Cinco años después: el impacto de la pandemia en las mujeres españolas

El 80% del personal sanitario fueron mujeres, las cuidadoras también fueron ellas, se incrementaron en un 60% las llamadas al 016 durante el confinamiento. Mañana se cumplen cinco años de muerte de Carmen Rosa Morón, la primera víctima femenina

Carmen Rosa Morón, de 99 años, falleció la madrugada del 3 de marzo de 2020, en el Hospital Gregorio Marañón. Fue la primera mujer fallecida por coronavirus en España y la tercera víctima. Su muerte tuvo poco impacto, teniendo en cuenta todo lo que sucedió después, y su nombre quedó en el anonimato.

Mañana se cumplen cinco años de su muerte y las trabajadoras de la residencia pública de La Paz aún recuerdan con cariño aquel “mi niña” con el que solía llamarlas.

Cinco años después

Han pasado cinco años desde que el COVID-19 sacudió el mundo y lo llenó de incertidumbre. Cinco años de esa pandemia que nos dejó atrapados entre el antes y el después, en un tiempo suspendido que sigue marcando nuestras vidas. Porque el tiempo vuela, pero hay heridas que cicatrizan lento y otras que siempre quedan abiertas.

Hace cinco años vivíamos en un paréntesis de angustia en el que, por un instante, volvimos a tener tiempo. Los días pasaban despacio, como si el mundo entero contuviera la respiración. Miramos atrás y, entre las mascarillas olvidadas en cajones, las promesas de vivir a otro ritmo y los aplausos en los balcones que ahora parecen de otra vida, emerge una historia que a menudo queda en la sombra: la de las mujeres.

Las estadísticas reflejan que la pandemia, en términos sanitarios, afectó más a los hombres. En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 53,5% de los fallecidos por COVID-19 fueron hombres. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que las mujeres tienen un mayor riesgo de desarrollar COVID persistente. La revista científica ‘Current Medical Research’ concluyó que las mujeres tienen un 22% más de probabilidades de padecerlo, siendo las de entre 40 y 44 años las más afectadas.

Pero hay más. En el ajedrez de la vida diaria, el COVID-19 impuso a las mujeres la mayor parte de la carga. Las cifras frías cuentan una historia de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos, pero los datos con perspectiva de género revelan un peso social, económico y emocional que muchas aún están pagando.

Cuando el virus golpeó, ellas sostuvieron

Durante la pandemia, las mujeres estuvieron en la primera línea de respuesta. Según datos oficiales, aproximadamente el 80% del personal sanitario en España eran mujeres. Estuvieron expuestas, contagiadas y agotadas.

En el punto álgido del confinamiento, fueron ellas, enfermeras, cuidadoras, limpiadoras y cajeras de supermercado, quienes sostuvieron el país.

Mientras tanto, en los hogares, la doble jornada se convirtió en triple. Con las escuelas cerradas y el teletrabajo improvisado, las mujeres asumieron una mayor carga en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Muchas tuvieron que reducir su jornada laboral, afectando su independencia económica a largo plazo. Esta sobrecarga ha tenido repercusiones en su salud mental y bienestar general. Además, la pandemia exacerbó la brecha salarial de género y aumentó las tasas de desempleo femenino en diversas regiones. Por ejemplo, en Andalucía, la tasa de paro femenino se situó en el 20,5% en el primer trimestre de 2024.

Mortalidad y desigualdades en la enfermedad

La pandemia impactó negativamente en la esperanza de vida de las mujeres. En 2020, la esperanza de vida al nacer en España disminuyó en 0,99 años para ellas. La mortalidad por COVID-19 aumentó significativamente a partir de los 55 años. En 2022, 1.029 mujeres de entre 55 y 64 años fallecieron por COVID-19, y en el grupo de 85 años o más, la cifra alcanzó las 8.048. La pandemia se llevó a muchas de nuestras madres y abuelas, y con ellas, siglos de sabiduría transmitida en sobremesas.

Salud mental: la otra epidemia

Si hubo un ámbito donde la pandemia impactó desproporcionadamente en las mujeres fue en la salud mental. La carga emocional de sostener a la familia en un clima de incertidumbre, el aumento del trabajo no remunerado y la intensificación de la violencia de género en los hogares pasaron factura. Las consultas psicológicas experimentaron un repunte en mujeres, con un incremento del insomnio, ansiedad y depresión. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la prevalencia de la depresión en mujeres duplica a la de hombres (7,1% frente a 3,5%), y los casos con severidad grave en ellas triplican los que se dan en hombres.

En 2020, la violencia de género se intensificó en el silencio de los hogares. Durante el confinamiento, el 016, la línea de atención contra la violencia machista, recibió un 60% más de llamadas que en el mismo periodo del año anterior. Muchas mujeres expresaron sentirse atrapadas con su agresor.

Un futuro con lecciones aprendidas (o no)

Han pasado cinco años y las huellas de la pandemia persisten en nuestra forma de saludar, en la precariedad de la sanidad pública y en los cambios en el teletrabajo. Pero, ¿y en la igualdad de género? ¿Hemos aprendido algo?

Los informes indican que las mujeres siguen enfrentando dificultades para recuperar su posición laboral y salarial previa a la pandemia. El impacto en sus carreras fue mayor, y la brecha de género en el mercado laboral se amplió. A pesar de ello, apenas se han implementado políticas de compensación o de corresponsabilidad que alivien esta desigualdad.

Las crisis revelan las fallas estructurales de una sociedad. La del COVID-19 nos dejó una certeza: en tiempos de caos, las mujeres sostienen. Lo hicieron en hospitales, supermercados y hogares. Pero, cinco años después, seguimos preguntándonos, ¿quién las sostendrá a ellas?

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