Cuando Isabel y Antonio se conocen en 2012 él ya lleva un año trabajando en la mina de Súria, en Barcelona. Un pueblo de poco más de seis mil habitantes que se abastece de esta industria, la única mina en España en producir sal y potasa.
Isabel recuerda con detalle el día que, el que sería su futuro marido, le cuenta a qué se dedica. “Lo primero que se me pasó por la cabeza cuando me habló de donde trabajaba es que es una profesión de alto riesgo”. Pero asegura que, “hasta que no vives el día a día no te das cuenta verdaderamente del peligro que conlleva”. Compartir la vida con una persona que se la juega a diario no es fácil, son ocho horas al día a 900 metros de profundidad. “El miedo y la incertidumbre lo sientes a diario”. Y aprender a convivir con ese estado de alarma constante, tampoco. “Hemos tenido varios sustos, accidentes, algunos con intervención hospitalaria”. Con angustia, echa la vista atrás al día que la llamaron para decirle que Antonio estaba en el hospital. “Iba en el coche con varios compañeros, se enganchó un cable y salieron volando, acabaron todos en el hospital, fue horrible”. Quedó en un susto con golpes, pero, por desgracia, en esta mina se han sucedido más accidentes que han colocado a sus trabajadores muy cerca de la muerte. “Ha habido cuatro desgracias que nos han marcado, sobre todo, la de hace dos años”. Se refiere a cuando en marzo de 2023 murieron tres geólogos por el derrumbe de una galería recién construida. Por suerte, a su marido no le pilló trabajando aquel día. Pero Antonio sí estuvo presente cuando, en 2013, dos mineros perdieron la vida en otro desprendimiento. Recuerda demasiados días negros. “En otro accidente mi marido vio como a su compañero se amputó la mano dentro de la mina, es que esto es jugarse la vida a diario”.
Hace unos días, su marido le contaba la última desgracia: “Cinco muertos y cuatro heridos tras la explosión de la tercera planta de una mina de Asturias”. Este titular la estremece, “no sabría cómo explicar con palabras lo que me entra por el cuerpo”. Impotencia, rabia, desolación. Isabel es crítica con las condiciones en las que trabajan los mineros, “son pésimas y por eso muchos accidentes podrían evitarse”. Cree que no se tiene en cuenta que “se juegan la vida todos los días, cuando entran no sabes si van a salir”.
A la pregunta de, ¿cuál es el lado positivo? Le cuesta encontrar una respuesta. “Lo único positivo es que tienen un puesto de trabajo el cual no está pagado, es una faena con mucho riesgo y falta de seguridad total”.
Aún así, Isabel quiere enviar un mensaje esperanzador a todas las mujeres de mineros. “Aunque cada una lo lleva a su manera, yo les diría que no piensen que se van a meter en un pozo a 900 metros de profundidad, que piensen que es un trabajo más otro más y que volverán, como cada día”. Asegura que, “si no mantenemos esa mentalidad, aunque no es fácil, no vives”.