Divorcio gris: reinventarse a los 60 (y más tarde, si se tercia)

Según los últimos datos, casi el 30% de las separaciones en España se produce en matrimonios de edades ya avanzadas

Un fotograma de 'Si de verdad quieres...'

En Estados Unidos, en 1990, sólo cinco personas mayores de 50 años se divorciaban por cada 1.000 adultos casados. Dos décadas después, en 2010, esa cifra se duplicó: se firmaban 10 divorcios por cada 1.000 matrimonios. Este crecimiento, documentado por la socióloga Susan Brown de la Universidad Estatal de Bowling Green, es parte de una transformación social profunda: el llamado “divorcio gris”.

Esta revolución silenciosa, que redefine las dinámicas del matrimonio en la madurez, también se está consolidado en España. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), las rupturas en edades tardías, tras largos años de convivencia, van en ascenso: en 2021, el 27,6% de los divorcios sucedió en mayores de 50 años. En 2013, en cambio, esa cifra era del 17%, diez puntos menos.

Brown, una de las principales referentes en el estudio de las separaciones en edades avanzadas, señala que este incremento no es casualidad, sino el reflejo de un cambio cultural profundo. “Este aumento responde a un cambio cultural más amplio, donde las expectativas sobre el matrimonio han evolucionado drásticamente”, destaca en su informe. Si en el pasado las generaciones mayores veían el matrimonio como un compromiso inquebrantable, hoy priorizan el bienestar personal y emocional, incluso cuando supone romper con décadas de tradición y seguridad.

En Estados Unidos, el divorcio gris ya representa el 36% de las separaciones entre personas mayores de 50 años, un dato que refleja una tendencia global: el deseo de vivir de forma más plena y auténtica, incluso en etapas avanzadas de la vida. Este fenómeno no sólo redefine las reglas del matrimonio, sino también las ideas de felicidad y plenitud, dejando claro que nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo.

Los 60: ni el principio ni el fin

La vida en pareja cambia con el tiempo. A los 60 años, muchas personas llegan a una encrucijada. Tras décadas de responsabilidades compartidas —criar hijos, trabajar o lidiar con las dinámicas familiares—, la rutina puede volverse asfixiante cuando esas distracciones desaparecen. Y muchas parejas descubren que ya no tienen intereses ni metas comunes.

La psicóloga Montserrat Coll, especializada en terapia para parejas, explica que este tipo de decisiones pueden parecer drásticas, pero tienen una profunda lógica emocional. “La esperanza de vida está en 83 años, y muchas personas en esta etapa tienen dos o tres décadas por delante. Es natural que quieran aprovecharlas para sentirse realizadas y felices, en lugar de resignarse a relaciones que ya no les aportan nada”.

Un cambio en las expectativas del matrimonio

El auge del divorcio gris no es casualidad. Según Susan Brown, las expectativas sobre el matrimonio han cambiado radicalmente en las últimas décadas. “Generaciones anteriores consideraban el matrimonio como una obligación de por vida, algo que había que mantener a toda costa. Pero hoy en día, las personas buscan en la pareja algo más que estabilidad: buscan felicidad, conexión y crecimiento personal. Cuando esos elementos desaparecen, no ven razones para seguir juntas”.

Las razones son diversas, pero una de las más relevantes es la creciente independencia económica de las mujeres, resultado de su incorporación al mercado laboral en las últimas décadas. Muchas, al llegar a la jubilación, sienten que es el momento de priorizar su propio bienestar y perseguir una vida más plena. A esto se suma la progresiva disminución del estigma social asociado al divorcio, lo que ha permitido que las personas mayores tomen la decisión de separarse sin el peso del “qué dirán”.

Beneficios de empezar de nuevo

La primera ventaja del divorcio gris es emocional: poner fin a una relación insatisfactoria permite liberarse de tensiones acumuladas durante años. Muchas personas experimentan una revitalización al recuperar el control de sus vidas y redescubren pasiones e intereses que habían quedado en un segundo plano. Viajar, estudiar, dedicarse al arte o simplemente disfrutar del tiempo libre adquieren un significado renovado en esta etapa.

Además, la soledad, aunque inicialmente pueda asustar, se transforma en una oportunidad para el autoconocimiento y el crecimiento personal. Para algunas personas, esta nueva etapa incluso abre la puerta a relaciones más saludables, con una perspectiva más madura y clara sobre lo que realmente buscan en una pareja. “No se trata de empezar de cero, sino de empezar desde un lugar más auténtico”, explica la psicóloga Marta Coll.

Más que un fin, un comienzo

El divorcio gris no es un fracaso, sino una prueba de que nunca es tarde para reinventarse y vivir plenamente. A los 60, la vida no termina; en muchos casos, es cuando realmente empieza.