“Cuando pasas el cuarto día en cayuco es cuando empieza a haber mucho peligro”

El Hierro, la ruta mortal hacia Europa que se sigue cobrando miles de vidas. El jueves, más de mil migrantes desembarcaron en la isla

Un grupo de migrantes celebra haber sobrevivido a una travesía de siete días desde Senegal a la isla española de El Hierro cuando ingresan al puerto de La Restinga el jueves 22 de agosto.
Un grupo de migrantes celebra haber sobrevivido a una travesía de siete días desde Senegal a la isla española de El Hierro cuando ingresan al puerto de La Restinga el jueves 22 de agosto

La ruta migratoria que atraviesa las Islas Canarias se ha consolidado como una de las más peligrosas para las personas migrantes que buscan llegar a Europa. Esta realidad se agrava día a día debido a los riesgos extremos asociados a la travesía desde las costas de África occidental, especialmente desde países como Marruecos, Mauritania o Senegal. El trayecto, que a menudo supera los 1.000 kilómetros, se realiza a través del Océano Atlántico, una región conocida por sus fuertes corrientes, mareas impredecibles y olas de gran envergadura, lo que incrementa significativamente el riesgo de naufragio.

La mayoría de las personas migrantes que se aventuran en esta ruta lo hacen en cayucos, pequeñas embarcaciones de madera que están lejos de estar preparadas para un viaje de tal magnitud. Estas embarcaciones, frecuentemente sobrecargadas y sin el equipamiento necesario para navegar con seguridad en mar abierto, se convierten en trampas mortales en medio del océano.

El pasado jueves, la isla de El Hierro vivió una de las jornadas más intensas en cuanto a la llegada de personas migrantes, con un total de 1.007 personas desembarcadas en el muelle del Puerto de La Restinga a bordo de tres cayucos.

El día comenzó temprano cuando el centro de vigilancia detectó un cayuco a 6 millas de la isla, lo que activó la movilización de la lancha Salvamar Adhara, que logró llegar hasta la embarcación y escoltarla hasta el puerto de La Restinga, en El Hierro. Alrededor de las 10:00 horas, 188 personas subsaharianas y algunas asiáticas, entre ellas 173 hombres, 14 mujeres y un niño, lograron desembarcar tras siete días en alta mar.

Pero la llegada de personas migrantes no se detuvo ahí. Durante la mañana, Salvamento Marítimo rescató otros dos cayucos en aguas de El Hierro. La primera embarcación, que transportaba a 76 personas, fue llevada también al muelle de La Restinga. El tercer cayuco, con 82 personas a bordo, llegó tan solo una hora después. Algunos de los migrantes fueron trasladados al hospital debido a diversas patologías, siendo la deshidratación y la hipotermia los síntomas más comunes tras este macabro viaje.

La magnitud de estas llegadas en un solo día resalta la creciente presión migratoria que sufre el archipiélago canario y subraya la urgencia de respuestas coordinadas por parte del Gobierno. Mientras las operaciones de rescate y asistencia continúan, queda claro que el desafío humanitario en las Islas Canarias está lejos de resolverse. Tanto es así que, a primera hora del viernes, otro cayuco llegaba a La Restinga, esta vez en condiciones muy precarias, con 176 personas a bordo, entre ellas diez menores. El drama se agravó cuando se descubrió que dos jóvenes habían fallecido dentro de la embarcación. Uno de ellos fue encontrado horas más tarde cuando los operarios procedieron a la destrucción del bote, descubriendo al segundo joven que no había sido detectado previamente.

El impacto mortal de la Ruta Canaria

El impacto de esta peligrosa travesía se refleja en cifras alarmantes. Solo en 2023, la Ruta Canaria cobró la vida de 3.176 personas en 55 tragedias diferentes, según los datos recopilados. Detrás de estos números se esconden miles de familias que aún buscan respuestas. En Senegal, país de origen de muchas de estas víctimas, la herida sigue abierta desde la crisis de los cayucos de 2006, cuando cientos de pescadores desaparecieron sin dejar rastro.

