La heladería Padrón, situada a tan solo 600 metros del Vaticano, se ha convertido en estos días en un lugar de peregrinación peculiar: periodistas, curiosos y fieles cruzan sus puertas para saborear el helado favorito del Papa Francisco. Al frente del local está Sebastián Padrón, un argentino afincado en Roma que jamás imaginó que su oficio heladero lo llevaría a estrechar lazos con el Santo Padre.
“Conocimos al Papa porque le gustó nuestro helado”, cuenta Sebastián a Artículo14. “La idea fue de mi mujer Silvia, cuando abrimos el negocio. Como nuestra especialidad es el dulce de leche, pensó que sería lindo que el Papa argentino lo probara. No sabíamos si era posible, pero investigó, preguntó y nos dijeron que sí. Así que le mandamos cuatro kilos: dulce de leche, chocolate, vainilla, limón y mango.”
Aquel primer envío marcó el inicio de una relación entrañable. En un rincón discreto de la heladería, enmarcada con cariño, cuelga una carta manuscrita fechada el 24 de noviembre de 2018: “Un cordial saludo y muchas gracias por su atención. Por favor, no se olvide de rezar por mí. Que Dios le bendiga y la Virgen Santa lo cuide. Fraternalmente, Francisco”. Junto a la misiva, una medalla de la Virgen, un rosario y una bendición apostólica completan el pequeño altar íntimo que recuerda aquella conexión.
El vínculo se fortaleció en 2020, cuando el Vaticano contactó a Sebastián: el Papa deseaba conocer personalmente a la familia Padrón. “Nos llamó alguien de Santa Marta para decirnos que el Papa nos quería ver. Fuimos con mi mujer, mi hija de cinco años y mi hijo de tres, Luca. Fue un encuentro hermoso, sencillo, muy privado. Él fue muy cercano, como siempre.”
Durante esa visita, ocurrió algo que la familia guarda con especial reserva. Luca, el hijo menor, tenía dificultades para caminar por sí solo. Silvia pidió al Pontífice una bendición especial. Cuarenta y ocho horas después, el niño logró caminar sin ayuda. “Es un momento que no queremos banalizar”, dice Sebastián, conmovido.
Desde entonces, Padrón ha sido el proveedor personal del Papa en múltiples ocasiones: le llevaba helado tanto al Vaticano como al Hospital Gemelli, cuando Francisco estuvo ingresado. “No solo le mandábamos helado, también alfajores, tortas y otros dulces típicos de Argentina”, recuerda.
Francisco, dicen, nunca se olvidó de agradecerles. “Siempre nos mandaba clientes, nos ayudó muchísimo. Él era una persona normal, como tú o como yo”, dice Sebastián con una sonrisa.
Hoy, tras la muerte del Pontífice, la heladería no deja de recibir visitas. “Vendimos más que nunca en esta época del año”, admite el heladero. Y aunque el Santo Padre ya no está físicamente, Sebastián confiesa: “Siento que todavía nos cuida, mientras allá arriba sigue saboreando su helado de dulce de leche”.