“Era la rara entre las raras, la invisible dentro de las invisibles. Dentro del colectivo, también éramos discriminadas”, cuenta Arantxa, de 50 años, quien descubrió su bisexualidad a los 30. “No entendía qué me pasaba, las personas bisexuales no existíamos. Me decían que era una fase, que se me pasaría, como si fuera la varicela”.
Cuando Arantxa se enamoró por primera vez de una mujer, hace 20 años, los estudios decían que apenas un 5% de la población reconocía haber tenido parejas masculinas y femeninas a lo largo de su vida amorosa. Desde entonces, en el caso de las mujeres, el porcentaje se ha triplicado. Según los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en 2021 sólo un 2,8% de ellas se consideraban bisexuales, mientras que en 2025 lo considera un 7,5%. “El concepto bisexual se ha ampliado. Antes se entendía meramente como tener relaciones sexuales. Ahora cuenta con un componente afectivo y romántico”, explica Eulalia Pérez, investigadora del Instituto de Filosofía del CSIC. Ya no se trata sólo de haberse acostado con otra mujer. Desearlo, percibir que es una puerta que estás dispuesta a abrir, es suficiente.
Una puerta que abren, sobre todo, las mujeres de entre 18 y 24 años. El 40% declaran serlo, según el CIS.
Hay hartazgo de lo masculino. “La brecha ideológica nos separa de ellos”, afirma Laura Macías, de 41 años. “Siempre hemos estado ahí, pero antes todo era más hostil”, apunta Arantxa.
La bisexualidad, como orientación sexual, históricamente ha sido invisibilizada, malinterpretada y marginada. “A menudo se reduce a no tener las cosas claras”, explica Laura, que añade: “Existe el deseo de escapar de las estructuras impuestas por el patriarcado”.
A Andrea, de 24 años, le han preguntado, demasiadas veces, si su bisexualidad es una fase o se decidirá por un género. “Pero lo que más me molesta es que, muchas veces, se reduce a un juego sexual, a una fantasía ajena que no tiene nada que ver con mi identidad”. Sus palabras reflejan la frustración de muchas mujeres que sienten que no son tomadas en serio cuando expresan su orientación sexual. Esta invisibilización y la constante necesidad de justificar o explicar la bisexualidad, es un reflejo del contexto patriarcal que aún condiciona y marca la sexualidad femenina.
La Generación Z y el cuestionamiento de las normas de género
Es en la Generación Z donde más se ha notado el cambio. El informe del CIS señala que el 23,6% de los jóvenes entre 18 y 24 años se identifican como bisexuales. La cifra es significativamente superior a la de generaciones anteriores. Para ellas y ellos no hay etiquetas. “Las generaciones más jóvenes están dispuestas a ver y a disfrutar del amor y el deseo fuera de las restricciones impuestas durante siglos por el patriarcado, que separa lo normal de lo anómalo”, apunta Arantxa.
Redibujando la sexualidad
Carmen García, madre de cuatro hijas, revisó y redefinió su orientación sexual a los 52 años. “Cuando me divorcié, empecé a cuestionar todo lo que había dado por sentado sobre mi vida sexual y me di cuenta de la presión social que enfrentamos para ajustarnos a ciertos ideales de feminidad”, explica. Y lo habló con sus hijas. “Lo entendieron y aceptaron sin problema. Son una generación libre de etiquetas”.
Detrás de este fenómeno hay el fin de muchos tabúes, una generación liberada de prejuicios, el empuje del feminismo, una mayor tolerancia social y un tremendo esfuerzo de visibilización por parte del colectivo. Pero también un componente político. Según una tesis de los investigadores Rodó-Zárate y Joel Cantó, de la Universidad de Toronto, tras el auge de la bisexualidad también hay un componente político. “Existe una relación entre ser de izquierdas o de derechas o ser feminista o no serlo con lo que uno dice sobre orientación sexual”, apunta Zárate. Su investigación también revela que el impacto de la ideología de izquierdas es más probable que favorezca la identidad LGB+ en ellas que en ellos.