DANA letal

El convoy de la tragedia: de Madrid a Valencia con paladas de horror y fraternidad

Artículo14 viaja desde Madrid al epicentro de la tragedia en Valencia, recorriendo los pueblos más afectados y empezando por los de extrarradio: Utiel y Chiva comienzan a salir del fango tras cinco días de trabajo incansable... de los vecinos

Cinco días después de la DANA que ha asolado Valencia, muchos de los caminos continúan siendo impracticables
Cinco días después de la DANA que ha asolado Valencia, muchos de los caminos y carreteras continúan impracticables EFE

Artículo14 pone rumbo a Valencia a las 8 de la mañana del domingo. Llevamos cinco días de infoxicación (los periodistas también reciben oleadas de información que deben verificar, procesar, deglutir y clasificar), pero los valencianos llevan cinco días de calvario. Nuestros grupos de whatsapp arden: “Se necesita más ayuda en Aldaia“, “Cuidado con los vertidos tóxicos de Catarroja“, “Como hoy van los Reyes van a cerrar todas las pedanías”… Dudamos de qué camino tomar. De momento, la A3 es nuestro único destino: el camino se va haciendo al recorrerlo, en un presente continuo en el que espera el horror a cada paso.

En la carretera adelantamos a varias unidades militares. Llevan fundamentalmente efectivos, pero también torres de luz, generadores, grúas y remolques. Son diez furgones de Policía los que nos adelantan a nosotros, y a poco más de una hora de Valencia decidimos parar a repostar y a ponerlos la ropa de batalla: mallas, botas de goma, chubasquero y carnet de prensa colgando. Aquí se produce el primer milagro: hay dos furgonetas aparcadas con sendos carteles: “Ayuda humanitaria. Utiel. Segundo viaje. ¡Colabora!”. Dentro de los furgones van cuatro excelentes personas, procedentes de Tarancón y El Acebrón, que recogen alimentos y productos de limpieza e higiene y los distribuyen por los pueblos que más lo necesitan.

Jurek y Adriana, voluntarios de Tarancón, en una de las furgonetas rumbo a Utiel con ayuda humanitaria para la DANA

Jurek y Adriana, voluntarios de Tarancón, en una de las furgonetas rumbo a Utiel con ayuda humanitaria para la DANA

“Ya es el segundo viaje que hacemos. Todos se muestran muy agradecidos; es muy duro, porque está todo destruido, pero tenemos que ir”. Jurek, Ángel, Adriana y Paco se han unido para realizar viajes continuos ida y vuelta de Cuenca a Valencia. Jurek es autónomo, Ángel trabaja en la emisora local de su pueblo y Adriana y Paco regentan un restaurante en Tarancón. “Lo mejor que podéis hacer es venir con nosotros y así descargamos todos juntos”. Acudimos al encuentro de un Policía amigo que nos va a escoltar, y en el punto de encuentro unos efectivos de la UME, procedentes de León, están remolcando un servidor averiado.

“Hemos venido prácticamente todos, desde el primer día. Allí han quedado 40 personas, ‘la guardia’ por si arde Galicia… Estamos todos fuera, incluso los de Canarias han volado ya. En Zaragoza quedan unos 50 porque es mala época para los barrancos, pero han venido ya también compañeros del aire”, explica Rabanal, serio pero confiado. “Nosotros llegamos el martes, porque en la UME salimos los primeros; el Ejército es diferente, porque ver a un tío de verde en la calle requiere mucha burocracia. Pero cuando le dan al botón del pánico, nosotros salimos corriendo”.

Los compañeros se llevan las manos a la cabeza. “No sólo es una catástrofe, sino que está siendo todo desastroso: es una auténtica vergüenza. Faltan manos, aunque está lleno de civiles. Hemos hecho ya muchas intervenciones y asistido emergencias, y nunca ha faltado gente. Porque tus manos valen igual que las mías, o más… pero necesitamos más, necesitamos más”. La UME está dotada con sistemas de telecomunicaciones e información (CIS, Communications and Information Systems) de última generación: por un lado, los nodos permanentes proporcionan las capacidades CIS en los emplazamientos fijos y permanentes donde se ubican las Unidades de la UME; por otro, los nodos desplegables permiten la extensión de los servicios CIS a Unidades Operativas desplegadas en Zonas de Emergencias en cualquier lugar del territorio nacional, en una sola red junto a los nodos fijos. Es decir: necesitan sus servidores para poder localizarse.

Los efectivos de la UME, remolcando el servidor averiado

Los efectivos de la UME, remolcando el servidor averiado

Las cifras de los cadáveres enterrados en el parking del centro comercial de Bonaire, en Aldaia, que no dejan de ascender, preocupan a los militares de la UME. Según relatan, cuando sonó la alarma familias enteras bajaron al garaje para sacar sus coches de allí, y entonces les pilló el agua: tres plantas de parking anegadas, con cientos de personas en el interior de sus coches. “Intentamos acceder junto al GEAS (Grupo Especial de Actividades Subacuáticas) y fue imposible. Tuvimos que darnos la vuelta, porque había demasiada agua… y abortamos la misión”, continúan.

“Estamos a las afueras, esto no es la zona cero, y ya veis cómo está: no queda nada, está todo reventado. Imaginaos cómo es entrar allí. Yo mido dos metros y el agua me llegaba casi a la cintura. Nunca habíamos visto nada igual”, concluye, antes de retomar el camino con sus compañeros e indicarnos la mejor forma de llegar a nuestro destino. Nuestra primera parada es Utiel.