Antuan Fall, un joven migrante que llegó a la isla de El Hierro comparte su testimonio sobre la dura realidad que enfrentan quienes, como él, dejan atrás sus hogares en busca del llamado “sueño europeo”. Con solo 18 años, Antuan decidió abandonar su vida en Senegal y se embarcó en una patera desde Mauritania, sin saber si llegaría con vida a su destino. “Cientos de jóvenes, como yo, salen de la costa africana rumbo a España con la esperanza de encontrar un futuro mejor”, relata Antuan, recordando su arriesgado viaje.

“Mi amigo Mamadou Toure también se atrevió a cruzar. Tenía solo 17 años cuando dejó la región de Kayes, en Mali, y se subió a una patera en Mauritania”, cuenta Antuan, consciente de la suerte que ambos tuvieron. Sin embargo, muchos no logran alcanzar la costa.

Según un informe del colectivo Ca-Minando Fronteras, que monitorea las víctimas desde el 1 de enero, 5.054 personas han muerto o desaparecido en su intento por llegar a las Islas Canarias en los primeros cinco meses de 2024, lo que representa una media de 33 personas al día.

“Nuestro trayecto en el mar duró seis días. Siempre digo que cuando pasa del cuarto día, es cuando empieza a haber mucho peligro. Nosotros tuvimos suerte”, recuerda Antuan, con la voz cargada de emoción al rememorar aquel viaje que hizo en 2023, un año que, al igual que 2006, ha sido testigo de una nueva “crisis de los cayucos”, en la que miles de personas emprenden una travesía desesperada, con la esperanza de un futuro mejor que, para muchos, nunca llegará.

El Hierro: un lugar de solidaridad

Una vez desembarcadas en puerto y atendidas por la Cruz Roja, las personas migrantes son trasladadas en autobuses hasta el Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) en San Andrés, el primer recurso de acogida al llegar a la isla más occidental de Canarias, donde permanecen hasta 72 horas antes de ser derivadas a otros recursos. El centro, que comenzó a funcionar en octubre del pasado año, está bajo la custodia de la Policía Nacional, que desde la brigada de Extranjería se encarga de realizar todos los trámites pertinentes de filiación e identificación.

Desde que Francis Mendoza comenzó a participar en los operativos de acogida en octubre de 2022, mucho ha cambiado. En aquella ocasión, llegaron 66 personas migrantes y las condiciones eran bastante precarias: “Recuerdo muy bien la llamada del sargento de la Guardia Civil, Jaramillo, y de Ramón Acevedo, de la Delegación del Gobierno. Al principio no teníamos casi nada, estábamos en un polideportivo, en una carpa, pasando frío. Pero, por suerte, todo ha evolucionado rápidamente”, relata Mendoza.

Con el tiempo, la organización ha sumado voluntarios, lo que ha permitido ofrecer una atención más integral. Médicos, enfermeros y profesores se han unido al equipo para gestionar los primeros días de las personas migrantes en El Hierro, brindando no solo cuidados físicos —para tratar problemas como la deshidratación, heridas o el llamado “pie de patera”— sino también apoyo emocional.

El momento en que las personas migrantes llegan al puerto, eufóricas por haber sobrevivido a una travesía que el año pasado cobró la vida de al menos 959 personas, es crucial. Es entonces cuando deben enfrentarse a la realidad: la complejidad del proceso administrativo que les espera y la incertidumbre sobre cómo llegar a su destino final, que en muchos casos es Francia.

La Asociación de Voluntarios de Protección Civil de El Hierro, a través de su proyecto “Corazón Naranja”, desempeña un papel esencial en este proceso. Con un equipo de 56 voluntarios siempre listos para actuar, se encargan de la primera acogida. Francis, conocido en toda la isla por su labor, siempre está atento a todo lo que los vecinos puedan necesitar.

Él explica cómo es el proceso de llegada de las personas al CATE: “Primero entablamos conversación con ellas, hacemos un pequeño cribado para identificar quién necesita atención médica, qué carencias tienen… Nos ocupamos de la comida, estamos con ellas y escuchamos sus historias. Somos las personas con quienes pueden desahogarse”.

