Están, pero en silencio. En el Congreso, en la empresa privada, en la administración pública, en los escenarios, en el deporte y en la vida, aunque no se las reconozca. Ser lesbiana en el entorno profesional no es fácil. Y serlo en el mundo corporativo, tampoco. Un dato; sólo el 22% de las mujeres lesbianas salen del armario en su entorno laboral. Son las que más se esconden, y lo hacen porque se encuentran con un doble techo de cristal; ser mujer y lesbiana. “Existe una doble discriminación, por mujer y por lesbiana. En esto las mujeres también hemos estado por detrás”, apunta Marta Herraiz, directora de REDI, la red empresarial por la diversidad y la inclusión.
Visibilizarse supone para muchas, saltar al vacío. Un doble salto mortal, que sólo unas pocas se atreven a hacer. Sobre todo, al comienzo de su carrera. El temor al rechazo o a perder el empleo son algunos de los motivos. La mayoría renuncian a derechos laborales, como permisos por matrimonio y bajas maternales. “Estas renuncias están ocurriendo, sobre todo, en empresas que consideran que no es necesario trabajar la diversidad LGTBI. Bien porque consideran que su cultura ya es suficientemente abierta, o porque esto pertenece a una esfera privada de la persona y no aplica en el entorno profesional”, apunta Izaro Assa de Amilibia, directora mundial de Diversidad del BBVA. Otro dato: tan sólo el 34% de las empresas del IBEX gestiona activamente la diversidad LGBTI. Son datos del primer gran estudio sobre la gestión de la Diversidad elaborado por REDI, Pacto Mundial y BBVA. “Las empresas tienen que reflejar esa diversidad, y el IBEX 35 no puede permitirse quedarse atrás, tiene que liderar ese cambio”, sostiene Javier Molero Segovio, director de proyectos de Pacto Mundial de la ONU España.
Un cambio real, coinciden, que pasa por crear estrategias concretas y políticas efectivas. A día de hoy, más del 30% de las trabajadoras LGTBI considera que trabaja en ambientes laborales hostiles. “Históricamente las empresas han sido lugares en los que nos hemos acostumbrado a llevar una máscara. Pero cada vez que ocultas algo de ti te vas apagando, te separas de tu potencial, de tu energía y de tu creatividad. Es algo que afecta al trabajador, pero también a la empresa”, sostiene Amilibia.
Sara Castelo, abogada en la tecnológica Salesforce, fue la primera mujer que se visibilizó en su empresa. Lo hizo hace una década, “tras un proceso personal que me llevó bastantes años”, confiesa. Y añade; “en mis primeros trabajos tenía mucho miedo a que me vida personal interfiriera en mi carrera profesional. Perdí mucho tiempo y esfuerzo en esconder una parte de mí e intentaba convencerme de que a nadie le importaba si mi pareja era chica o chico. Pronto me di cuenta de que esto era una excusa para no enfrentarme a un posible rechazo que me aterraba”.
Como a tantas. “Escuchaba comentarios homófobos frecuentemente y vencí mis miedos cuando conocí historias cercanas mucho más duras que la mía, y entendí que exponerme, pese a los riesgos, podría ayudar a otras personas a mejorar su situación”, cuenta. Como ella, el 42% de las trabajadoras LGTBI aseguran haber vivido alguna agresión de tipo verbal hacia sí u otros por su orientación sexual en el lugar de trabajo.
En 2022, sólo el 17,5% de las empresas españolas contaban con programas de diversidad LGTBI. Esa falta de entornos seguros les complica, aún más, su salida del armario. Laura -nombre ficticio-, es asesora financiera y ocupa altos cargos en consejos de administración. Nos pide no revelar su identidad porque forma parte de ese 78% de mujeres lesbianas que no se ha visibilizado en su entorno laboral. “No lo haré, porque en mi caso, dar el paso y declararme lesbiana ni suma, ni multiplica, al contrario, resta y divide. El mío es un sector muy conservador, y me conviene refugiarme en el armario”, confiesa. Es el techo arcoíris, ese que sigue asfixiando a miles de mujeres en todo el mundo.