Utiel: nadie está parado

El camino empieza a ensombrecerse. La carretera está despejada, pero los arcenes continúan llenos de barro. A un lado y a otro se ven restos de la riada: ramas, árboles, coches. También algunas personas (pocas); las vías del tren inutilizadas, en algunas zonas desnudas, sin tierra bajo ellas, en otras directamente bloqueadas. Atravesamos el polígono industrial de Utiel, uno de los municipios más golpeados por la DANA, y el escenario es dantesco. “Parece la guerra, como las imágenes que vemos en las películas. Nunca crees que a ti te puede tocar algo así”, explica una vecina, que he perdido su coche. “Uno dice: ‘El coche es lo de menos’. Y lo es. Pero ¿cuánto cuesta un coche? ¿Cómo nos vamos a mover todos los vecinos si ninguno tenemos medio de transporte?”.

El barranco de Utiel, el primer pueblo afectado por la DANA

El barranco de Utiel, el primer pueblo afectado por la DANA

En Utiel están muy organizados. Es el primer pueblo afectado al que se llega desde Madrid, y eso ha provocado que llegue allí primero el aluvión de ayuda en especie. Sorprende ver a todo el mundo activo: todos tienen un propósito. En las calles, por donde no dejan de transitar efectivos de la Guardia Civil, UME, Policía local y Protección Civil, así como jóvenes cargados con palas para retirar escombros y ayudar allí donde haga falta, hay barro en cada rincón, tanto que las alcantarillas no dan casi abasto, y allá donde se mire hay vehículos destrozados, casas que ya no son un hogar, puertas de garajes arrancadas, muebles inservibles.

Cada llegada de ayuda se celebra, se agradece con emoción contenida. Los vecinos obedecen órdenes de aquellos a los que ellos mismos han nombrado líderes, porque no hay organización externa. Hay cadenas de trabajo, reparto de material seguro para el trabajo, ánimos. Incluso se permiten alguna que otra broma. En esta parada necesitan palas, cepillos, lejía y bayetas. Pero nos emplazan a continuar hacia Chiva.

Chiva: “¡Cobardes, cobardes!”

La llegada a Chiva vuelve a ser desoladora, a pesar de que en cinco días, y gracias también a que son zonas de mucha agricultura en las que los vecinos cuentan con maquinaria, han conseguido despejar las principales vías de acceso. Una nave abandonada de las afueras sirve como base de operaciones de un grupo de voluntarios liderados por Maricruz, una joven trabajadora del centro de juventud que con mano firme pero tierna ordena y manda a sus vecinos. “Aquí no podéis descargar porque estamos llenos, y al estar abandonado, si llueve se va a mojar todo y se va a echar a perder”. La acompañamos al Espai-Jove de Chiva.

Maricruz, en el Espai-Jove de Chiva, donde ha organizado la recogida humanitaria de todo el pueblo

Maricruz, en el Espai-Jove de Chiva, donde ha organizado la recogida humanitaria de todo el pueblo

Allí, Maricruz organiza a los voluntarios, que rápidamente hacen una cadena humana para descargar las furgonetas. Están desbordados, pero mantienen la calma y la organización: hay carteles que indican cómo proceder con cada material recibido. En el centro se acumulan cientos de botellas y garrafas de agua. En una de las esquinas hay mantas y ropa clasificada por tipo y edad, y también zapatos, sillitas de bebé, almohadas. A continuación, el material de higiene: compresas, tampones, toallitas, champú y gel de ducha, gel hidroalcohólico, pañales (para adultos y niños), papel higiénico. Hay lejía y todo tipo de productos de limpieza, y en una mesa alargada se acumulan los alimentos según tipo. Los voluntarios se ríen cuando reciben unas latas de cerveza.

“Esto es una catástrofe. Hay muchas familias que se han quedado sin casa, sin coche, sin nada: llevan lo puesto. Los vecinos nos hemos organizado para echar una mano; lo primero que hacemos es descargar todo lo que llega desde distintos puntos de España, lo clasificamos y quien lo necesite sabe que este es ‘el almacén'”. Aunque la interrumpen a menudo porque tiene que tomar decisiones y se aprecia la carga de estrés y trabajo que lleva sobre sus hombres, Maricruz no pierde la sonrisa: se ha plantado una camiseta de Batman y reitera una y otra vez su agradecimiento.

El Espai Jove de Chiva, reconvertido en almacén de ayuda humanitaria gracias a Maricruz, una de sus trabajadoras

El Espai Jove de Chiva, reconvertido en almacén de ayuda humanitaria gracias a Maricruz, una de sus trabajadoras

Acude un grupo de migrantes que se queda mirando la cadena de voluntarios. Las noticias (muchas, con tintes racistas) han volado y los vecinos, en un primer momento, se quedan mirándoles mientras cargan cajas y cajas. “¡Chicos, necesitamos ayuda!”, les grita Maricruz. Eso es lo único que hace falta: implicarles, que se sientan parte del pueblo, que se cuente con ellos. Se unen a la cadena de descarga y clasificación con una sonrisa. Y como está sucediendo con esta DANA, ‘el poble salva al poble’: una vez más se demuestra que lo que nos une es más fuerte que lo que nos separa.

La solidaridad llega tan lejos que unos vecinos de Chiva deciden abrir las puertas de su casa y nos invitan a comer paella valenciana, sentados a su mesa, mientras nos relatan cómo vivieron ellos la tragedia, los casos cercanos que conocen, el miedo que han atravesado y la incertidumbre que aún viven. Los tenedores se hunden en la paella común, en un signo de comunión entre desconocidos que se produce pocas veces. Y entonces, suena la alarma: alerta naranja de nuevo en Valencia. Llueve sobre mojado.

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