para el suministro de energía a Italia. Aunque el incidente inicial fue contenido, la red ya operaba al límite, y la sobrecarga de otras líneas derivó rápidamente en un efecto dominó.
A las 3:25 de la madrugada, el sistema eléctrico italiano colapsó por completo. El descenso brusco de la frecuencia de red, unido a fallos en la comunicación entre los operadores suizos e italianos, impidió una reacción coordinada. Solo Cerdeña y algunas pequeñas islas escaparon al apagón. Roma vivía en ese momento su primera “noche blanca”, lo que agravó la situación: miles de personas quedaron atrapadas en el metro, ascensores y trenes.
Consecuencias del colapso
La oscuridad generó caos en ciudades enteras: semáforos apagados, transportes paralizados, hospitales operando con generadores y comercios obligados a cerrar. La recuperación del suministro se prolongó hasta bien entrada la tarde en algunas regiones del sur. Este incidente, considerado el mayor apagón de Europa en ese momento, dejó al descubierto graves carencias en la infraestructura y coordinación energética europea.
Lecciones aprendidas
A raíz del incidente, Italia y otros países europeos implementaron nuevos protocolos de seguridad y comunicación, reforzaron las infraestructuras críticas y pusieron el foco en la coordinación transfronteriza ante emergencias eléctricas. También se incrementó el mantenimiento preventivo, como el control de la vegetación en torno a líneas de alta tensión.
El eco 22 años después
Ayer 28 de abril, con el reciente apagón que paralizó la Península Ibérica y afectó también a Francia, Alemania e Italia, vuelve el debate sobre la fragilidad de los sistemas eléctricos interconectados. Aunque las circunstancias no son idénticas, el paralelismo con el caso italiano evidencia que, dos décadas después, la dependencia mutua en el suministro energético sigue siendo un punto débil en momentos de crisis.