Colas kilométricas para poder dar el último adiós al Papa Francisco. Eran las 11 de la mañana cuando el Vaticano abría oficialmente las puertas de la basílica de San Pedro, donde se ha instalado la capilla ardiente del Santo Padre. Sin embargo, los fieles se acercaban a las inmediaciones desde primera hora. “He venido de Milán para decirle adiós a Francisco. A las 7, con las primeras luces, ya estaba haciendo cola para poder acceder, y he conseguido verle y rezar por él”, explica María del Carmen Blanco, una mujer mexicana que vive en Italia y que amaba ante todo “la fe profunda y auténtica de Francisco”.
“Cuando vine a despedir a san Juan Pablo II las colas fueron mucho mayores. Recuerdo haber esperado hasta nueve horas para poder velarle. En cambio, hoy han sido tan solo tres horas, incluso he podido asistir al traslado y luego a la misa. Ha sido un regalo del Cielo”, añade en conversación con Artículo14. Como ella, miles de fieles —creyentes o meros curiosos— se acercan estos días a la Santa Sede. Desde el Vaticano calculan una afluencia de 200.000 personas, mientras que las estimaciones italianas ascienden ya a medio millón. “Solo hoy, en este primer día de velatorio público, han acudido casi 20.000 personas”, desveló el responsable de prensa, Matteo Bruni.

Catalina, una joven de Bari, no pierde la esperanza de entrar a la basílica. “Me parecía casi un crimen no venir a saludar al Papa Francisco viviendo tan cerca. Llevo tres horas de cola, pero no me importa: quiero decirle mi último adiós. Espero poder hacerlo”, afirma bajo un sol que ha provocado un inesperado aumento de las temperaturas en este final de abril. “Me encanta ver la unión de tantas culturas y tantos países, algo que siempre se ha visto en el Vaticano, pero especialmente con Francisco, que consiguió números extraordinarios para todas sus audiencias. Veo gente de todos los rincones del mundo y me llena de alegría”.
Catalina se siente especialmente conmovida por la “representación argentina” del Papa, pero lo que más la emociona es que acercara a tantos jóvenes a la fe: “Ha sido clave su apertura, especialmente con las personas LGTBQ. Era una persona política, y puede ser polarizante, pero ha conseguido estar cerca de la gente”.

“El Papa Francisco hizo un milagro”
Una de las historias más emotivas vividas en las largas filas de espera la protagoniza una familia mexicana. Con tan solo ocho años, el pequeño Luciano ha venido a hacer su primera comunión en la basílica de San Pedro. “El Papa vino a México hace ocho años. Mi marido y yo no podíamos tener hijos, pero fuimos a verlo y, a la vuelta, yo estaba embarazada”, explica su madre, que rompe a llorar mientras abraza a su hijo. “Llevábamos tiempo esperando a este hijo tan querido y no sucedía. Por eso queríamos venir a darle las gracias al Papa: Luciano ha hecho la primera comunión y hemos tenido la suerte de estar muy cerca de él. Este gran Papa americano, tan querido y tan del pueblo, nos ha reunido aquí. Ha sido el último regalo que nos ha dejado”.
“El 11 de abril hice la primera comunión, fue excelente, una experiencia única. Estaba tranquilo y emocionado”, añade el pequeño Luciano, que en cambio no ha podido despedirse del Papa porque “las colas son demasiado largas” y tiene que regresar a México. Sin embargo, Rosa ha venido desde Brasil y, aunque tenga que esperar horas, no piensa irse sin rezar delante del pontífice fallecido. “Vamos a hacer toda la cola, con toda seguridad. Este Papa era un hombre simple, receptivo: un siervo de Dios”, asegura convencida.

La afluencia de personas procedentes de Iberoamérica es cada vez más notable. Argentina, México, Chile… el español es uno de los idiomas más oídos en la plaza. “Nosotras venimos de Texcoco. Estábamos de excursión y mañana nos tocaba visitar la Capilla Sixtina. Hemos tenido que cambiar los planes, pero aquí estamos. Llevamos una hora esperando, pero estaremos lo que haga falta, velándole en su viaje al Paraíso”, revela emocionada otra de las fieles mexicanas deseosas de darle su último adiós a Francisco.
“¡Francisco! ¡Argentina!”
Con una bandera celeste en la mano, Juana vino desde Argentina para celebrar la Pascua con el Papa Francisco. Su muerte la sorprendió en Roma, y ha decidido no moverse: cada día pasea con su bandera por la plaza de San Pedro. “El domingo vine a la misa de Pascua. Estaba muy cerca de él, le vi, y le grité: ‘¡Francisco! ¡Argentina!’. Creo que me escuchó porque llevaba la mirada muy fija, y después de mi grito se dio la vuelta y me miró. El lunes me desperté con la noticia y me entristecí mucho. Creo que hemos perdido a una de las personas más importantes del mundo”.

“Como argentina, me siento orgullosa de que el primer Papa americano haya sido argentino. Pero sobre todo destaco que fue un Papa que cambió la Iglesia Católica y que abrió las puertas a todos”, continúa Juana, que ha podido despedirse del Papa Francisco a mediodía. “Ha sido una experiencia muy fuerte, pero quería darle las gracias, que es lo que hemos ido a hacer todos. Está muy bien organizado el acceso. Todo es muy sencillo: él era humilde, y lo ha sido hasta el final”.
Patricia ha venido de Barcelona. Decidió celebrar aquí la Semana Santa y, tras el fallecimiento del Santo Padre, alargó su estancia. “No importa las horas que tenga que estar aquí. Haré lo que haga falta por un hombre tan bueno y tan cercano. Ha acercado a la gente a la Iglesia, a mí incluida”, confiesa.
También entre la multitud se encontraba Leticia, una enfermera jubilada de Quito, Ecuador, que ha viajado sola hasta Roma para despedirse del Papa. “Tenía un sueño pendiente: venir al Vaticano y ver al Papa Francisco, aunque fuera de lejos. No imaginaba que sería para darle el último adiós”, confiesa con la voz entrecortada. “Cuando supe que había fallecido, no lo dudé. Tomé un vuelo al día siguiente. Este hombre cambió mi forma de vivir la fe: me enseñó que el Evangelio se vive en los pequeños gestos, en cuidar al otro, en no juzgar”.

La capilla, abierta toda la noche
Ante la afluencia creciente —si bien paulatina—, las autoridades italianas han decidido ampliar el horario de acceso a la basílica. “En un principio teníamos indicaciones para desalojar la plaza a partir de medianoche, pero luego han cambiado: ahora va a permanecer abierta toda la noche”, explica Chiara, una de los cientos de voluntarios de Protección Civil que han dado su tiempo y su disponibilidad para organizar la entrada de miles de fieles a San Pedro.
Los turnos de vigilancia, seguridad y atención pastoral continúan también durante la noche. Desde la Santa Sede se prevé que la capilla ardiente permanezca abierta hasta el viernes, víspera del funeral solemne que tendrá lugar el sábado por la mañana.