Tribuna

Defender el derecho al aborto no debería ser una tarea de riesgo

Fernanda Doz Costa, directora del Programa de Género, Justicia Racial, Personas Refugiadas y Derechos de las Personas Migrantes de Amnistía Internacional

Integrantes de Alternativa Española, durante la concentración ante una clínica. EFE/Víctor Lerena

Ataques por correo electrónico, estigmatización, amenazas de muerte, acoso, robos, agresiones, hostigamiento en el trabajo y en casa. Asesinatos. Así es la vida para muchas de las personas que prestan servicios de salud reproductiva que salvan vidas, incluidos abortos.

Facilitar el acceso seguro al aborto se ha convertido en una labor cada vez más peligrosa en casi todo el mundo, a pesar de los enormes avances para ampliar el acceso a la atención sanitaria.

Desde Estados Unidos hasta Etiopía, Colombia y Polonia, profesionales de la salud incluyendo personal de enfermería y médico que trabajan para proteger el derecho a acceder a la mejor protección de salud se enfrentan a graves agresiones.

En Estados Unidos, entre 1977 y 2022 la Federación Nacional del Aborto registró 11 asesinatos, 26 intentos de asesinato y 531 casos de agresión, entre otros muchos tipos de ataques contra personas que facilitaban abortos. Desde que hace dos años una devastadora sentencia de la Corte Suprema limitó enormemente el acceso a servicios de aborto y creó un ambiente de miedo, han aumentado incidentes como incendios provocados, robos y amenazas de muerte.

En Sudán, proveedores de servicios de aborto se enfrentan habitualmente a la violencia física y a los ataques públicos.

“El cónyuge de una mujer que quería abortar disparó a un proveedor”, nos dijo recientemente un ginecólogo. “Ha habido algunos casos en los que prestadores de servicios han sido golpeados por miembros del público, incluso cuando sólo educaban sobre anticoncepción, o intervenían en casos de matrimonio infantil, especialmente en comunidades rurales. Así que los proveedores tienen miedo”.

En otros países, como Italia, activistas antiaborto organizan campañas de acoso en Internet contra profesionales de la salud, que pueden tener un profundo impacto en el mundo real. Los ataques incluyen andanadas de insultos, amenazas y trolling, y la denuncia de sus perfiles a las empresas de redes sociales, en un intento de que sean expulsados de las plataformas de redes sociales.

Otra forma de intimidación habitual en todo el mundo son las protestas agresivas contra el aborto y los piquetes ante las clínicas sanitarias, una estrategia para aterrorizar tanto a las personas que buscan atención médica, sobre todo las que dependen de los servicios públicos, como a profesionales que intentan proporcionársela.

Pero no todas han sido malas noticias. En las últimas décadas, hemos visto una gran tendencia global positiva hacia el avance del derecho al aborto en todo el mundo: sólo en los últimos 30 años, más de 60 países han liberalizado sus leyes sobre el aborto. Pero, en parte como respuesta a esto, las iniciativas anti-derechos siguen impidiendo que millones de personas accedan a una atención sanitaria esencial y vital. Esto ocurre incluso en países donde los servicios de aborto son legales en el papel pero de difícil acceso en la práctica.

Las personas y organizaciones que abogan por limitar los derechos humanos básicos han promovido una agenda que ataca y estigmatiza violentamente a cualquiera que trabaje para proteger a quienes necesitan atención médica.

Como nos dijo una ginecóloga de Nigeria: “Me enfrento al acoso y la estigmatización por el trabajo que hago. La estigmatización se produce entre colegas de profesión que hacen comentarios denigrantes hacia mí. Basándose en la religión, me sermonean sobre los pecados cometidos por apoyar la atención al aborto, el asesinato de ‘los niños no nacidos’ y el ‘fuego del infierno que espera a todos los asesinos’”.

Del mismo modo, la Dra. Laura Gil, una médica de Colombia, describió el acoso y la violencia a los que se enfrentan ella y otras colegas que practican abortos, incluso por parte de compañeros de profesión: “A una de mis amigas le rajaron las ruedas del coche. A otra compañera le cerraron el candado con pegamento para que no pudiera abrir su taquilla. Cuando otra amiga psiquiatra defendió a una paciente que pedía interrumpir su embarazo por riesgo para su salud, uno de sus colegas la golpeó con una carpeta. Todo este maltrato tiene su origen en la idea de que las personas que abortan son moralmente inferiores”.

¿Por qué importa todo esto? se preguntarán.

Cuando se impide a profesionales de la salud que intentan atender a sus pacientes hacer su trabajo, son los más vulnerables los que acaban corriendo un alto riesgo. Ha sido extensamente documentado que las limitaciones en el acceso al aborto afectan especialmente a las poblaciones vulnerables que no pueden pagar por este tipo de servicios en privado, que es como muchas personas acceden al aborto en países donde el procedimiento es ilegal.

Este tipo de campañas de acoso también tienen el efecto generalizado de disuadir a profesionales sanitarios de seguir determinadas especialidades, lo que, a su vez, limita enormemente la disponibilidad de una asistencia sanitaria accesible y de buena calidad, como nos contó la Dra. Gil.

Es un retroceso silencioso y peligroso de los derechos humanos que está poniendo muchas vidas en peligro.

Practicar abortos seguros no debería ser un trabajo arriesgado. De hecho, en muchos países no lo es. Allí, profesionales de la salud pueden atender a sus pacientes, proporcionarles información y asesoramiento sobre sus opciones para que puedan tomar decisiones informadas sobre lo que es mejor para ellas y luego acceder a los servicios que necesitan. Sin acoso, campañas de odio ni agresiones, profesionales de la salud pueden hacer aquello para lo que se formaron: salvar vidas y ayudar a las personas a seguir su plan de vida lo más sanas y libres posible.

A lo largo de los muchos años que llevamos trabajando, codo a codo con millones de valientes activistas y organizaciones de todo el mundo, para garantizar que los servicios de aborto sean una realidad para todas las personas, hemos preguntado a muchos profesionales de la salud que trabajan en entornos difíciles por qué lo hacen, a pesar de todos los riesgos.

Muchos nos hablaron de su compromiso inquebrantable de dedicar su vida al servicio de la humanidad, de atender a sus pacientes, independientemente de cualquier consideración de credo, género o cualquier otro factor.

En el Día Internacional del Aborto Seguro, hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para celebrarlas y protegerlas.

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