“Nuestro trabajo es muy difícil”, especialmente cuando llegan niños, madres con hijos o personas enfermas que cuentan sus motivos para emprender esta peligrosa travesía. “Nos encontramos de todo: algunas personas creen que han llegado a Madrid, otras a Barcelona o Tenerife. Cuando se dan cuenta de que están en El Hierro, nos preguntan si van a quedarse aquí todo el tiempo. Les explicamos que no, que estarán aquí poco tiempo y luego serán trasladadas a diferentes campamentos en Canarias antes de llegar a la península”.

Mendoza señala que la isla tiene un carácter solidario, al igual que Canarias en general. Destaca la generosidad de empresarios locales, quienes adelantan suministros al CATE cuando es necesario. “La solidaridad aquí también tiene que ver con las personas que llegan, que son humildes, sencillas y que buscan un futuro. Hoy son ellos, pero mañana podríamos ser nosotros. No creo que ellos buscarían odio en nuestra situación”.

En cuanto a la saturación de los recursos, Francis recuerda que hubo momentos en los que los espacios y medios disponibles “se quedaron pequeños”. A pesar de ello, afirma que han superado estas dificultades “con corazón”, aunque llegaran a faltar medios, especialmente humanos. “Si hay que estar, se está, y lo damos todo cuando estamos”, asegura.

Entre las vivencias que han marcado a este “corazón naranja”, además de las difíciles, como la muerte de algunas personas migrantes debido a complicaciones de salud, hay recuerdos impactantes. Por ejemplo, menciona la llegada de un niño de cuatro o cinco años en un cayuco, que repetía insistentemente un número de teléfono en su idioma. Con la ayuda de un traductor, lograron llamar al número y pudieron escuchar al padre del niño, quien se despedía de su hijo y pedía a España que lo cuidara, pues en su país no tenía futuro.

Condiciones extremas durante la travesía

Aparte de los peligros inherentes al mar, las personas migrantes enfrentan terribles condiciones a bordo, incluyendo la falta de agua y comida, el hacinamiento y la exposición a los elementos. Todo esto puede llevar a la muerte por deshidratación, insolación o hipotermia, incluso antes de que se produzca un naufragio. Debido al endurecimiento de otras rutas migratorias hacia Europa, más personas han optado por la ruta de las Canarias en los últimos años, lo que ha llevado a un aumento en el número de tragedias.

La travesía hacia El Hierro es especialmente dura para las mujeres. Al igual que los hombres, realizan el viaje en embarcaciones precarias y sobrecargadas, lo que las expone a riesgos extremos, como naufragios, deshidratación, hambre y violencia física. Sin embargo, las mujeres también enfrentan peligros adicionales, como la violencia sexual y la explotación durante el viaje, especialmente si han tenido que cruzar varios países antes de embarcarse hacia Canarias.

Una vez en El Hierro, las mujeres migrantes a menudo llegan en un estado de vulnerabilidad extrema. Pueden estar deshidratadas, malnutridas y traumatizadas por la experiencia del viaje. Muchas han sido separadas de sus familias o han dejado atrás a hijos y seres queridos en sus países de origen, con la esperanza de enviarles remesas una vez que logren establecerse en Europa. Sin embargo, la llegada a tierra no siempre representa el fin de sus dificultades. La incertidumbre sobre su estatus legal, la falta de recursos económicos y el desafío de integrarse en una sociedad con una cultura y un idioma diferentes representan obstáculos significativos para estas mujeres.

Además, algunas de estas mujeres pueden estar embarazadas o tener hijos pequeños con ellas, lo que añade otra capa de complejidad a su situación. Los servicios asistenciales y las organizaciones no gubernamentales en El Hierro y en otras partes de Canarias intentan proporcionar apoyo, pero los recursos a menudo son limitados frente al número creciente de llegadas.

En muchos casos, estas mujeres buscan asilo o protección internacional debido a la persecución, los conflictos o las condiciones de extrema pobreza en sus países de origen. Sin embargo, el proceso de asilo puede ser largo y complicado, y no siempre termina con un resultado favorable. Durante este tiempo, las mujeres viven en una situación de limbo, con acceso limitado a derechos y servicios.

A pesar de todas estas dificultades, muchas mujeres migrantes que llegan a El Hierro buscan construir un futuro mejor para ellas y sus familias, enfrentando las adversidades con determinación y esperanza.

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