“Hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!”. Era 13 de marzo de 2013, y la noche había caído ya sobre Roma. Minutos antes, la fumata bianca había anunciado al mundo que, después de la renuncia de Benedicto XVI, la Iglesia católica tenía nuevo Papa. Al salir al balcón para saludar a una plaza de San Pedro atestada de gente, Jorge Mario Bergoglio –ahora Papa Francisco– pronunciaba aquellas palabras: hermanos y hermanas.
No era el primero en hacerlo, pero sí ha sido el primero en poner en práctica esa ‘hermandad’, dando a la mujer un papel que, durante siglos, le había sido negado en la Iglesia.

Y es que, en los casi doce años que lleva de pontificado, Francisco no se ha limitado a impulsar la presencia femenina en la Iglesia. Más bien, siendo consciente del vital papel de la mujer en ella, se ha convertido en el Papa de los nombramientos históricos, de la lucha contra la violencia de género, el del voto femenino en el Sínodo de los obispos… y, también, en el pontífice que puso a los teólogos –y a la opinión pública– a debatir sobre el diaconado femenino.
Mujeres para liderar la Curia
“La Iglesia es mujer. Uno de los grandes pecados que hemos cometido es ‘masculinizar’ la Iglesia”, decía Francisco a los miembros de la Comisión Teológica Internacional en 2023. Y, convencido de que “cada vez que una mujer ocupa un puesto de responsabilidad, las cosas mejoran”, no le ha temblado la mano a la hora de nombrar a mujeres para altos cargos dentro de la Santa Sede. Algunos de ellos de forma completamente innovadora, llevándolas, incluso, al liderazgo dentro de la Curia Romana.
Es el caso, por ejemplo, del nombramiento en 2020 de la economista italiana Alessandra Smerilli como secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, y a quien ya había nombrado en 2019 consejera de Estado de la Ciudad del Vaticano, siendo la primera mujer en prestar este servicio. Después llegaría su nombramiento como consultora de la Secretaría General del Sínodo, una responsabilidad compartida con otras mujeres como la española María Luisa Berzosa y la italiana Cecilia Costa.
Con voz… y voto
Pero la verdadera ‘revolución’ comenzaba en 2021 con el nombramiento de la religiosa francesa Nathalie Becquart como subsecretaria del Sínodo de los Obispos. Es decir, con ella, por primera vez en la historia, la mujer no solo tendría derecho a voz en una asamblea sinodal, sino también a voto.
Un cambio profundo y permanente que se consolidaba apenas un año después con la publicación sorpresa de la constitución apostólica ‘Predicad el Evangelio’, toda una reforma en la Curia vaticana que abría la puerta a las mujeres a cargos de alta responsabilidad dentro de la Santa Sede, ya que el texto subrayaba que “cualquier fiel puede presidir un Dicasterio -nombre que el Vaticano da a sus ‘ministerios’– u organismo”.
Esta histórica medida del papa Francisco, que consolidaba la llegada de las mujeres a las estructuras de poder del Vaticano, se hacía realidad este 2025 con dos nuevos nombramientos. El primero, el de la religiosa italiana Simona Brambilla como ‘prefecta’ del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Es decir, a su cargo quedan más de 800.000 personas, hombres y mujeres, consagradas en el mundo.
El segundo, el de la mujer que ha roto el ‘techo de cristal’ más alto del Vaticano: Raffaella Petrini, de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Eucaristía, quien, desde este mes de febrero es la presidenta del Governatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano. Es decir: a su cargo quedan ahora los 600 habitantes y 2.000 empleados del Estado más pequeño del mundo, como si de una alcaldesa se tratara.
El Papa y el diaconado femenino
A pesar de todo, hay un tema con el que Francisco encontró un ‘escollo’: el debate sobre el diaconado femenino. Consciente del papel de las mujeres, especialmente religiosas, en aquellas “periferias” de las que tantas veces ha hablado, el papa Francisco abría en 2016 una comisión teológica con un objetivo claro: estudiar el papel de las diaconisas en los primeros siglos de la Iglesia y responder si esta figura podría traerse a la actualidad. Aquel fue solo el primer intento, ya que 2020 creaba nuevamente un grupo para estudiar la cuestión.

Sea como sea, el debate seguía abierto en la última Asamblea del Sínodo de la Sinodalidad, celebrada en octubre de 2024 –y en el cual también levantó ampollas dentro de algunos sectores del episcopado por abrir las puertas a la participación femenina–.
Al fin de la misma seguía sin haber una respuesta clara, lo cual acarreó algunas críticas contra Francisco por no ser más contundente con el tema. Pese a todo, el Papa ha explicado que “no se trata solo de dar más funciones a la mujer, sino de comprender mejor su vocación y misión” dentro de la Iglesia, así como de reconocer “su dignidad y papel fundamental en la comunidad cristiana”. Una comunidad de hermanos… y ahora, también, de hermanas.