Un niño sonríe a cámara. Frente a él, una montaña de juguetes por abrir. Su entusiasmo es contagioso; sus pequeños seguidores, millones de ellos, esperan expectantes el unboxing del día. No es sólo un juego, es un negocio. Y ahora, un negocio en el punto de mira del Gobierno.
El Ministerio de Trabajo pone coto a la explotación infantil en el mundo digital. Con la reforma del Real Decreto 1435/85, que regula la relación laboral en las artes escénicas y audiovisuales, el Gobierno busca acabar con un fenómeno que ha convertido a muchos menores en máquinas de generar dinero para sus familias y las marcas que los patrocinan.
Para el experto en derecho digital Borja Adsuara, la medida no es revolucionaria, sino una actualización lógica: “Me parece bien. Es una ampliación de una regulación ya existente para la utilización de menores en obras de teatro, cine o publicidad, extendiéndola al nuevo fenómeno de los influencers”.
Niños youtubers: influencers antes de saber sumar
En la era de la viralidad, un niño con una caja de juguetes puede generar más ingresos que muchos adultos con un empleo convencional. Canales como Mikeltube, Leotube o Las Ratitas han acumulado millones de seguidores con una estrategia aparentemente sencilla: vídeos de unboxing, retos y dinámicas infantiles que, en realidad, esconden un sistema de monetización millonario.
El problema es que estos menores trabajan sin derechos laborales claros y sin una regulación que garantice su bienestar. Mientras los focos apuntan a la explotación infantil en fábricas o en la industria del espectáculo tradicional, la realidad es que muchos niños han cambiado las costuras por las cámaras, pero el principio es el mismo: generar dinero sin regulación ni protección suficiente.
Uno de los aspectos clave de la nueva normativa es la publicidad. ¿Es lo que hacen estos niños publicidad encubierta? Según Adsuara, “No son publicidad encubierta, pero pueden hacer publicidad, directa o indirecta, como en la TV. Eso sí, la publicidad debe cumplir unos requisitos legales”.
¿Publicidad o simple recomendación?
La línea entre contenido espontáneo y publicidad puede ser difusa. La clave está en el dinero: “Es publicidad cuando el vídeo está patrocinado (pagado) y debe etiquetarse como tal”, explica Adsuara.
Hasta ahora, en España no existía una regulación específica para los menores influencers. Sin embargo, Adsuara aclara que eso no significa que hubiera una laguna legal: “Realmente, en un sistema jurídico no hay lagunas legales, porque, cuando no hay una ley específica para un fenómeno nuevo y hasta que se apruebe una, se pueden aplicar leyes generales y también principios generales del Derecho; en este caso, el de protección de la infancia”.
La nueva regulación busca acabar con la desprotección, pero sin frenar la libertad de los menores. Para ello, se diferenciará entre los adolescentes que gestionan sus propios contenidos y los niños cuyas cuentas son manejadas por sus familias. “Depende de la edad del menor: no es lo mismo un adolescente que gestiona su propio canal que unos padres que gestionan el canal de su hijo”, detalla Adsuara.
El modelo francés, inspiración para España
El caso español no es único. En 2020, Francia aprobó una ley que regula la explotación comercial de la imagen de menores de 16 años en plataformas digitales. Esta normativa establece, entre otras medidas, la obligación de notificar a la autoridad laboral cuando un menor participe en contenido monetizado, la limitación de las horas de grabación para evitar jornadas abusivas y el control de los ingresos generados, que deben ser gestionados por una entidad financiera hasta que el menor alcance la mayoría de edad.
España sigue un camino similar. La reforma del decreto exigirá una autorización administrativa para que los menores puedan participar en actividades artísticas. Además, se establecerán horarios estrictos, la obligación de la presencia parental y garantías sobre su escolarización.
El dinero y la familia, una combinación peligrosa
El problema de fondo no es sólo el tiempo que estos niños pasan frente a la cámara, sino cómo sus ingresos afectan en la dinámica familiar. Cuando un niño se convierte en el principal sustento económico del hogar, las líneas entre el juego, el negocio y la explotación se desdibujan peligrosamente.
Según Adsuara, la explotación infantil en el mundo del espectáculo no es nueva: “Siempre ha habido gente alrededor de los niños prodigio que se han aprovechado de ellos, a parte de sus padres”.
¿Cómo afectará la nueva regulación a las familias que dependen económicamente del contenido de sus hijos? “Deberán asegurar que la actividad de sus hijos está dentro de unos límites razonables (horas al día), que no afecte a su educación y desarrollo”, advierte Adsuara.
Entre la protección y la censura
El anuncio del Gobierno ha desatado un intenso debate. ¿Es una medida de protección infantil o una forma de limitar la libertad en internet?
Algunos sectores del mundo digital han mostrado su preocupación. Regulaciones demasiado estrictas podrían llevar a una migración de contenido a plataformas menos controladas, donde los riesgos para los menores sean aún mayores.
“La clave está en encontrar un equilibrio entre la protección infantil y el derecho de los adolescentes a expresarse en plataformas digitales. Mientras que un adolescente tiene criterio propio y opiniones que compartir, un niño suele repetir lo que sus padres le indican”, concluye Adsuara.
¿Es el fin de los niños youtubers en España? Difícil decirlo. Pero lo que está claro es que el Gobierno quiere poner límites a un fenómeno que, aunque nació como un juego, se ha convertido en un negocio sin reglas claras.
Mientras tanto, en miles de hogares, las cámaras siguen grabando y los pequeños, pero fieles, seguidores esperan con ansias el próximo vídeo. Pero, cuando los focos se apagan, ¿quién protege a los niños?